lunes, 22 de agosto de 2016

Los Cuentos de Calleja

Dicen que la vida del hombre se configura con cuentos y, a mí, me gustaría decir que "sé todos los cuentos...."
Pero no es cierto, no sé todos los cuentos, sé bastantes, y del resto, unos me los invento y otros, los recuerdo...
Por ejemplo. Tuvimos una magnífica cuentista, superior, sublime. Aún hoy, si quiero sonreir, no tengo más que recordarla:
Tía Isa, como primer referente, y, de bibliografía, complementaria, a años-luz de ella, los "cuentos de Calleja". Después, ha tenido continuadoras de su labor. Mi hermana Tere Flores es una magnífica "cuenta cuentos", con cuerdas, periódicos, pegamento e incontables objetos más.
En la "cámara", de la que he hablado en aportaciones anteriores, había un "fondo" bibliotecario sublime:
Unos cuentos grandes, que inevitablemente tenían los bordes de las hojas deshilachados, deformes, algo sucios, y las esquinas redondeadas. Casi siempre faltaba -o estaba suelta- la primera página, pero nos arreglábamos para saber cómo se llamaba.
Eran los "cuentos de Calleja", que tenía mucho cuento y muchos cuentos.
Por éstos supimos de historias imposibles, cuentos universales que, después, hemos gozado en distintos lugares entre gentes que estaban sorprendidas de que los supiéramos.
Si los cuentos ya estaban muy leídos y hacía una mala tarde, veíamos cómo algún tío -tía, mejor-, subía a la "cámara" y bajaba con un paquete de unas cuantas hojas más.
Los recibíamos con anhelo....lástima que perdiéramos los inicios y los finales, pero no importaba demasiado, ya se encargaría de completarlos... tía Isa, a quien no importaba nada el rigor literario, sólo el que el cuento quedara con un final, feliz, más o menos
Y, cuando ya estaba lanzada le pediamos que nos contara alguno más. Acabábamos llorando, a moco tendido. Ella, riendo, decía "¿queréis más?"....Si, buaaah, buaaaaah, sí....
Y ella, riendo, volvía a contar la familiar incongruente historia, de Pulgarcito....yo, pensaba, pero ¿sería posible que una familia dejara a alguno de nosotros en el bosque?.... y preveía cómo llenarme el bolsillo de piedrecitas....pero, yo quería más cuentos.
¡Claro que sí!.



los "polos" de la siesta

...tal día como hoy, ¿hace 55 años?....pues, por ahí. Calle "del Marqués", nº 40, aún no han llegado todos los que van a comer en "el comedor" (que se llama así por antonomasia)....se van a reunir los Martínez que hay más de los que hay, los que están por llegar...
En "el portal", un puñado de jóvenes (por aquél entonces estaba mal visto decír "jóvenas"), mejor dicho, púberés -y púberas- y "prepúb....etc.etc.".
....hay que aguardar que los "mayores", coman (porque se supone que han llegado los tardones -normalmente las parejas que tienen un último vástago en edad de pocos meses-), se tomen en café, que era algo así como un rito solemne, hayan puesto al último enano manejable encima de la mesa, le hayan dado los posos de café con montones de azúcar, lo hayan visto reptar de una cuchara a otra, disfrutando como mentores y tutores de grandes sagas familiares futuras (entonces no se decía "virtuales").... y, poco a poco, se hayan ido diluyendo a las butacas "de mimbre" de debajo de la lucerna, alguna cama de "arriba" o, en el peor de los casos, una silla en el portal.
....hay que aguardar que pase eso, y que nos fijemos en la gran figura referencial...el abuelo. Pablo, Patriarca entre los grandes próceres de los clanes linarenses....sabemos que ha dormido -no recuerdo dónde- y, atentos todos a los ruidos de la calle que atraviesan la puerta "principal" sin los cristales de las ventanas superiores....
... silencio, se masca el calor, el ronquido lejano del tío Felix, el duermevela de la tía Isa, la lona de la puerta del patio que ondula bajo las bolsas de aire caliente que entran -o salen- de la casa....y, ¡atención!, una voz lejana, lejana, pequeñita, se oye......
...."¡al rico helado mantecado!".....
¡está ahí!¡ya viene!....¿dónde está el abuelo?....¿se ha levantado ya?...
¡Sí!, está sentado en la penumbra sudorosa de "el portal", hay silencio general... menos la vocecilla, ya voz, principio de la calle marqués...."...¡al rico helado mantecado!..."...
¿Tendremos suerte hoy?....¿lo oirá el abuelo?.... todos los pre-pre-púberes, púberes, pre-adolescentes, casi adolescentes, medianos, mediomayores....etc. ansían que la voz se manifieste cercana....¡ya viene!¡por lo menos va por la casa de Pepín Arroyo!¡Está al caer¡,¿alguien vigila la actitud del abuelo?....
Estoy seguro de que Hitchcock hubiera aprendido "suspense" en esta ocasión....
¡Está ahí!. Se oye por encima de cualquier otro ruido.
El abuelo echa mano al bolsillo, un millón de ojos lo contemplan.... ¡va a sacar unas monedas!....¡las saca!.....y se las da a cualquiera de los mayores menores que pueden recibirlas....Se abre la puerta, se calla el heladero y.... uno de nosotros sale corriendo por la puerta.
Vuelve con un montón de palos con un poco de hielo de color en la punta, chorreantes, fríos, ¡fríos!....¡friíííísimos!....y los reparte.
El suelo se llena de gotas de lo que no podemos chupar, coger, sorber o aspirar...
Al cabo de unos minutos todos tenemos un palo, algo húmedo, entre los dedos...
¡Uffff!, ¡qué emoción!.

El "repollo"

Una de las grandes ventajas de "casa de la abuelita" era el que, siempre, siempre, había alguien que sugería algún juego novedoso.
Supongamos, octubre o por ahí, panda de primos en el cuarto de estar. Se acaban las "estampas" de propaganda de medicina y....sin formular...¿a qué jugamos?...
....se acerca alguno de nosotros a alguna de las tías y, basta con la mirada para que, enseguida, obtengamos alguna sugerencia... hoy es:..:"¡jugar al repollo!"....
¿Repollo?¿qué es eso?.
Nos conducen al patio, en un lado hay montones de ramas de la parra que ha podado el tío Félix.
Alguno de los mayores coge una "tijera de podar", que siempre fue roja, desconchada y que cortaba suficientemente mal como para que se comentara que 'hay que afilarla', (nunca se hizo), pero, cortaba....
Nos van dando trocitos de "pámpanos", ¿se llamaban así?. O sea, trozos de ramas de parra.
Todos ellos tienen una parte más ancha y otra más estrecha, miden alrededor de 5 cm., más o menos.... y, a la vez, nos ponen en el velador cuadrado, que está en mitad del patio, un montón de plumas de las colas de las gallinas.
Nos animan a clavar en la parte estrecha del "pámpano" dos o tres plumas. Aún no sabemos qué objetivo tenemos pero el objeto alcanzado es muy parecido entre sí. Una toconcilla con plumas en un extremo.
Tía Teresa trae... ¿qué se yo?, cartones, trozos de tablas o alguna "pala" de madera.
Coge en la mano ese objeto al que llaman "repollo" y lo echa al aire. ¡es sorprendente!, baja despacio y dando vueltas hasta que un porrazo seco, fuerte, dado en su base, lo vuelve al aire.
Sube dando vueltas, llega a su punto más alto y baja girando. Ya hay entre nuestras manos tres o cuatro cartones, tablas, o palas, que compiten por lanzarlo de nuevo.
Desde ahora hasta hoy día, hemos avanzado mucho.


Oro en Badminton en los Juegos Olímpicos. No me cabe duda, fuimos socios fundadores.

la "japuta"

Como es la hora de comer, más o menos, recordaré una anécdota a propósito.
Cualquier época del año, sábado o domingo, estamos en "casa de la abuelita", aparece tía Mariana y me dice, "anda Rafalín (sic, ¿qué le voy a hacer?), vente a comer a casa".... No hay problema pero, antes de salir, alguno de los tíos le pregunta a la tía, "¿qué vas a poner para comer" y, tía Mariana, sin inmutarse dice "Japuta".
Yo me quedo atónito, ¿qué ha dicho la tía?¡eso no se puede decir!....
Voy allí, como, a fin de cuentas un pescado y, a la vuelta a casa de la abuelita, los hermanos y cuñados de la madre me preguntan "Rafa, ¿qué has comido? y yo digo "pescada"...
"Sí, pero, ¿qué tipo de pescada?"....."pues pescada", me reafrmo....
Hay carcajadas generales....y alguno de ellos dice "Has comido japuta", y yo, bastante abochornado, (eso no se puede decir, claro), lo pregunto.... "¿es que el pescado se llama así?". 
¡Ya me parecia a mí muy gordo el taco para que lo dijera tía Mariana!.

domingo, 21 de agosto de 2016

El cuarto de "las ratas"




El "cuarto de las ratas".
Para amedrentar a los enanos, que pudiéramos portarnos mal, existían varios recursos. Así, existía un "hombre del saco" que podría llevarte (nunca supimos a dónde), "la bruja piruja" -o similar- que tampoco supimos con certeza qué podría pasar con ella. 
Lo más concreto residía en el "cuarto de las ratas". Lugar que estaba debajo de la escalera de casa de la abuelita. Era un lugar en el que, por ejemplo, si no te tomabas la sopa.... pues acababas allí (supongo que sin sopa) y.....alguien te sacaría, pero esta amenaza cumplía su función, es decir, que .... con tal de no ir al "cuarto de las ratas", te tomabas la sopa.
A mí me pareció digno de estudio el tal cuarto y, aprovechando que no había mayores en las cercanías, abrí la puerta. Olía claramente a humedad y a antigüedad, miré por las esquinas por si había agujeros, que no los había o no los vi, así que separe ratas, de cuarto de.
Más no separé lo desagradable que pudiera ser estar allí un rato de la amenaza. Es decir, traduje, "como no te tomes la sopa irás a un cuarto desagradable...". Pero ya era mucho menos dramático.
Con todo, era mejor tomarse la sopa, aunque fuera con la, para mí, estúpida máquina que es la cuchara y hubiera que hacerlo sin ruido y sin meterte toda la cuchara en la boca.
Ahí tenemos una foto del exterior del "cuarto de las ratas".


lunes, 15 de agosto de 2016

la heladera

Escribir sobre el frío, sobre cómo conseguir frío, desde dentro de una fábrica de calor es una desmesura, pero, por eso es, quizás, mucho más atractivo. Además, y por si fuera poco, "¡el frío no existe!", según mi padre...luego, doble -o triple- mente atractivo. ¡Había que conseguirlo!.
Lugar, ¿cómo no?, en casa de la abuelita, por estas fechas de hace... los años que sean... San Pedro y San Pablo, fiesta por el abuelo, comilona y miles de gentes de todas las generaciones y, en el postre: ¡helado! ¡frío!, con una temperatura ambiente de 313ºk, a la sombra....
La máquina mágica se llamaba heladera y, en ella, se trataba de agitar la mezcla de "harina tostada" o "leche merengada" o "chocolate", según dictaminara alguna de las tías, en un baño que estuviera a 263ºk, o por ahí.
Se conseguía con una mezcla de hielo -barras de hielo- que traían chorreantes y envueltas en sacos de arpillera y que, lo más pronto posible desde "el portal", se pasaban a la cocinilla, a ser albergadas en unos barreños galvanizados donde se partían a martillazos para conseguir trozos manejables.
Con una mezcla de hielo, sal y, paja (ésta última, al parecer, para protegerla de las posibles radiaciones solares) introducidas todas entre un cubo de madera y un cilindro rotatorio en el que estaba la mezcla a "helar", se conseguían los -15º C, o por ahí, necesarios.
En casa de la abuelita había una heladera grande, que el tío Félix había sacado de no sé dónde. Pepe -el tío Pepe- se quejaba porque "esa no funcionaba", (lo que era cierto) y habría que ir a buscar "la de las tías", que sí lo hacía. Más pequeña.
Primero había que limpiarlas y, una vez con esa condición, se "montaban". Primero el cilindro metálico dispuesto en su lugar en el centro del cubo. En el centro de su cara inferior había un pequeño vástago que encajaba en una cavidad metálica del cubo de madera. Se dejaba caer hacia un lado.
Se vertía la mezcla -riquísima, por cierto- a helar. Se introducía en ella una especie de escalera entre metálica y de madera y se ponía la tapa, que tenía un engranaje cónico -me dijeron- que, en la heladera de casa de la abuelita era el origen de un montón de problemas.
Entre el cubo y el cilindro, los trozos de hielo salado. A mano, con la mano helada y, de vez, en cuando, chupando los trozos. Había que tenr cuidado de no desperdiciarlos y hacerlo pronto y rápido.
Una vez llena la cavidad hasta casi el borde y con el cilindro centrado, se ponía la máquina infernal, una especie de puente de hierro fundido, con una manivela en un lado y una mediopalometa en el otro.
Se encajaba -y, como dice mi hermano Nico- se sujetaba aunque fuera con el pie. Y se comenzaba a dar vueltas. Ruido: todo. Satisfacción poca. En la heladera grande, gastada, el engranaje del puente resbalaba contra el de la tapadera y el cilindro no daba vueltas....Quejas, enfados y, viaje a casa de las tias, rápido, para no desperdiciar el hielo.
Vuelta a empezar, esta sí funcionaba. Vueltas y más vueltas. De muy tarde en tarde, se abría el artilugio a ver si "cuajaba".... hasta que cuajaba.
Mi padre explicaba que el artilugio anterior, medio madera, medio metálico, giraba al contrario que el cilindro exterior, para agitar la mezcla y no dejar que se pegara a la zona auténticamente fría del dispositivo.
Pues eso, se hacía uno de "harina tostada", otro de "caramelo" y otro de lo que fuera... Cada vez que uno de ellos había cuajado, se avisaba a tía Isa o tía Teresa, quienes lo recogían en una sopera y se lo llevaban rápido.
Enjuague del cilindro y volver a empezar.
Fiesta...
Y, de, postre helado, 43ºC, en el patio. 33ºC en el comedor, -4ºC en la taza. ¡Qué gozada!.



la heladera

Escribir sobre el frío, sobre cómo conseguir frío, desde dentro de una fábrica de calor es una desmesura, pero, por eso es, quizás, mucho más atractivo. Además, y por si fuera poco, "¡el frío no existe!", según mi padre...luego, doble -o triple- mente atractivo. ¡Había que conseguirlo!.
Lugar, ¿cómo no?, en casa de la abuelita, por estas fechas de hace... los años que sean... San Pedro y San Pablo, fiesta por el abuelo, comilona y miles de gentes de todas las generaciones y, en el postre: ¡helado! ¡frío!, con una temperatura ambiente de 313ºk, a la sombra....
La máquina mágica se llamaba heladera y, en ella, se trataba de agitar la mezcla de "harina tostada" o "leche merengada" o "chocolate", según dictaminara alguna de las tías, en un baño que estuviera a 263ºk, o por ahí.
Se conseguía con una mezcla de hielo -barras de hielo- que traían chorreantes y envueltas en sacos de arpillera y que, lo más pronto posible desde "el portal", se pasaban a la cocinilla, a ser albergadas en unos barreños galvanizados donde se partían a martillazos para conseguir trozos manejables.
Con una mezcla de hielo, sal y, paja (ésta última, al parecer, para protegerla de las posibles radiaciones solares) introducidas todas entre un cubo de madera y un cilindro rotatorio en el que estaba la mezcla a "helar", se conseguían los -15º C, o por ahí, necesarios.
En casa de la abuelita había una heladera grande, que el tío Félix había sacado de no sé dónde. Pepe -el tío Pepe- se quejaba porque "esa no funcionaba", (lo que era cierto) y habría que ir a buscar "la de las tías", que sí lo hacía. Más pequeña.
Primero había que limpiarlas y, una vez con esa condición, se "montaban". Primero el cilindro metálico dispuesto en su lugar en el centro del cubo. En el centro de su cara inferior había un pequeño vástago que encajaba en una cavidad metálica del cubo de madera. Se dejaba caer hacia un lado.
Se vertía la mezcla -riquísima, por cierto- a helar. Se introducía en ella una especie de escalera entre metálica y de madera y se ponía la tapa, que tenía un engranaje cónico -me dijeron- que, en la heladera de casa de la abuelita era el origen de un montón de problemas.
Entre el cubo y el cilindro, los trozos de hielo salado. A mano, con la mano helada y, de vez, en cuando, chupando los trozos. Había que tenr cuidado de no desperdiciarlos y hacerlo pronto y rápido.
Una vez llena la cavidad hasta casi el borde y con el cilindro centrado, se ponía la máquina infernal, una especie de puente de hierro fundido, con una manivela en un lado y una mediopalometa en el otro.
Se encajaba -y, como dice mi hermano Nico- se sujetaba aunque fuera con el pie. Y se comenzaba a dar vueltas. Ruido: todo. Satisfacción poca. En la heladera grande, gastada, el engranaje del puente resbalaba contra el de la tapadera y el cilindro no daba vueltas....Quejas, enfados y, viaje a casa de las tias, rápido, para no desperdiciar el hielo.
Vuelta a empezar, esta sí funcionaba. Vueltas y más vueltas. De muy tarde en tarde, se abría el artilugio a ver si "cuajaba".... hasta que cuajaba.
Mi padre explicaba que el artilugio anterior, medio madera, medio metálico, giraba al contrario que el cilindro exterior, para agitar la mezcla y no dejar que se pegara a la zona auténticamente fría del dispositivo.
Pues eso, se hacía uno de "harina tostada", otro de "caramelo" y otro de lo que fuera... Cada vez que uno de ellos había cuajado, se avisaba a tía Isa o tía Teresa, quienes lo recogían en una sopera y se lo llevaban rápido.
Enjuague del cilindro y volver a empezar.
Fiesta...
Y, de, postre helado, 43ºC, en el patio. 33ºC en el comedor, -4ºC en la taza. ¡Qué gozada!.



más polos, que es verano....

...tal día como hoy, ¿hace 55 años?....pues, por ahí. Calle "del Marqués", nº 40, aún no han llegado todos los que van a comer en "el comedor" (que se llama así por antonomasia)....se van a reunir los Martínez que hay más de los que hay, los que están por llegar...
En "el portal", un puñado de jóvenes (por aquél entonces estaba mal visto decír "jóvenas"), mejor dicho, púberés -y púberas- y "prepúb....etc.etc.".
....hay que aguardar que los "mayores", coman (porque se supone que han llegado los tardones -normalmente las parejas que tienen un último vástago en edad de pocos meses-), se tomen en café, que era algo así como un rito solemne, hayan puesto al último enano manejable encima de la mesa, le hayan dado los posos de café con montones de azúcar, lo hayan visto reptar de una cuchara a otra, disfrutando como mentores y tutores de grandes sagas familiares futuras (entonces no se decía "virtuales").... y, poco a poco, se hayan ido diluyendo a las butacas "de mimbre" de debajo de la lucerna, alguna cama de "arriba" o, en el peor de los casos, una silla en el portal.
....hay que aguardar que pase eso, y que nos fijemos en la gran figura referencial...el abuelo. Pablo, Patriarca entre los grandes próceres de los clanes linarenses....sabemos que ha dormido -no recuerdo dónde- y, atentos todos a los ruidos de la calle que atraviesan la puerta "principal" sin los cristales de las ventanas superiores....
... silencio, se masca el calor, el ronquido lejano del tío Felix, el duermevela de la tía Isa, la lona de la puerta del patio que ondula bajo las bolsas de aire caliente que entran -o salen- de la casa....y, ¡atención!, una voz lejana, lejana, pequeñita, se oye......
...."¡al rico helado mantecado!".....
¡está ahí!¡ya viene!....¿dónde está el abuelo?....¿se ha levantado ya?...
¡Sí!, está sentado en la penumbra sudorosa de "el portal", hay silencio general... menos la vocecilla, ya voz, principio de la calle marqués...."...¡al rico helado mantecado!..."...
¿Tendremos suerte hoy?....¿lo oirá el abuelo?.... todos los pre-pre-púberes, púberes, pre-adolescentes, casi adolescentes, medianos, mediomayores....etc. ansían que la voz se manifieste cercana....¡ya viene!¡por lo menos va por la casa de Pepín Arroyo!¡Está al caer¡,¿alguien vigila la actitud del abuelo?....
Estoy seguro de que Hitchcock hubiera aprendido "suspense" en esta ocasión....
¡Está ahí!. Se oye por encima de cualquier otro ruido.
El abuelo echa mano al bolsillo, un millón de ojos lo contemplan.... ¡va a sacar unas monedas!....¡las saca!.....y se las da a cualquiera de los mayores menores que pueden recibirlas....Se abre la puerta, se calla el heladero y.... uno de nosotros sale corriendo por la puerta.
Vuelve con un montón de palos con un poco de hielo de color en la punta, chorreantes, fríos, ¡fríos!....¡friíííísimos!....y los reparte.
El suelo se llena de gotas de lo que no podemos chupar, coger, sorber o aspirar...
Al cabo de unos minutos todos tenemos un palo, algo húmedo, entre los dedos...
¡Uffff!, ¡qué emoción!....