martes, 14 de abril de 2015

la furgo y las órdenes





Una de primos apañaos, ¡ea!

Para no ser demasiado complicados, ya que hablamos de la familia, podemos contar con que todos los Martínez sabemos que

a.- El tío Jose Mari (Diez del Corral y Sáenz de Santamaría), estuvo en el Sáhara haciendo prospecciones, cartografía, fotos, recuerdos, juguetes eléctricos de lata como el oso que bebía, de verdad,  incansablemente (¡qué ejemplo para la juventud!), una cámara fotográfica –Voitgländer- que hacía unas diapositivas preciosas y que se exponían en el salón de “casa de la abuelita” mientras los mayores tomaban café hecho en unas “cafeteras expreso” traídas, como todas las cosas anteriores, de unas islas extrañas que estaban muy lejos…. O sea, etc.,etc.,



b.- otro tío, digamos, más peculiar, al que “ordenaban” de vez en cuando. Por lo visto esas “órdenes” eran cada vez más importantes y uno, en su extrema infancia, iba viendo cómo los abuelos, así como “las tías”, cada vez tenían más interés en acudir a sus “órdenes”, que, al parecer se dictaban en el Seminario de Jaén: “capital del Santo Reino”.
Y la unión entre estas dos cosas parte de un hecho fortuito. El tío Jose, que era como apodábamos al primero de los citados, nos sacaba a pasear con bastante frecuencia, unas veces al “Hoy (de San Bartolomé, por favor), a la “Bullidera” (de Begíjar, faltaría todavía más) y, a donde quiera que se encartara.
El caso es que a su hijo mayor, Jose Mari, y a mí, “Rafalín” (¡maldita sea!, pero así era), nos llevaba casi a todos lados. La “furgo” era bastante especial y la gasolina de aquellos tiempos tenía algunas, digamos, imperfecciones. Jose Mari, primo, y yo, íbamos aprendiendo de las vicisitudes que tenían los viajes con su padre, y tío.
No, pero iba a hablar de la unión entre las dos cosas citadas arriba. De un lado las “órdenes”, de tio Carlos, de otro, la furgo y, de problema… que el tío Jose Mari, no estaba para la ocasión. Es decir, estaba en el Sáhara.
La familia tenía que ir, tenía que ir, teníamos que ir….Solución, el chófer de Arrayanes, un señor, mayor, hosco y, para mí, de mal carácter, llevaría la familia en la furgo del tío Jose.
No hay problema, salimos de la calle del Marqués, 40, casi tantos ocupantes como número de la casa, y, tiramos para Jaén.
Creo recordar que en la subida hacia Bailén, desde el arroyo donde, años después, el tío Carlos salió con el coche a buscar juncos, la “furgo” empieza a ratear, tose, anda un poco más, y, se para, definitivamente.
Un silencio sepulcral entre los mayores. Los sobrinos, sentados encima de los guardabarros, en un lugar que llamábamos…. (no me acuerdo, a ver si alguno lo recuerda), metiendo el jaleo normal.
Pero, hay un problema: aquello se ha parado y no vamos a llegar a las “òrdenes”.
El chófer abre el capó. El abuelo, al lado, y algún mayor más, supongo. Miran al motor sin saber qué hacer.
Un ratito después, aparecemos Jose Mari, primo, y yo, al lado de los mayores; “¿Qué pasa?”.
El chófer, el gran protagonista –teórico, como después se verá-, está callado, preocupado y sin saber qué hacer.
De pronto, a Jose y a mí, se nos ocurre copiar, literalmente, lo que el tío Jose hacía en esos casos. Nos dirigimos al sitio donde están las herramientas, cogemos una llave (plana, por favor), aflojamos la tuerca del filtro de gasolina, lo sacamos, lo miramos al trasluz, le soplamos, miramos otra vez, lo soplamos de nuevo, lo ponemos en su sitio, apretamos, ponemos la llave en su sitio y le decimos al chófer que “arranque”.
El hombre no está precisamente feliz y, si las miradas mataran, habría dos primos menos en la familia. Acciona el arranque, el motor se pone en marcha. Sube todo el mundo, y… llegamos a las órdenes.
A mí me “daba en la nariz” que había pasado ‘algo’. Y ‘algo’ peculiar. Es decir, dos niñitos –ahora se diría “niñatos”- corrigen a un mayor, arreglan un entuerto y… ¿no pasa nada?.
En los momentos en que tuve que pasar delante del chófer puse un cuidado exquisito. No mirarlo, no pensar, no sonreir, no decir nada… desaparecer, en suma.
Pero no estaba tranquilo.
Tuvo que ser papá, que, al advertir mi turbación, ni menos ni más, me puso la mano en el hombro y dijo algo así como “lo habéis hecho bien, no le des más vueltas”.

…. Y volvimos a Linares.

lunes, 6 de abril de 2015

Embalse de las Anchuricas

 No dejéis de visitar estos extraordinarios y desconocidos parajes.

Otra vista de las aguas verdes del embalse
Nacimiento del Río Toba