viernes, 25 de marzo de 2022

Un porrazo -pequeño- con el seillas familiar.

 Recien llegados a Granada vivíamos un montón de familia en nuestro piso de Manuel de Falla 9, 4º dcha.

Habíamos repetido el modelo de Sevilla, pero con el aumento de dos enanas nuevas que, ya, nacieron en la capital nazarí.

A saber, estábamos, los padres, ocho flores y un Martinez Marin más, fijo. (Otro Martínez Marin más aparecía a la hora de comer -aunque "ya" hubiera comido).

En total, como digo, un montón.

La convivencia era agradable, cada uno a sus labores y atendiendo el crecimiento de todos con la probidad de familia de profesor funcionario.

Es más, se aumentó la calidad de vida mediante la compra de un "seillas" y, claro, había que usarlo.

Mis padres, en esta nueva tesitura, hicieron lo correcto, cada vez que un miembro del grupo familiar llegaba a los 18 había que 'sacarse el carnet' y ponerlo a conducir. Ya he dicho en otro sitio que el que mi padre condujera no era sino una manifestación de la providencia divina en el sector doméstico.

Pues eso, el tío Pepe conducía. ¿Cuándo?. Un rato antes que se efectuara el paseo familiar sabatino. Es decir, comíamos y Pepe y yo íbamos al garage REX, de la calle Recogidas, recogíamos el 'cochecillo' y nos íbamos a dar un paseo.

¿Dónde?. Pues nada sistemático, improvisando que es lo bueno.

En esto salimos un día por la carretera de Málaga, a Santa Fé, a Chauchina, a Láchar y, de ahí hacia Fuensanta.

Yo iba extraordinariamente problematizado. Tenía un examen ¡de química!, con Doña Pilar que era un hueso duro de roer y, realmente, no me sabía el tema. Es decir, que el núcleo químico de mi conciencia me iba diciendo, Rafa, no te lo sabes, quédate a estudiar, que sabes que no te lo aprendes, que sabes que es complicado, que estás obligado a quedar bien, que te van a vigilar el examen con ojo fino, que.... Todo un cúmulo de culpabilidades.

Pero, para mí, las ruedas son las rueds y, fuimos para alante.

Pero había que volver a casa. A estudiar.

En eso, hemos atravesado una carretera particularmente bonita porque, entre Trasmulas y Fuensanta, hay unos badenes y "dos d'âne"(espaldas de burro) magníficos. Si vas deprisa, en el fondo del baden, das con el culo en el suelo y, en lo alto, se despegan las ruedas del mismo. O sea, emoción y adrenalina.

Pero, hay que estudiar, y, al final de la recta, le digo al tío. "Vamos a dar la vuelta", "¿dónde?", y le señalo la salida ala Fuensanta, que es suave, cae hacia un puentecillo sobre un arroyo y, en la subida, está el pueblecito.

Pues, no sé por qué razón, pero fruto de mi tensión, no había recomendado ni levantar el pie, ni frenar algo ni ná de ná. 

Y, en el camino nos metimos, no rápidos, pero sí a alrededor de 60 km/h.

El coche enfila el caminillo y el puente se acerca muy peligrosamente.muy peligrosamente....

¡Nos la vamos a dar!, (la torta, se entiende, porque decir algo más es demasiado heterodoxo) y, en ese momento viene el monumento de cómo funciona la mente humana. 

Me pillo un cabreo monumental ¡por no estar estudiando!. Repaso ¡página a página! el tema del libro de E. Nagore (Editorial ECIR,) -claro, no lo he olvidado, no puedo olviarlo- me acuerdo de que en la página tercera de la lección de teoría atómica y transmutaciones atómicas hay un dibujo que no lo entendía ni mi padre, que están las leyes de Soddy y Fajans, que ¡tenía que estar estudiando y no ahí camino de darme una ... torta!.

Y llega a tal punto mi cabreo que viene un atisbo de rebelión. ¡No podemos darnos contra el puente porque corremos el riesgo de caernos al arroyito y tener que llamar a la grúa y darle un enfado a mi padre, que, además, me va a entretener y no voy a poder estudiar y. y. y....!

Entonces, de no sé dónde me sale un reflejo y ¡me tiro hacia el volante, lo agarro y tuerzo lo suficiente como para que, en vez de darnos con el pretil, pase por medio del camino!.

Lo hago con tal ímpetu que ¡me llevé en el hombro derecho un porrazo de campeonato contra el retrovisor del seillas que, como se deberá recordar, tenía un buen agarre de chapa....

¡Objetivo conseguido!. Pasamos con un roce de la rueda delanera izquierda en la acera del puente pero, ¡pasamos al otro lado!.

Frena el tío. Nos bajamos del coche y tratamos de dominar los nervios. En los daños al coche percibimos, en ese momento, un manchurrón en el neumático como cuando aparcas forzándolo contra la acera. No 'tenía importancia'.

Al rato, damos la vuelta y a velocidad por debajo de la media, volvemos a casa.

Los padres estaban preocupados porque habíamos tardado algo más de lo normal y les explicamos que hemos tenido un 'sustillo', pero que no ha pasado nada.

Se van hacia el jardín de casa que era el Pantano del Cubillas y eso, fuerónse y no hubo nada.

Pero, al cabo de unos días, supongo que al sábado siguiente, mi padre se quejó de que, al torcer a la izquierda el coche hacia un ruido raro. Me fui con él al garage y, ciertamente, la rueda tenía una señal de roce con el guardafangos. Rozaba. Y, ¿por qué?....porque, del porrazo, ¡habíamos doblado el chasis!.

Nos fuimos al garage al que llevaba mi padre al cochecillo a hablar con su magnífico antiguo alumno. (Ahora diré por qué le llamo el magnífico). Sí, ese
alumno absolutamente discreto, profesional y humanísimo que estaba dispuesto a echarme una mano. 

Total, el alumnísimo, recibe el coche y dice que 'no tiene tanta importancia  como se puede imaginar". Uff, ¡qué alivio!. Mi padre se tranquiliza y tan sólo muestra extrañeza cuando le dicen que van a meter al coche en una máquina que estirándo en determinados sitios ponen al coche 'derecho'.

Pues así acabo aquello. Suspendiéndome el examen de química, (no estaba yo aquella tarde para asimilar eso de las transmutaciones atómicas), arreglando el coche y, una aventura familiar más.

Yo crecí. Admiré el funcionamiento del coco como nunca me hubiera podido imaginar y, proponiéndome una segunda estrategia educativa. El que, cuando estudiara, no me olvidara cómo se llamaban cada uno de los epígrafes (las preguntas, que les decíamos) porque uno de los fallos que tenía era leer los contenidos pero no cómo se llamaban.

Una aventura total.