jueves, 10 de marzo de 2016

la primera visita a "El Hoyo".

EN HOMENAJE Y REGALO A TÍA MATILDE...

Imaginémonos.... toda, TODA, la pandilla Martínez-Linares en marcha. Aquello tenía que dejar chicos a los judios saliendo de Egipto.
A "Santa Margarita", a coger el tranvía para acceder a "La Cruz". Por supuesto, lleno total, algún día de alguna mañana de alguna estación climática agradable.
Llegamos a la última parada, bajo los eucaliptos que bordean la fundición, bajamos y echamos a andar, torcer a la izquierda, aún bajo eucaliptos y aparece una calle/carril recto y largo. A la derecha hay alguna vegetación y, un poco más lejos, la muralla que sirve de límite a "la colonia". Éste era un lugar donde estaban "los ingenieros" y, se decía, que había franceses o ingleses entre ellos. Al fondo, sobre los "chalets", se vislumbra una chimenea de piedra de la que sale algún tipo de humo.
Anda que te anda, el recto carril no parece tener fin. Yo me pregunto -y pregunto- que ¿a dónde vamos?... Al "Hoyo" y.... ¿qué es el Hoyo?, pues, según me enteré una "finca" que tenía tía Matilde. Designios extraños eso del "tener", yo no me había enterado de la tal finca y llevaba un tiempo significativo conociendo a tía Matilde, o sea, que las fincas aparecen y, esperemos, no desaparezcan, sobre todo si me van a gustar.
Empezamos a acercarnos a una curva amplia que traza el carril yendo a la derecha....pues habrá que seguirla...pero no, en un cierto punto y sin señal identificativa ninguna, nos hacen bajar por el talud.
No hay señal ninguna, hay que dejarse rebalar hasta llegar a un camino que sale de entre la maleza rala del lugar, es cuesta abajo y nos dejamos ir



La pandilla se ha hecho una línea, en cabeza supongo que algún mayor que indica el camino e, inmediatamente después, la caterva de chiquillos-primos jaleosos y vociferantes. Nosotros no tenemos problemas, saltando por encima de las piedras, pinchándonos con los ramajes, llegamos a un carril al que nos incorporamos, pero. ¡cáspita!, si los últimos cinco metros son un despeñadero....me pregunto ¿cómo van a bajar por aquí los mayores?. 




Creo recordar que en esta excursión venían tia Calle y tía Mariana. Eran -por razón de la fecha- más jóvenes de lo que fueron después, pero, eran mayores y les veía yo dificultad al hacerlas pasar por allí....
Pues no sé cómo se la arreglaron o cómo se lo arreglamos, pero pasaron y sin grandes traumas. 
Proseguimos, ya por el carril, hasta llegar al olivar. Curva amplia a la derecha que nos da buenas vistas sobre la finca a donde vamos. Hay unas ruinas, una chimenea y restos de viviendas que, -para no pegar contribución, como nos explicaron- estaban sin tejados. Montones de una tierra que parece blanca y, sobre todo, olivos.

Curva a izquierda final -aunque creo que tomamos un atajo-, y llegamos al cortijo. Nos presentan a Pedro que, junto con Petra -creo- y Pedro Luis -casi seguro- fueron los protagonistas años más tarde del famoso chiste de Juancho.
Hay unos arbolazos tremendos -chaparros o encinas- debajo de los cuales algunos animales comen hierba o algo parecido... 
El "cortijo" es pequeño, con un 'corral' inmenso al lado y, al fondo, en un pequeño altozano -entre olivos- está la casita del pastor.
Echamos a andar en dirección a una chimenea. Hay unas construcciones impresionantes, sin techo claro, pero impresionantes y una casita cercana a un gran muro. 
La construcción que era la base de la "cabria" es un buen montón de piedras cuidadosamente colocadas, al lado, la sala de máquinas, tiene una gran ventana encarada hacia la cabria. Por ahí, nos dijeron, salían los cables para subir las vagonetas del fondo de la mina.
Una especie de túnel es avisado como peligroso. Hay ahí un pozo negro en el que se vislumbra agua al fondo y que se confirma cuando echamos algunas piedras.
Al lado de la casita hay una especie de cantera. De ahí, al parecer, se sacó la arena de las construcciones....
Bajamos hacia la chimenea que está construida sobre una base paralelepipédica. Desde dentro de la misma... se "ve la luna" (decían los mayores, yo lo que veía era un trozo de cielo). Un arenal marca lo que será un arroyo en los días de lluvia.
Aquel paraíso no se parece a las Anchuricas, es otra cosa. Por ejemplo, detrás de esas grandes construcciones, hay unas "terreras"

Aquel paraíso no se parece a las Anchuricas, es otra cosa. Por ejemplo, detrás de esas grandes construcciones, hay unas "terreras", según nuestro vocabulario. 
De "tierra" no tienen nada; son los estériles que han sacado de la mina para llegar a la galena. Su textura es casi blanca, con trozos no demasiado grandes de granito. Tienen la particularidad maravillosa de que no manchan, tienen una pendiente uniforme y, cuando te tiras a resbalar sobre alguna de sus pendientes, se van desmoronando a medida que caes. O sea, que llegas al punto más bajo rodeado de polvo, chinos y arenas... Subes otra vez y, vuelta a empezar.

Dicho sea de paso, me maravilla la cantidad de aventuras que pasamos en nuestra infancia.... y nunca tuvimos ningún accidente ni contusión significativa. Es verdad que los mayores nos observaban, daban alguna indicación oportuna y, ¡a jugar!.
En la parte baja de la terrera principal había un canal que era de lo más sorprendente. Normalmente estaba lleno de la arena que traía el arroyo, pero llegué un día -posterior a este, claro-, a pasarlo, andando con el fondo, acompañando a tio Juan. El borde sobrepasaba ampliamente nuestras cabezas.... O sea, arena -piedra molida, claro- por todos lados.
-foto 1-


Una de las cosas que más me llamó la atención en este primer día era el problema del agua. No había ninguna fuente por ningún lado y, llegado un momento determinado, me invitaron a ir con Pedro, el cortijero, y con un mulo con aguaderas, al manantial a llenar los cántaros.
Yo lo recuerdo tal y como lo dibujo. Pero, también recuerdo que era algo peor. No tenía tantas piedras ordenadas y sujetas como las he pintado. Es más, era difícil llenar los cántaros. Aquello me produjo un poco de decepción. La casa y el entorno me encantaron. ¡Era -es- un paisaje magnífico!, pero.... eso de depender de los cántaros...

La panda Martínez anduvo por todos lados, olisqueando todo y tomando contacto con lo que constituyó un referente paisajístico y paradisíaco tan cercano a Linares.
Pero, lo mejor de todo, lo constituyó la vuelta. 
Al final de la tarde anduvimos, valle abajo por la continuación del camino de venida. Pasamos al lado del manantial citado que, aprovecho ahora para decir, que estaba donde acababa el altozano coronado por la ermita de San Bartolomé y empezaba la llanura. 
Al fondo, hacia el atardecer, hay una línea extraña en mitad del valle, unos árboles -supongo que eucaliptos- y una casita y, ¡no puede ser!, vamos hacia un tren, "trenillo", dijeron que se llamaba que venía desde La Carolina hacia Linares.
La casita era una estación. Allí esperamos a un tren comenzado con una locomotora verde y unos vagones en los que me fijé que tenían las ruedas muy pequeñas. Recuerdo el resople de la locomotora al acometer las cuestas y en que se le salía el agua de los depósitos que tenía a ambos lados de la caldera. 
Me he pasado años buscando fotos del "trenillo" y, según los historiadores ferrocarrileros linarenses es el que acompaño en la foto...
La vuelta a casa, desde la estación de la carretera de Baños resultó lo pesada que le resulta a un chiquillo andar por las calles después de un día sensacional.. y mañana, ¡colegio!.


















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