martes, 26 de mayo de 2020

La culebra del gallinero

Estamos en el año de después del verano de los hacheros o leñadores. El tío Félix viene con grandes planes agropecuarios. Trae más gallinas que en otras ocasiones, ya ha vislumbrado que las chozas que ocuparon los operarios, esa especie de tiendas de campaña, pueden ser unos magníficos gallineros para nuestras fábricas de huevos. 

Al día siguiente de la llegada empieza la labor. Se limpia toda la profundidad de la choza y se le adaptan unas puertas practicables. Se disponen los comederos y, una vez todo preparado se le da suelta a nuestro corral.

Las gallinas son jaleosas, ruidosas y, en cierta forma, divertidas. Alguna vez las perseguimos cuando se salían de madre y, lo más curioso es que, al caer la tarde, como el tío las tiene contadas, va pasando lista conforme entran en su casa. Si falta alguna, como estamos una pandilla, echamos una búsqueda que, siempre, es eficaz y rápida. Las matas que están por encima de la fuente, pinchos y jaramagos, son suficientemente tupidos como para no entrar y, también, contener a las aves más díscolas.

Pero un día hay un cambio de panorama. No recuerdo si es que el tío echa huevos en falta o aparece alguna gallina con daños o muerta. Se procede a una investigación que, en principio, no da resultado

Pero es preocupante, ¿qué puede ser?¿un zorro?. Evidentemente, pero el tío revisa los posibles agujeros del gallinero y se declara satisfecho. No es un zorro.

Prosiguen los ataques y el tío se propone que aquello acabe. Intervienen más mayores y, en su proceso y según las pruebas que ven deducen que tiene que ser una culebra. 

Pero también llama la atención, porque ¿una culebra contra las gallinas?....

El caso es que culebras, culebrillas, había también en Linares y nunca habían sido problema para las aves así que, que si es una culebra, no es una culebrilla....no, ni mucho menos.

Félix se pone inquiridor... hay probabilidad de que la culebra se oculte en el techo, (que, recordemos es de ramas de pinos y helechos ya secos), haga sus cacerías y vuelva a esconderse...A ver, qué se puede hacer.

Ya está el tío preparado, coge el hacha grande, la de 3/4 de kilo, con mango largo y con un valor encomiable se introduce en la choza. 

La tuvo que ver en algún lugar y se atrevió a incordiarla hasta que la culebra - el culebrón- se le enfrentó y, entonces, en la misma puerta de la choza la cortó en pedazos.

¡Aquello medía por lo menos dos metros!.¡Qué valor!. Recuerdo a tío Félix con el hacha en la mano, sudando como si hubiera subido al puntal a la pata coja. Miraba asombrado lo que acababa de hacer, un buen puñado de rodajas del ofidio.

Unos años más tarde -muchos años más tarde- me encontré en mi casa con una culebra de 2 metros -medidos- y tan gorda como un brazo. Como es lógico recordé todo este proceso y mi admiración por el valor del tío Félix renació vívida. 

¿Cómo lo solucioné?. Pues con una palustra de albañil y un cubo de mezcla. Observé que se metía en un agujero que conocía y que sabía no tenía salida. Se metió. Corrí a taparlo y, no he vuelto a verla. Está -su esqueleto, claro- debajo de la casa...






martes, 5 de mayo de 2020

La consulta del tío Pablo

Ayer acabé de arreglar la colección de microsurcos y ponerlos en su estante correspondiente.
No se usan, no los uso y me planteo cómo poder hacerlo porque, la verdad, se han quedado "anticuados" y, por eso de ser viejos están muy llenos de recuerdos.
Hace x-tantos años no eran tan antiguos, al revés, eran modernos y, como objetos extraños y peliculeros había que estar al tanto de quién tenía y pedírselos para disfrutarlos.
Pero yo tenía una suerte. Ya vivíamos en Granada y, en cuanto llegaba el verano, me la agenciaba para pasar unos días en Linares, en casa de la abuela.
Era un poco 'grande' como para jugar con los nanos que hubiera en el patio y me busqué una profesión magnífica. Me ponía a ser el 'secretario' o 'enfermero' de la consulta del tío Pablo. En el piso que habían tenido tía Carmina y tío Jose.
Tío Pablo había montado su primera consulta, entrando a la derecha y recibido, al parecer, gran parte de los pacientes del abuelo. O sea, que iban allí, llamaban a la puerta y esperaban su turno sentados en sillas de aquel recibidor.
Yo me ponía en la habitación del fondo, que daba al patio de la casa de la familia Failde. Y el tío, empezando a montar su futura casa familiar guardaba allí algunos enseres de su futuro hogar.
Lo mejor, un tocadiscos ¡automático!, marca Philco, con un sistema rarísimo porque tenías que poner los discos en un eje que estaba doblado y sujetarlos con un brazo auxiliar. Aquello hacía una serie de extraños movimientos hasta que, al final, sonaba.
¡Y qué discos!. "grandes", de 33 cm y de 33 y 1/3 revoluciones por minuto y con toda la música clásica del mundo porque, ahora viene lo complementario y que hacía que aquél secretariado fuera tan agradable.
La revista "Selecciones del Reader's Digest", que ya de por sí permitía pasearte por todo el mundo aprendiendo cosas que pasaban en casi cualquier parte, tenía una editorial de música y confeccionaban unas series de los grandes compositores.
Beethoven, Vivaldi, Liszt, o Mozart. De todo había.
Así que, después de desayunar en el patio de casa de la abuela. A eso de las diez o por ahí me iba calle abajo a mi antro disfrutón.
Hoy toca Vivaldi y, también, el número atrasado de Selecciones de Marzo del año pasado.
¡Qué gozada!.
Ayer tuve en mis manos los dos discos que me regaló el tío Pablo: La sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak, cuyos maravillosos compases del 4º movimiento fueron utilizados por un programa de radio de nuestra juventud, el "Ustedes son formidables" y, también, la sexta sinfonía, pastoral de Beethoven.
Todavía suena. A lo mejor esta tarde los pongo en honor del tío Pablo.