lunes, 21 de noviembre de 2016

Guadahortuna

Este relato pretende ser un homenaje particular a la valentía y arrojo de tía mami.

Navidad del año ¿71?, fiestón en Granada. Se han casado Pepe y María Jesús. Hemos estado de comilona en un restaurante que había al lado del Corral del Carbón. Un pandillón Martínez de los que era normal juntar. Han venido desde todos lugares, primos, hermanos y cuñados, sobrinos y demás... Pero, la vida es real y la tarde va acabando. En el "seilla" de tía mami, vuelven a Linares los próceres de la calle Marqués: el tío Félix, la abuela Isabel y la conductora.
Como entonces las carreteras eran tan malas que, prácticamente, daba igual por la que te tiraras, "echan" hacia Guadahortuna, camino de Huelma, Jódar, Úbeda  y destino final. Pero las previsiones -y realidades- climáticas, disponen dificultades mayores.
A media tarde, noche, una llamada en casa de los padres Flores Martínez (por lo menos, es la que me toca a mí).: Desde Guadahortuna, pueblito perdido en los montes del noreste de Iznalloz, una vocecilla dice que están en la pensión del pueblo, rodeados de nieve y que no pueden salir de allí.
Se monta una gran expedición. Creo recordar que al día siguiente, por la mañana aunque no temprano. D.Nicolás Flores en su 850, D. Isidoro Román, en su 4-L y resto de familia correspondiente.
A eso de las once, más o menos, avanzamos un coche detrás de otro, sin problemas hasta la salida de Iznalloz, concretamente en Búlar Bajo. Pareja de la Guardia Civil. Paramos, les preguntamos si habrá problemas hasta Guadahortuna. Recuerdo cómo uno de los de la "pareja" mira el puentecillo y dice "¡qué va!, normal".
Pues nada, carretera adelante, 850 delante, 4-L, detrás y, al cabo de unos pocos kilómetros, aparece nieve en ambos lados de la carretera. Más adelante, manchas en la carretera. Hay -había- unas curvas características antes de una subida conocida como  "        ", la cosa pasa a mayores.
Llevábamos "cadenas" y las ponemos, con el gato en el caso del 850, con más habilidad en el 4-L.
Llegamos a Siberia. Todo es nieve.
Por un error mío estratégico sugiero que el 850 vaya delante. Mal andamos. La nieve cruje bajo nuestros pasos y al llegar a la primera curva izquierdas significativa, le digo a mi padre que gire, él dice que no, que ¿cómo se yo dónde está la carretera?, no digo nada, seguimos... al arcén. Más de medio metro de nieve alrededor del coche.
Sale Nico Flores del coche, se dirige a una señal metálica de "coto", la arranca y empieza a usarla a modo de pala. Hacemos una trinchera alrededor del coche y, a base de empujones, volvemos a la carretera que está debajo de la nieve.
Seguimos y, al llegar al Navazuelo, hay unas señales de tractor en la nieve. Las seguimos y vamos avanzando. Menos mal que no hay curvas señaladas porque los "pasos de rueda" están llenos de nieve compactada y el coche no tuerce. Hasta tal punto que en una curva, desistimos de vaciarlos y, Nico y yo empujamos el coche mientras papá lo hace avanzar....
Al cabo de equis horas aparecemos en lo alto de Guadahortuna. Todo es bajada, pero conviene no resbalar del sitio... Llegamos al pueblo. Hay gente que nos mira un poco -bastante- asombrada.
Es la hora de comer. En la pensión encontramos a la triada Martinez, helados y empezando a comer unos garbanzos algo aguados que, al parecer, son los últimos que quedan en el pueblo.
Comemos, creo que bastante deprisa porque hay que volver.
Salimos de la pensión y está comenzando la tarde.
Isidoro, con buen criterio dice que él irá delante.
Allí vi el mejor homenaje a la "tracción delantera" que pudiera imaginar. El 4-L, no se atasca como nuestro 850. Isidoro delante, tía mami, con Félix y la abuela, en medio y los Flores, cerrando la marcha.
Asombrosamente para lo que nos esperábamos, el viaje transcurre casi sin tropiezos. Llegamos al asfalto. Quitamos las cadenas y proseguimos hasta Granada.
Cuando llegamos a casa nos cupo un autohomenaje merecido.
¡Qué aventura habíamos vivido!.


viernes, 11 de noviembre de 2016

Los "braseros"

Dice la abuela, Isabel, claro.
Irene, haga usted el favor de poner el brasero.
Y vemos como aquella extraña y entrañable mujer se iba al patio, cogía un "brasero" y lo cargaba de picón. Ponía encima unos palitos de "carbón vegetal" y les prendía fuego con la ayuda de unos trozos de periódico.
Después, con un "soplillo" aventaba la montaña. El carbón prendía y, después, con una "badila", movía las pequeñísimas ascuas que tenía el picón para que se repartiera por toda la montaña del mismo.
Luego, con un gran cuidado se llevaba hasta debajo de la mesa "de camilla" del comedor.
¡Ya no hacía frío!. Ya estaba consolidado el crudo invierno linarense.




Llegábamos de la calle, a cualquiera de nuestras casas y, de las primeras cosas que hacíamos, después de la merienda, era mirar debajo de la mesa del salón. Si había brasero, a sentarse u calentarse los pies.

La mesa camilla es un objeto, creo, típicamente andaluz. Ese cilindro vestido de "faldillas" es acogedor y fabricante de coloquios -hasta que llegó la tele y el cilindro se convirtió en "semi"-. Lo hemos tenido en todas las casas. En los últimos años, bastantes, me las he arreglado para enviar a conocidos de Marruecos un buen puñado de ellas, tratando de hacer más soportable el frío que pasan sentados a pelo en sus metarbas. No ha funcionado.
Es más, las mesas camillas han tenido su grado de sofisticación porque, por ejemplo, mi padre inventó -o copió, que tanto da- un diseño en el que, por poner tres patas en forma de arco de circunferencia, nadie tenía "pata" y nos podíamos sentar mucho más juntos..y. más gente.

En casa de mis padres, como teníamos "corriente industrial", pasamos pronto a los braseros eléctricos y, con ellos a aprender a arreglar las conexiones que, casi siempre, eran horribles.

El problema de los braseros eléctricos es que podían prender las faldillas, salvo si eran de lana, en cuyo caso no ardían, como se predicaba por parte de sus fabricantes y mi padre probó ante toda la familia (echó un trozo de tela de lana a la lumbre).
Y así, así, hemos aumentado en calidad de vida, a medida que se han ido perdiendo las mesas camillas. Quedan en el recuerdo.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Cuentos de Rafa Martínez

Este es uno de los cuentos que recopiló el tío Rafa Martínez para "los 80" de tía Isa. Es propio de noche oscura de brujas y otoño....
"Hay cuentos y cuentos; pero éste que voy a narrar se trata de los más terribles y horrorosos que me han contado.
En verdad no sé si el cuento es tan desagradable y terrorífico como yo lo recuerdo, pero el caso es que aún persiste en mi ánimo una intención de olvidarlo porque me ha producido siempre un desagradable malestar: quizás es que me lo contaban en ocasiones en que estaba muy deprimido o que me había portado mal. La realidad es que toda mi agitación y nerviosismo se reducían en el preciso instante en que se atacaba el tal cuento. Llegaba a ser tan enormemente tétrico que nunca llegaba a contarse el final, ya que pedíamos, por favor, que no se llegara a tal límite:
Lloraba, pataleaba, me comía lo que me pidieran, me tragaba todas las medicinas, incluso las más amargas y desagradables con tal de que no me contaran aquellas cosas.
Ocurrió en una vivienda una noche oscura, llena de extraños ruidos, que hacían temblar al más valiente. Se puso a llover y a tronar y se cerraron las puertas de esta casa preocupados por si entrara agua o algún bicho fiera.
Se oyeron unos golpes fortísimos en la puerta.
- ¡Ay, madrecita mía!,¿quién será?
- ¡Cállate so retontona, que ya se irá!...
Una voz escalofriante invadió todos los espacios:
. ¡¡¡que no me voy, que detrás de la puerta estoy...!!!.
El terror se apoderó de los habitantes. Temían que empujaran a las puertas y entraran violentamente sin saber quién llamabaa esas horas tan terroríficas y oscuras...
Otra vez golpes, ¿qué digo golpes?, Tremendos trompazos a la puerta....Aquello se salía de lo humano: horroroso...."


Otro cuento, con idéntico origen del anterior...
"YO UNO Y TÚ, DOS".
Era un matrimonio que tenía por costumbre cenar, siempre, tres huevos: él, dos y, la mujer, el restante. Hasta que un día, la mujer se incomodó y le dijo violentamente:
.- Ya sabes que nos hemos casado en una misa y no está bien que, todas las noches, te comas tú dos huevos y yo, uno. Desde ahora vamos a hacer turno; una noche te tocan dos y otra, a mí.
- ¡No!,¡no!...¡No te lo consiento!, dijo el marido autoritario.
- ¡Pues no te lo dejo pasar a partir de hoy!, dijo la mujer....
- ¡Pues entonces, me muero!....- dijo el marido.
Al otro día, el marido se hizo el muerto, y la mujer decía:
- ¡Mi marido!,¡que se ha muerto!,¡mi marido se ha muerto!.
En el entierro iba la mujer acompañando al difunto y, de vez en cuando, se acercaba a la caja y decía:
- ¡Hijo mío!¡Hijo mío!,¡Déjamelo ver por última vez!...
Y, haciendo como que le iba a besar, le decía al oído, despacio:
.- ¿Cuántos te comes, que vamos ya a la mirad del camino?.
El marido insistía que dos y, la mujer, que uno.
- ¡Pues adelante con el entierro!, decía la mujer.
Al llegar a las puertas del cementerio volvió la mujer:
- ¡Hijo mío!,¡Hijo mío!,¡Déjamelo ver ya por última vez y darle el último abrazo antes de meterlo en la fosa!.
Y, arrimándose al oído del marido le volvió a decir:
- ¿cuántos te comes?,¡que estamos en el cementerio!.
Y el marido insistía obcecado: -¡Dos!,¡te dije que dos!.
- ¡Uno!, le decía la mujer sin parar de llorar.
- ¡Pues adelante con el entierro!.
Al llegar ya con el ataúd al agujero donde iba a ser depositado, la mujer volvió a repetir lo que las veces anteriores...
- ¡Hijo mío!.¡Déjamelo que le de el último abrazo!.
Y arrimándose al oído del marido, le volvió a decir:
- ¿Cuántos te comes?. Él respondía: ¡Dos!.
Y viendo la mujer que consentía en dejarse enterrar antes que ceder a su propósito, le dijo.
- ¡Bueno!... pues ¡cómete los dos!.
Entonces, el marido se levantó del ataúd con la sábana envuelta y salió por el cementerio gritando:
- ¡Dos me como!¡dos me como!¡Dos me como!...
Y la gente, al ver que resucitaba y decía eso, echó a correr. El sacristán, que era cojo, corría todo lo que podía, gritando.
- ¡A mí, no!,¡A mi, no!, ¡A mí, nooooooo!.....

sábado, 22 de octubre de 2016

Excursión al "Hondo Peñalcón"

Esta era una de las excursiones solemnes. Es decir, no era la de casi todos los días ni, siquiera, la del "Cortijo de Abajo" que requería cierta preparación. La excursión al "HondoPeñalcón" era de digna de ser anunciada, preparada y, prevista.
Mañana, o pasado -quién sabe- vamos al "Hondo", dicho de forma esotérica y seria. Eso era lejos, de las de ir por la mañana y volver por la tarde. Vamos, una expedición.
Ni que decir tiene la preparación de hogazas, latas de sardinas, foie-gras, anchoas, las bebidas que se llevaran para los "mayores" y, todo, ¡a las talegas!.
Salir de mañana, hacia el este, hacia la "Era del Boquerón". Por el carril que nos comunicaba con la civilización buscando el 'hueco' que se asomaba al "Hondo".
Llegados a él, andamos ya con cuidado buscando la senda que baja entre matujos y pinos, no demasiado grandes, hacia la fuente que nos servía de etapa intermedia.
Ésta era una fuente benéfica, no tanto de bajada como después, a la subida. Era una especie de escalón en el monte al que se accedía por sus dos lados, como si hubiera que rodearla para que no escapara.
No demasiada sombra, pero si agua, bebida a morro en el charco o por medio de uno de esos vasos de aluminio plegables que tanto juego dieron.
Seguimos hacia abajo. Al poco tiempo entramos en una especie de valle que acompaña, ya casi plano a una rambla y un carril, hay chopos y alguna presencia humana....hay un ruido allí, al fondo, hacia la izquierda, un ruido mecánico que corresponde al extraño engendro de la "Serrería del Río Tus".
Confluencia de carriles, tiramos a la izquierda, hacia el ruido. A la derecha hay un río que veo como grande, dada la sequedad de la referencia que tenemos en la casa. Hay "pozas" que nos servirán para bañarnos en algún momento, espero, de un futuro inmediato.
Anda que te anda, y, a la izquierda, un carril que lleva a un cortijo -o casa formal- que tiene la extraña compañía de una "casa de las fieras", donde, dicen, los dueños hacen vivir a su panda de hijos.
Tanto la casa "madre", como la "hija" son construcciones de piedra, hechas con cuidado y cierta elegancia.
Más adelante, una explanada sin pinos donde hay pilas de troncos cortados y, un poco más lejos, bajo unos cobertizos, la máquina generadora del ruido. "Están haciendo tablas". ¡Ah!, supongo, que hay que decir.
Vuelta hacia atrás hacia un recodo del río -Tús- donde hay sitios para bañarse, sentarse y, llegado el caso, echar la siesta. Magnífico.
A la tarde, es decir, después de dar cuenta de las sardinas, foie-gras, anchoas y demás, hay que planificar la vuelta a la casa.
Arrancamos por el carril y, de éste, al otro que ahora sale a la derecha. Se acaba el vallecito, subida notoria hasta la fuente donde, ahora, merendamos.
Esperamos un rato porque, cuando subamos hasta el "hueco", nos vamos a encontrar el sol de frente.
Así es, en cuanto coronamos la cuesta, hay un atardecer sensacional. El puntal nos marca una cierta sombra y, amparados en ella, descendemos hacia la casa.
Los exploradores Martínez han vuelto al redil.

lunes, 22 de agosto de 2016

Los Cuentos de Calleja

Dicen que la vida del hombre se configura con cuentos y, a mí, me gustaría decir que "sé todos los cuentos...."
Pero no es cierto, no sé todos los cuentos, sé bastantes, y del resto, unos me los invento y otros, los recuerdo...
Por ejemplo. Tuvimos una magnífica cuentista, superior, sublime. Aún hoy, si quiero sonreir, no tengo más que recordarla:
Tía Isa, como primer referente, y, de bibliografía, complementaria, a años-luz de ella, los "cuentos de Calleja". Después, ha tenido continuadoras de su labor. Mi hermana Tere Flores es una magnífica "cuenta cuentos", con cuerdas, periódicos, pegamento e incontables objetos más.
En la "cámara", de la que he hablado en aportaciones anteriores, había un "fondo" bibliotecario sublime:
Unos cuentos grandes, que inevitablemente tenían los bordes de las hojas deshilachados, deformes, algo sucios, y las esquinas redondeadas. Casi siempre faltaba -o estaba suelta- la primera página, pero nos arreglábamos para saber cómo se llamaba.
Eran los "cuentos de Calleja", que tenía mucho cuento y muchos cuentos.
Por éstos supimos de historias imposibles, cuentos universales que, después, hemos gozado en distintos lugares entre gentes que estaban sorprendidas de que los supiéramos.
Si los cuentos ya estaban muy leídos y hacía una mala tarde, veíamos cómo algún tío -tía, mejor-, subía a la "cámara" y bajaba con un paquete de unas cuantas hojas más.
Los recibíamos con anhelo....lástima que perdiéramos los inicios y los finales, pero no importaba demasiado, ya se encargaría de completarlos... tía Isa, a quien no importaba nada el rigor literario, sólo el que el cuento quedara con un final, feliz, más o menos
Y, cuando ya estaba lanzada le pediamos que nos contara alguno más. Acabábamos llorando, a moco tendido. Ella, riendo, decía "¿queréis más?"....Si, buaaah, buaaaaah, sí....
Y ella, riendo, volvía a contar la familiar incongruente historia, de Pulgarcito....yo, pensaba, pero ¿sería posible que una familia dejara a alguno de nosotros en el bosque?.... y preveía cómo llenarme el bolsillo de piedrecitas....pero, yo quería más cuentos.
¡Claro que sí!.



los "polos" de la siesta

...tal día como hoy, ¿hace 55 años?....pues, por ahí. Calle "del Marqués", nº 40, aún no han llegado todos los que van a comer en "el comedor" (que se llama así por antonomasia)....se van a reunir los Martínez que hay más de los que hay, los que están por llegar...
En "el portal", un puñado de jóvenes (por aquél entonces estaba mal visto decír "jóvenas"), mejor dicho, púberés -y púberas- y "prepúb....etc.etc.".
....hay que aguardar que los "mayores", coman (porque se supone que han llegado los tardones -normalmente las parejas que tienen un último vástago en edad de pocos meses-), se tomen en café, que era algo así como un rito solemne, hayan puesto al último enano manejable encima de la mesa, le hayan dado los posos de café con montones de azúcar, lo hayan visto reptar de una cuchara a otra, disfrutando como mentores y tutores de grandes sagas familiares futuras (entonces no se decía "virtuales").... y, poco a poco, se hayan ido diluyendo a las butacas "de mimbre" de debajo de la lucerna, alguna cama de "arriba" o, en el peor de los casos, una silla en el portal.
....hay que aguardar que pase eso, y que nos fijemos en la gran figura referencial...el abuelo. Pablo, Patriarca entre los grandes próceres de los clanes linarenses....sabemos que ha dormido -no recuerdo dónde- y, atentos todos a los ruidos de la calle que atraviesan la puerta "principal" sin los cristales de las ventanas superiores....
... silencio, se masca el calor, el ronquido lejano del tío Felix, el duermevela de la tía Isa, la lona de la puerta del patio que ondula bajo las bolsas de aire caliente que entran -o salen- de la casa....y, ¡atención!, una voz lejana, lejana, pequeñita, se oye......
...."¡al rico helado mantecado!".....
¡está ahí!¡ya viene!....¿dónde está el abuelo?....¿se ha levantado ya?...
¡Sí!, está sentado en la penumbra sudorosa de "el portal", hay silencio general... menos la vocecilla, ya voz, principio de la calle marqués...."...¡al rico helado mantecado!..."...
¿Tendremos suerte hoy?....¿lo oirá el abuelo?.... todos los pre-pre-púberes, púberes, pre-adolescentes, casi adolescentes, medianos, mediomayores....etc. ansían que la voz se manifieste cercana....¡ya viene!¡por lo menos va por la casa de Pepín Arroyo!¡Está al caer¡,¿alguien vigila la actitud del abuelo?....
Estoy seguro de que Hitchcock hubiera aprendido "suspense" en esta ocasión....
¡Está ahí!. Se oye por encima de cualquier otro ruido.
El abuelo echa mano al bolsillo, un millón de ojos lo contemplan.... ¡va a sacar unas monedas!....¡las saca!.....y se las da a cualquiera de los mayores menores que pueden recibirlas....Se abre la puerta, se calla el heladero y.... uno de nosotros sale corriendo por la puerta.
Vuelve con un montón de palos con un poco de hielo de color en la punta, chorreantes, fríos, ¡fríos!....¡friíííísimos!....y los reparte.
El suelo se llena de gotas de lo que no podemos chupar, coger, sorber o aspirar...
Al cabo de unos minutos todos tenemos un palo, algo húmedo, entre los dedos...
¡Uffff!, ¡qué emoción!.

El "repollo"

Una de las grandes ventajas de "casa de la abuelita" era el que, siempre, siempre, había alguien que sugería algún juego novedoso.
Supongamos, octubre o por ahí, panda de primos en el cuarto de estar. Se acaban las "estampas" de propaganda de medicina y....sin formular...¿a qué jugamos?...
....se acerca alguno de nosotros a alguna de las tías y, basta con la mirada para que, enseguida, obtengamos alguna sugerencia... hoy es:..:"¡jugar al repollo!"....
¿Repollo?¿qué es eso?.
Nos conducen al patio, en un lado hay montones de ramas de la parra que ha podado el tío Félix.
Alguno de los mayores coge una "tijera de podar", que siempre fue roja, desconchada y que cortaba suficientemente mal como para que se comentara que 'hay que afilarla', (nunca se hizo), pero, cortaba....
Nos van dando trocitos de "pámpanos", ¿se llamaban así?. O sea, trozos de ramas de parra.
Todos ellos tienen una parte más ancha y otra más estrecha, miden alrededor de 5 cm., más o menos.... y, a la vez, nos ponen en el velador cuadrado, que está en mitad del patio, un montón de plumas de las colas de las gallinas.
Nos animan a clavar en la parte estrecha del "pámpano" dos o tres plumas. Aún no sabemos qué objetivo tenemos pero el objeto alcanzado es muy parecido entre sí. Una toconcilla con plumas en un extremo.
Tía Teresa trae... ¿qué se yo?, cartones, trozos de tablas o alguna "pala" de madera.
Coge en la mano ese objeto al que llaman "repollo" y lo echa al aire. ¡es sorprendente!, baja despacio y dando vueltas hasta que un porrazo seco, fuerte, dado en su base, lo vuelve al aire.
Sube dando vueltas, llega a su punto más alto y baja girando. Ya hay entre nuestras manos tres o cuatro cartones, tablas, o palas, que compiten por lanzarlo de nuevo.
Desde ahora hasta hoy día, hemos avanzado mucho.


Oro en Badminton en los Juegos Olímpicos. No me cabe duda, fuimos socios fundadores.

la "japuta"

Como es la hora de comer, más o menos, recordaré una anécdota a propósito.
Cualquier época del año, sábado o domingo, estamos en "casa de la abuelita", aparece tía Mariana y me dice, "anda Rafalín (sic, ¿qué le voy a hacer?), vente a comer a casa".... No hay problema pero, antes de salir, alguno de los tíos le pregunta a la tía, "¿qué vas a poner para comer" y, tía Mariana, sin inmutarse dice "Japuta".
Yo me quedo atónito, ¿qué ha dicho la tía?¡eso no se puede decir!....
Voy allí, como, a fin de cuentas un pescado y, a la vuelta a casa de la abuelita, los hermanos y cuñados de la madre me preguntan "Rafa, ¿qué has comido? y yo digo "pescada"...
"Sí, pero, ¿qué tipo de pescada?"....."pues pescada", me reafrmo....
Hay carcajadas generales....y alguno de ellos dice "Has comido japuta", y yo, bastante abochornado, (eso no se puede decir, claro), lo pregunto.... "¿es que el pescado se llama así?". 
¡Ya me parecia a mí muy gordo el taco para que lo dijera tía Mariana!.

domingo, 21 de agosto de 2016

El cuarto de "las ratas"




El "cuarto de las ratas".
Para amedrentar a los enanos, que pudiéramos portarnos mal, existían varios recursos. Así, existía un "hombre del saco" que podría llevarte (nunca supimos a dónde), "la bruja piruja" -o similar- que tampoco supimos con certeza qué podría pasar con ella. 
Lo más concreto residía en el "cuarto de las ratas". Lugar que estaba debajo de la escalera de casa de la abuelita. Era un lugar en el que, por ejemplo, si no te tomabas la sopa.... pues acababas allí (supongo que sin sopa) y.....alguien te sacaría, pero esta amenaza cumplía su función, es decir, que .... con tal de no ir al "cuarto de las ratas", te tomabas la sopa.
A mí me pareció digno de estudio el tal cuarto y, aprovechando que no había mayores en las cercanías, abrí la puerta. Olía claramente a humedad y a antigüedad, miré por las esquinas por si había agujeros, que no los había o no los vi, así que separe ratas, de cuarto de.
Más no separé lo desagradable que pudiera ser estar allí un rato de la amenaza. Es decir, traduje, "como no te tomes la sopa irás a un cuarto desagradable...". Pero ya era mucho menos dramático.
Con todo, era mejor tomarse la sopa, aunque fuera con la, para mí, estúpida máquina que es la cuchara y hubiera que hacerlo sin ruido y sin meterte toda la cuchara en la boca.
Ahí tenemos una foto del exterior del "cuarto de las ratas".


lunes, 15 de agosto de 2016

la heladera

Escribir sobre el frío, sobre cómo conseguir frío, desde dentro de una fábrica de calor es una desmesura, pero, por eso es, quizás, mucho más atractivo. Además, y por si fuera poco, "¡el frío no existe!", según mi padre...luego, doble -o triple- mente atractivo. ¡Había que conseguirlo!.
Lugar, ¿cómo no?, en casa de la abuelita, por estas fechas de hace... los años que sean... San Pedro y San Pablo, fiesta por el abuelo, comilona y miles de gentes de todas las generaciones y, en el postre: ¡helado! ¡frío!, con una temperatura ambiente de 313ºk, a la sombra....
La máquina mágica se llamaba heladera y, en ella, se trataba de agitar la mezcla de "harina tostada" o "leche merengada" o "chocolate", según dictaminara alguna de las tías, en un baño que estuviera a 263ºk, o por ahí.
Se conseguía con una mezcla de hielo -barras de hielo- que traían chorreantes y envueltas en sacos de arpillera y que, lo más pronto posible desde "el portal", se pasaban a la cocinilla, a ser albergadas en unos barreños galvanizados donde se partían a martillazos para conseguir trozos manejables.
Con una mezcla de hielo, sal y, paja (ésta última, al parecer, para protegerla de las posibles radiaciones solares) introducidas todas entre un cubo de madera y un cilindro rotatorio en el que estaba la mezcla a "helar", se conseguían los -15º C, o por ahí, necesarios.
En casa de la abuelita había una heladera grande, que el tío Félix había sacado de no sé dónde. Pepe -el tío Pepe- se quejaba porque "esa no funcionaba", (lo que era cierto) y habría que ir a buscar "la de las tías", que sí lo hacía. Más pequeña.
Primero había que limpiarlas y, una vez con esa condición, se "montaban". Primero el cilindro metálico dispuesto en su lugar en el centro del cubo. En el centro de su cara inferior había un pequeño vástago que encajaba en una cavidad metálica del cubo de madera. Se dejaba caer hacia un lado.
Se vertía la mezcla -riquísima, por cierto- a helar. Se introducía en ella una especie de escalera entre metálica y de madera y se ponía la tapa, que tenía un engranaje cónico -me dijeron- que, en la heladera de casa de la abuelita era el origen de un montón de problemas.
Entre el cubo y el cilindro, los trozos de hielo salado. A mano, con la mano helada y, de vez, en cuando, chupando los trozos. Había que tenr cuidado de no desperdiciarlos y hacerlo pronto y rápido.
Una vez llena la cavidad hasta casi el borde y con el cilindro centrado, se ponía la máquina infernal, una especie de puente de hierro fundido, con una manivela en un lado y una mediopalometa en el otro.
Se encajaba -y, como dice mi hermano Nico- se sujetaba aunque fuera con el pie. Y se comenzaba a dar vueltas. Ruido: todo. Satisfacción poca. En la heladera grande, gastada, el engranaje del puente resbalaba contra el de la tapadera y el cilindro no daba vueltas....Quejas, enfados y, viaje a casa de las tias, rápido, para no desperdiciar el hielo.
Vuelta a empezar, esta sí funcionaba. Vueltas y más vueltas. De muy tarde en tarde, se abría el artilugio a ver si "cuajaba".... hasta que cuajaba.
Mi padre explicaba que el artilugio anterior, medio madera, medio metálico, giraba al contrario que el cilindro exterior, para agitar la mezcla y no dejar que se pegara a la zona auténticamente fría del dispositivo.
Pues eso, se hacía uno de "harina tostada", otro de "caramelo" y otro de lo que fuera... Cada vez que uno de ellos había cuajado, se avisaba a tía Isa o tía Teresa, quienes lo recogían en una sopera y se lo llevaban rápido.
Enjuague del cilindro y volver a empezar.
Fiesta...
Y, de, postre helado, 43ºC, en el patio. 33ºC en el comedor, -4ºC en la taza. ¡Qué gozada!.



la heladera

Escribir sobre el frío, sobre cómo conseguir frío, desde dentro de una fábrica de calor es una desmesura, pero, por eso es, quizás, mucho más atractivo. Además, y por si fuera poco, "¡el frío no existe!", según mi padre...luego, doble -o triple- mente atractivo. ¡Había que conseguirlo!.
Lugar, ¿cómo no?, en casa de la abuelita, por estas fechas de hace... los años que sean... San Pedro y San Pablo, fiesta por el abuelo, comilona y miles de gentes de todas las generaciones y, en el postre: ¡helado! ¡frío!, con una temperatura ambiente de 313ºk, a la sombra....
La máquina mágica se llamaba heladera y, en ella, se trataba de agitar la mezcla de "harina tostada" o "leche merengada" o "chocolate", según dictaminara alguna de las tías, en un baño que estuviera a 263ºk, o por ahí.
Se conseguía con una mezcla de hielo -barras de hielo- que traían chorreantes y envueltas en sacos de arpillera y que, lo más pronto posible desde "el portal", se pasaban a la cocinilla, a ser albergadas en unos barreños galvanizados donde se partían a martillazos para conseguir trozos manejables.
Con una mezcla de hielo, sal y, paja (ésta última, al parecer, para protegerla de las posibles radiaciones solares) introducidas todas entre un cubo de madera y un cilindro rotatorio en el que estaba la mezcla a "helar", se conseguían los -15º C, o por ahí, necesarios.
En casa de la abuelita había una heladera grande, que el tío Félix había sacado de no sé dónde. Pepe -el tío Pepe- se quejaba porque "esa no funcionaba", (lo que era cierto) y habría que ir a buscar "la de las tías", que sí lo hacía. Más pequeña.
Primero había que limpiarlas y, una vez con esa condición, se "montaban". Primero el cilindro metálico dispuesto en su lugar en el centro del cubo. En el centro de su cara inferior había un pequeño vástago que encajaba en una cavidad metálica del cubo de madera. Se dejaba caer hacia un lado.
Se vertía la mezcla -riquísima, por cierto- a helar. Se introducía en ella una especie de escalera entre metálica y de madera y se ponía la tapa, que tenía un engranaje cónico -me dijeron- que, en la heladera de casa de la abuelita era el origen de un montón de problemas.
Entre el cubo y el cilindro, los trozos de hielo salado. A mano, con la mano helada y, de vez, en cuando, chupando los trozos. Había que tenr cuidado de no desperdiciarlos y hacerlo pronto y rápido.
Una vez llena la cavidad hasta casi el borde y con el cilindro centrado, se ponía la máquina infernal, una especie de puente de hierro fundido, con una manivela en un lado y una mediopalometa en el otro.
Se encajaba -y, como dice mi hermano Nico- se sujetaba aunque fuera con el pie. Y se comenzaba a dar vueltas. Ruido: todo. Satisfacción poca. En la heladera grande, gastada, el engranaje del puente resbalaba contra el de la tapadera y el cilindro no daba vueltas....Quejas, enfados y, viaje a casa de las tias, rápido, para no desperdiciar el hielo.
Vuelta a empezar, esta sí funcionaba. Vueltas y más vueltas. De muy tarde en tarde, se abría el artilugio a ver si "cuajaba".... hasta que cuajaba.
Mi padre explicaba que el artilugio anterior, medio madera, medio metálico, giraba al contrario que el cilindro exterior, para agitar la mezcla y no dejar que se pegara a la zona auténticamente fría del dispositivo.
Pues eso, se hacía uno de "harina tostada", otro de "caramelo" y otro de lo que fuera... Cada vez que uno de ellos había cuajado, se avisaba a tía Isa o tía Teresa, quienes lo recogían en una sopera y se lo llevaban rápido.
Enjuague del cilindro y volver a empezar.
Fiesta...
Y, de, postre helado, 43ºC, en el patio. 33ºC en el comedor, -4ºC en la taza. ¡Qué gozada!.



más polos, que es verano....

...tal día como hoy, ¿hace 55 años?....pues, por ahí. Calle "del Marqués", nº 40, aún no han llegado todos los que van a comer en "el comedor" (que se llama así por antonomasia)....se van a reunir los Martínez que hay más de los que hay, los que están por llegar...
En "el portal", un puñado de jóvenes (por aquél entonces estaba mal visto decír "jóvenas"), mejor dicho, púberés -y púberas- y "prepúb....etc.etc.".
....hay que aguardar que los "mayores", coman (porque se supone que han llegado los tardones -normalmente las parejas que tienen un último vástago en edad de pocos meses-), se tomen en café, que era algo así como un rito solemne, hayan puesto al último enano manejable encima de la mesa, le hayan dado los posos de café con montones de azúcar, lo hayan visto reptar de una cuchara a otra, disfrutando como mentores y tutores de grandes sagas familiares futuras (entonces no se decía "virtuales").... y, poco a poco, se hayan ido diluyendo a las butacas "de mimbre" de debajo de la lucerna, alguna cama de "arriba" o, en el peor de los casos, una silla en el portal.
....hay que aguardar que pase eso, y que nos fijemos en la gran figura referencial...el abuelo. Pablo, Patriarca entre los grandes próceres de los clanes linarenses....sabemos que ha dormido -no recuerdo dónde- y, atentos todos a los ruidos de la calle que atraviesan la puerta "principal" sin los cristales de las ventanas superiores....
... silencio, se masca el calor, el ronquido lejano del tío Felix, el duermevela de la tía Isa, la lona de la puerta del patio que ondula bajo las bolsas de aire caliente que entran -o salen- de la casa....y, ¡atención!, una voz lejana, lejana, pequeñita, se oye......
...."¡al rico helado mantecado!".....
¡está ahí!¡ya viene!....¿dónde está el abuelo?....¿se ha levantado ya?...
¡Sí!, está sentado en la penumbra sudorosa de "el portal", hay silencio general... menos la vocecilla, ya voz, principio de la calle marqués...."...¡al rico helado mantecado!..."...
¿Tendremos suerte hoy?....¿lo oirá el abuelo?.... todos los pre-pre-púberes, púberes, pre-adolescentes, casi adolescentes, medianos, mediomayores....etc. ansían que la voz se manifieste cercana....¡ya viene!¡por lo menos va por la casa de Pepín Arroyo!¡Está al caer¡,¿alguien vigila la actitud del abuelo?....
Estoy seguro de que Hitchcock hubiera aprendido "suspense" en esta ocasión....
¡Está ahí!. Se oye por encima de cualquier otro ruido.
El abuelo echa mano al bolsillo, un millón de ojos lo contemplan.... ¡va a sacar unas monedas!....¡las saca!.....y se las da a cualquiera de los mayores menores que pueden recibirlas....Se abre la puerta, se calla el heladero y.... uno de nosotros sale corriendo por la puerta.
Vuelve con un montón de palos con un poco de hielo de color en la punta, chorreantes, fríos, ¡fríos!....¡friíííísimos!....y los reparte.
El suelo se llena de gotas de lo que no podemos chupar, coger, sorber o aspirar...
Al cabo de unos minutos todos tenemos un palo, algo húmedo, entre los dedos...
¡Uffff!, ¡qué emoción!....

jueves, 5 de mayo de 2016

la piedra de Arquillos

En la carretera que va de desde la estación de Vadollano hasta Arquillos, hay un pequeño, pequeñísimo, "puerto". Se pasa de un llano en donde hay un pueblito de "Colonización" al llano olivarero de Arquillos.
Antiguamente la carretera era un poco más virada que la actual, las pendientes más acusadas porque empezaban de pronto, en cuanto se llegaba a la más mínima montañita y, por eso, aquello me parecía más alto de lo que me pueda parecer hoy.
En el estrechamiento que está alrededor de las coordenadas 38,14º N y 3,46ª O, hay, hubo, o creo recordarlo así, una piedra extraordinaria.
Yo fui allí con tío Jose, con la "furgo" y un plantel de primos y primas al uso. Bajamos y, no muy lejos de la carretera accedimos a una piedra que se parecía a un castillo, tenía un pasadizo de entrada, que subía a un patio de armas, arbustos de la zona llenaban el patio. Las murallas, casi cortadas a pico, nos permitían dominar a todo aquel que hubiera querido conquistarlo. Eramos guerreros dispuestos a dar nuestra vida o nuestras almas por quién sabe qué, pero, aguerridos, lo que se dice aguerridos, más que el mismísimo Cervantes en Lepanto.
Sin embargo, una fuerza modesta nos derrotó. En determinado momento, no demasiado tiempo después de nuestra llegada, la voz del Caballero Don José María Díaz del Corral y Sáenz de Santamaría, dijo: "Chicos, nos vamos".
Cedimos las armas con los honores propios de caballeros no rendidos si no a la evidencia del lugar que ocupábamos en la escala familiar.
Bajamos del castillo, pero, entonces, subimos a la carroza que nos llevaba con nuestras amadas... madres o tías. ¡A ellas les rendiríamos nuestras armas!¡sólo a ellas!. Bien merecía la pena. Era hora de merendar.

Luego incluiré las fotos de la panda...











El hondo Peñalcon

Esta era una de las excursiones solemnes. Es decir, no era la de casi todos los días ni, siquiera, la del "Cortijo de Abajo" que requería cierta preparación. La excursión al "HondoPeñalcón" era de digna de ser anunciada, preparada y, prevista.
Mañana, o pasado -quién sabe- vamos al "Hondo", dicho de forma esotérica y seria. Eso era lejos, de las de ir por la mañana  y volver por la tarde. Vamos, una expedición.
Ni que decir tiene la preparación de hogazas, latas de sardinas, foie-gras, anchoas, las bebidas que se llevaran para los "mayores" y, todo, ¡a las talegas!.
Salir de mañana, hacia el este, hacia la "Era del Boquerón". Por el carril que nos comunicaba con la civilización buscando el 'hueco' que se asomaba al "Hondo".
Llegados a él, andamos ya con cuidado buscando la senda que baja entre matujos y pinos, no demasiado grandes, hacia la fuente que nos servía de etapa intermedia.
Ésta era una fuente benéfica, no tanto de bajada como después, a la subida. Era una especie de escalón en el monte al que se accedía por sus dos lados, como si hubiera que rodearla para que no escapara. 
No demasiada sombra, pero si agua, bebida a morro en el charco o por medio de uno de esos vasos de aluminio plegables que tanto juego dieron.
Seguimos hacia abajo. Al poco tiempo entramos en una especie de valle que acompaña, ya casi plano a una rambla y un carril, hay chopos y alguna presencia humana....hay un ruido allí, al fondo, hacia la izquierda, un ruido mecánico que corresponde al extraño engendro de la "Serrería del Río Tus". 

Confluencia de carriles, tiramos a la izquierda, hacia el ruido. A la derecha hay un río que veo como grande, dada la sequedad de la referencia que tenemos en la casa. Hay "pozas" que nos servirán para bañarnos en algún momento, espero, de un futuro inmediato.
Anda que te anda, y, a la izquierda, un carril que lleva a un cortijo -o casa formal- que tiene la extraña compañía de una "casa de las fieras", donde, dicen, los dueños hacen vivir a su panda de hijos. 
Tanto la casa "madre", como la "hija" son construcciones de piedra, hechas con cuidado y cierta elegancia.
Más adelante, una explanada sin pinos donde hay pilas de troncos cortados y, un poco más lejos, bajo unos cobertizos, la máquina generadora del ruido. "Están haciendo tablas". ¡Ah!, supongo, que hay que decir.
Vuelta hacia atrás hacia un recodo del río -Tús- donde hay sitios para bañarse, sentarse y, llegado el caso, echar la siesta. Magnífico.
A la tarde, es decir, después de dar cuenta de las sardinas, foie-gras, anchoas y demás, hay que planificar la vuelta a la casa.
Arrancamos por el carril y, de éste, al otro que ahora sale a la derecha. Se acaba el vallecito, subida notoria hasta la fuente donde, ahora, merendamos.
Esperamos un rato porque, cuando subamos hasta el "hueco", nos vamos a encontrar el sol de frente.
Así es, en cuanto coronamos la cuesta, hay un atardecer sensacional. El puntal nos marca una cierta sombra y, amparados en ella, descendemos hacia la casa. 
Los exploradores Martínez han vuelto al redil.

domingo, 10 de abril de 2016

La "greda"

Yo creo saber qué es la "greda". Sin embargo, he ido a buscarla en Wikipedia... y resulta que es más complicado de lo que parece. 
En La Sierra -el paraíso-, o teníamos claro. Y, si no, le pedíamos a algún mayor que nos la proporcionara. Recuerdo que, en el camino hacia "la fuente fresca", en mitad del carril, había unas tierras de colorines. Se tomaba una porción de ellas y, en algún cacharrito al efecto, la mezclabas con agua. 
Si conseguías la proporción adecuada empezaba a formarse una pasta muy maleable, hacías una bolita, la enrollabas sobre alguna superficie, pasaba a churro más o menos largo y, a partir de ahí, como si fueran piezas, se montaban sillas, mesas o lo que fuera.

Lo más sencillo de hacer eran cuencos. A partir de la bolita, se apretaba más por un lado que por otro y, por decirlo de alguna forma, se le hacía un "bollo" en un lado respetando la curvatura del lado contrario. Resultado: una taza... si se hacía más abierto, un plato, si era grande, una fuente. Total, la vajilla casi completa (faltaban los cubiertos, claro)....
Pues, si ya teníamos los enseres, faltaba la "casa"....y, para ello, lo mejor era volver a la antigüedad, es decir, a las cuevas....de arena.
Se cogía un palo, con él, se arañaba la superficie hasta que llegaba a ser lo suficientemente grande como para que pareciera una habitación. Con bastante más cuidado se alisaban el suelo para que pareciera suelo y el fondo, para que pareciera pared. 
En el límite, entre dos huecos, se podía tender una escalera, aunque los escalones eran inalcanzables en su realización. Bueno, pues una cuesta entre dos huecos.


Total: greda como material versátil y sitios donde explotar la habílidad en los trabajos que pudiéramos hacer con ella...

Aquello era fantástico.... Si, además, los pinos tenían entre sus raíces superficiales unas formas un tanto extrañas, con terrazas muy lisas, podíamos hacer carreteras, había grandes vías de agua (los tornajos), donde podíamos flotar las conchas de pino, abarquilladas con más o menos éxito, la música del viento en los pinos, la comida que, siempre, estaba buenísima (sobre todo las conservas "Albo", las migas y unas cuantas cosas más), ¿cómo no íbamos a decir que estábamos en "El Paraíso".

martes, 29 de marzo de 2016

la gran excursión

Un día cualquiera, dentro de cualquier estancia en el paraíso...al tío Rafa se le ha ocurrido montar, con el aparato de propaganda que le ha hecho falta, una "gran excursión"....vamos a estar andando durante doce horas, u ocho, que tanto da.... vamos a hacer un paseo magnífico.... todo el día andando....
Y, lo que podía haber pasado desapercibido, una idea más.... pasa a poder realizarse. Yo me planteé que cómo íbamos a llevar la comida, para toda la pandilla, durante todo el día, pero eso era tarea de los mayores. Seguro que con la costumbre que tenía tía Teresa de echar talegas con pan y foie-gras, se resuelve sin problema.

Pues eso, echamos a andar. Sólo Rafa Martínez sabe dónde vamos, así que hay que seguirlo. Tiramos en dirección hacia los Calarejos, por la vía de la Era del Boquerón, carril alante, casa de los forestales, tornajos de los Calarejos -que eran de obra y mucho más feos que los nuestros, dónde iban a parar- y, carril alante

Llegamos a un sitio en el que parece que se acaba la montaña. Hay una senda que lo mismo es un carril viejo que una senda de ajorre.
Baja hacia un paraje desconocido. Al fondo, abajo, se ven, como es natural, pinos y algunos campos que parecen estar sermbrados. Por decirlo alguna referencia estamos en una especie de bisectriz entre un lado que hubiera sido el camino de la fresnadilla, a la derecha y por el otro lado, el borde que hay entre los Calarejos y el hondo de Peña Halcón. 
Bajamos, con el cuidado consiguiente. El camino es pendiente, pero soportable, algún zig-zag y, llegamos al más o menos "llano". Hay un carril que -dice Rafa- lleva al fondo del Hondo y andamos por él durante un rato.

A "mitad" del carril -es una forma de decirlo- tiramos a la derecha. Atravesamos una pradera llena de juncos y nos introducimos en un pinar alto. Hay un carril bien delimitado.  
Despues de un grupito de casas, una bajada pronunciada, un río, se tuerce a la derecha y, ¡sorpresa!...¡En el paraíso hay cascadas!. Es "El saltador".
Así, como suena, una cascada. Bueno, es algo más, es una piedra que tiene forma de cascada y está mojada, porque no hay más agua, por una fina cortina de agua.
Debajo una "poza", magnífica para bañarse, así que, ¡todos a a ella!...
Grandes y pequeños, pequeños y grandes, todos en escabeche...
Creo que comimos allí, al lado, o bien un poco más abajo porque había menos pendientes y sombras agradables.
Luego, después de comer, paseo a un lugar increíble: "El charco azul", una especie de piedra en la que el agua ha labrado unos pasos que, curiosamente, están suaves y resbalosos. Te sientas en medio del agua, te dejas arrastrar y, ¡al charco!.
No he vuelto ahí desde entonces, pero, tengo que hacerlo. Está, creo, señalado en los mapas de la zona y tiene acceso, eso sí que me consta, desde la carretera que va desde la Fresnadilla hacia "El Yelmo". Un poco antes de llegar a "las Acebeas", de la que, en algún momento hablaremos.
A la tarde, vuelta a casa. Salimos por un carril, nos desviamos a la derecha, un pequeño puerto y... ¡hoy no salimos de sorpresas!, hemos llegado al "Seminario", es decir, la Fresnadilla. 
Desde ahí, a casa, carril, arroyo de La Almoteja, Las Asperillas, la Fuente Fresca y algo después, el "campo de fútbol", casa, cena y ¡a la cama!. No había energía para otra cosa más.



jueves, 24 de marzo de 2016

objetos ratos: linterna y carro

El primero no parece lo que es o no es lo que parece. De chapa, con un cromado mate y, posiblemente avejentado por el uso, se abre con una charnela en ambos extremos. Y, en la parte de arriba tiene un abultamiento de cristal, que parece hecho expresamente para que no funcione.
Debajo de ese abultamiento hay dos cosas: una bombilla y una pila, luego es una linterna....pero que alumbra poco y, por si fuera idem, la pila se gastaba con facilidad. Traté de pedírsela prestada a papá para hacer alguna incursión en la noche. Creo que fue la primera vez que vi la luz "caerse" como si fuera un cubo de agua al suelo. Es decir, que esa luz no era -ni mucho menos- como rayos, más bien como cuerdas flácidas.
Digo todo eso porque puse en esa linterna la esperanza de investigar en cuevas. Sabíamos de alguna manera que había cuevas en algún lugar de los alrededores y, por ello, con una linterna que alumbrara penetraríamos en las entrañas de la tierra.
Cuevas encontramos, luz para verlas por dentro, no. Luego contaremos algo al respecto.
He aquí la linterna.


el carro de mano:

¿Cómo se resolvía el transporte?. No había coche, ni burros ni mulos y, en bastantes ocasiones había que trasladar piedras, maderas o enseres varios. No era cuestión, en muchos casos, de echársela a los hombros, así que, en algún momento, el tío Félix hizo un "carro de mano". De madera, espléndido, largo y recio y con una espeie de escudo en la parte anterior que, si te sentabas encima (¡cuidado con la "curcusilla"!) y ponías los pies a los lados de la rueda, te podían llevar de paseo botando cual balón encima de las posaderas.
Lo más curioso es que tenía una rueda de hierro. Negro, de fundición que, al parecer, era tan importante que cada final de vacaciones, se quitaba del carro y se llevaba a Linares. Al año siguiente se traía y volvíamos a tener carro. Para los primos, poder llegar a llevar el carro -sin carga, claro- era un ascenso notorio en el rango de aventureros....¡lástima que no tuviera volante ni marchas!, yo habría empezado a conducir unos cuantos años antes.







jueves, 10 de marzo de 2016

la primera visita a "El Hoyo".

EN HOMENAJE Y REGALO A TÍA MATILDE...

Imaginémonos.... toda, TODA, la pandilla Martínez-Linares en marcha. Aquello tenía que dejar chicos a los judios saliendo de Egipto.
A "Santa Margarita", a coger el tranvía para acceder a "La Cruz". Por supuesto, lleno total, algún día de alguna mañana de alguna estación climática agradable.
Llegamos a la última parada, bajo los eucaliptos que bordean la fundición, bajamos y echamos a andar, torcer a la izquierda, aún bajo eucaliptos y aparece una calle/carril recto y largo. A la derecha hay alguna vegetación y, un poco más lejos, la muralla que sirve de límite a "la colonia". Éste era un lugar donde estaban "los ingenieros" y, se decía, que había franceses o ingleses entre ellos. Al fondo, sobre los "chalets", se vislumbra una chimenea de piedra de la que sale algún tipo de humo.
Anda que te anda, el recto carril no parece tener fin. Yo me pregunto -y pregunto- que ¿a dónde vamos?... Al "Hoyo" y.... ¿qué es el Hoyo?, pues, según me enteré una "finca" que tenía tía Matilde. Designios extraños eso del "tener", yo no me había enterado de la tal finca y llevaba un tiempo significativo conociendo a tía Matilde, o sea, que las fincas aparecen y, esperemos, no desaparezcan, sobre todo si me van a gustar.
Empezamos a acercarnos a una curva amplia que traza el carril yendo a la derecha....pues habrá que seguirla...pero no, en un cierto punto y sin señal identificativa ninguna, nos hacen bajar por el talud.
No hay señal ninguna, hay que dejarse rebalar hasta llegar a un camino que sale de entre la maleza rala del lugar, es cuesta abajo y nos dejamos ir



La pandilla se ha hecho una línea, en cabeza supongo que algún mayor que indica el camino e, inmediatamente después, la caterva de chiquillos-primos jaleosos y vociferantes. Nosotros no tenemos problemas, saltando por encima de las piedras, pinchándonos con los ramajes, llegamos a un carril al que nos incorporamos, pero. ¡cáspita!, si los últimos cinco metros son un despeñadero....me pregunto ¿cómo van a bajar por aquí los mayores?. 




Creo recordar que en esta excursión venían tia Calle y tía Mariana. Eran -por razón de la fecha- más jóvenes de lo que fueron después, pero, eran mayores y les veía yo dificultad al hacerlas pasar por allí....
Pues no sé cómo se la arreglaron o cómo se lo arreglamos, pero pasaron y sin grandes traumas. 
Proseguimos, ya por el carril, hasta llegar al olivar. Curva amplia a la derecha que nos da buenas vistas sobre la finca a donde vamos. Hay unas ruinas, una chimenea y restos de viviendas que, -para no pegar contribución, como nos explicaron- estaban sin tejados. Montones de una tierra que parece blanca y, sobre todo, olivos.

Curva a izquierda final -aunque creo que tomamos un atajo-, y llegamos al cortijo. Nos presentan a Pedro que, junto con Petra -creo- y Pedro Luis -casi seguro- fueron los protagonistas años más tarde del famoso chiste de Juancho.
Hay unos arbolazos tremendos -chaparros o encinas- debajo de los cuales algunos animales comen hierba o algo parecido... 
El "cortijo" es pequeño, con un 'corral' inmenso al lado y, al fondo, en un pequeño altozano -entre olivos- está la casita del pastor.
Echamos a andar en dirección a una chimenea. Hay unas construcciones impresionantes, sin techo claro, pero impresionantes y una casita cercana a un gran muro. 
La construcción que era la base de la "cabria" es un buen montón de piedras cuidadosamente colocadas, al lado, la sala de máquinas, tiene una gran ventana encarada hacia la cabria. Por ahí, nos dijeron, salían los cables para subir las vagonetas del fondo de la mina.
Una especie de túnel es avisado como peligroso. Hay ahí un pozo negro en el que se vislumbra agua al fondo y que se confirma cuando echamos algunas piedras.
Al lado de la casita hay una especie de cantera. De ahí, al parecer, se sacó la arena de las construcciones....
Bajamos hacia la chimenea que está construida sobre una base paralelepipédica. Desde dentro de la misma... se "ve la luna" (decían los mayores, yo lo que veía era un trozo de cielo). Un arenal marca lo que será un arroyo en los días de lluvia.
Aquel paraíso no se parece a las Anchuricas, es otra cosa. Por ejemplo, detrás de esas grandes construcciones, hay unas "terreras"

Aquel paraíso no se parece a las Anchuricas, es otra cosa. Por ejemplo, detrás de esas grandes construcciones, hay unas "terreras", según nuestro vocabulario. 
De "tierra" no tienen nada; son los estériles que han sacado de la mina para llegar a la galena. Su textura es casi blanca, con trozos no demasiado grandes de granito. Tienen la particularidad maravillosa de que no manchan, tienen una pendiente uniforme y, cuando te tiras a resbalar sobre alguna de sus pendientes, se van desmoronando a medida que caes. O sea, que llegas al punto más bajo rodeado de polvo, chinos y arenas... Subes otra vez y, vuelta a empezar.

Dicho sea de paso, me maravilla la cantidad de aventuras que pasamos en nuestra infancia.... y nunca tuvimos ningún accidente ni contusión significativa. Es verdad que los mayores nos observaban, daban alguna indicación oportuna y, ¡a jugar!.
En la parte baja de la terrera principal había un canal que era de lo más sorprendente. Normalmente estaba lleno de la arena que traía el arroyo, pero llegué un día -posterior a este, claro-, a pasarlo, andando con el fondo, acompañando a tio Juan. El borde sobrepasaba ampliamente nuestras cabezas.... O sea, arena -piedra molida, claro- por todos lados.
-foto 1-


Una de las cosas que más me llamó la atención en este primer día era el problema del agua. No había ninguna fuente por ningún lado y, llegado un momento determinado, me invitaron a ir con Pedro, el cortijero, y con un mulo con aguaderas, al manantial a llenar los cántaros.
Yo lo recuerdo tal y como lo dibujo. Pero, también recuerdo que era algo peor. No tenía tantas piedras ordenadas y sujetas como las he pintado. Es más, era difícil llenar los cántaros. Aquello me produjo un poco de decepción. La casa y el entorno me encantaron. ¡Era -es- un paisaje magnífico!, pero.... eso de depender de los cántaros...

La panda Martínez anduvo por todos lados, olisqueando todo y tomando contacto con lo que constituyó un referente paisajístico y paradisíaco tan cercano a Linares.
Pero, lo mejor de todo, lo constituyó la vuelta. 
Al final de la tarde anduvimos, valle abajo por la continuación del camino de venida. Pasamos al lado del manantial citado que, aprovecho ahora para decir, que estaba donde acababa el altozano coronado por la ermita de San Bartolomé y empezaba la llanura. 
Al fondo, hacia el atardecer, hay una línea extraña en mitad del valle, unos árboles -supongo que eucaliptos- y una casita y, ¡no puede ser!, vamos hacia un tren, "trenillo", dijeron que se llamaba que venía desde La Carolina hacia Linares.
La casita era una estación. Allí esperamos a un tren comenzado con una locomotora verde y unos vagones en los que me fijé que tenían las ruedas muy pequeñas. Recuerdo el resople de la locomotora al acometer las cuestas y en que se le salía el agua de los depósitos que tenía a ambos lados de la caldera. 
Me he pasado años buscando fotos del "trenillo" y, según los historiadores ferrocarrileros linarenses es el que acompaño en la foto...
La vuelta a casa, desde la estación de la carretera de Baños resultó lo pesada que le resulta a un chiquillo andar por las calles después de un día sensacional.. y mañana, ¡colegio!.