domingo, 6 de marzo de 2016

El "equipamiento urbano del paraíso".

O sea, los muebles de la intemperie.
Y, más concretamente, los que poníamos en el cuarto de estar, mejor llamado "El quinto pino".
Este lugar era una plataforma, de tierra compactada que lindaba, por un lado, al camino que iba a la fuente fresca. En su esquina superior, al este, estaba a unos metros de la "calera". y, por el otro lado, en forma de ángulo recto, daba a la casa y a la visión sobre el nogal que estaba al lado de la fuente de las tablas. 
En el lado del camino de la fuente fresca había cuatro pinos, curiosamente, con igual distancia entre ellos. En medio, un par de pinos, uno de los cuales tenía, cortadas, cuatro ramas. La quinta subía para arriba y contribuía a la sombra que nos servía de protección durante el día. Éste era el que daba nombre al lugar.
Como una plataforma normal, no tenía ningún sitio donde sentarse y, como éramos muchos, habría que disponer ahí de lugares para disponer nuestras honrosas posaderas.
Pues bien, lo que se hacía en cuanto llegábamos era sacar del salón de la casa unas maderas harto curiosas.
Eran "costeros" de pino. A saber, si de un pino normal, con un desarrollo más o menos cilíndrico, se extrae el núcleo en forma de un paralelepípedo que, a su vez, acabará en tablas, quedan a los lados, por encima y por debajo, una especie de prismas que tienen como generador un sector circular. 
Aparte de ellos, también había unas "rodajas" de pino. 
Se disponen las rodajas en el suelo, se ponen los costeros encima y, con una maestría inigualable, el tío Félix se encargaba de sujetarlos por medio de unas "puntillas" que, de "illas" no tenían nada de nada. Más bien eran unas "puntazas".
Mi padre me hacía notar la dificultad de clavar tales puntas sin doblarlas y sin dar golpes inútiles. El tío, con un "martillo de orejas", daba unos porrazos impresionantes. Aquello quedaba sujeto y, ¡ale!, un banco para sentarse. Pienso que, además, tendría que disponer de alguna cuña para que no se balanceara.
Además, para que fuera más cómoda la sentada, ¡teníamos respaldos!. Otro costero, dispuesto entre los pinos del lado mencionado y clavado en ellos con el mismo tipo de puntas, permitía echarse hacia atrás.
Y, al final, lo más curioso, la "mesa".
Que yo recuerde, se traía desde Linares, dispuesta detrás de la cabina, junto con los somieres destinados a los mayores en edad, saber y gobierno.
Era un tablero, de tablas, como indica su nombre, largo como el hambre y que, dispuesto entre dos "caballetes", servía para sostener los platos de comida y algunos entretenimientos posteriores.
Lo más curios es que, al ser tan largo, se curvaba. Es decir, era más bajo en el centro que en los lados y, por tanto, aquellos a los que les tocara comer en los lados en pendiente, tenían la sopa más cerca de un borde del plato que del otro. Recuerdo que me gustaba comer justo en medio, pero ese era el sitio destinado a los mayores y, me lo apunté para cuando yo también lo fuera.
De las sillas, señalé algo antes y, sobre las hamacas, me reservo dedicarles un capítulo especial.
Ahí queda el dibujo que se me ha ocurrido:


1 comentario:

Pilar Flores dijo...

Tu memoria es un pozo sin fondo, Rafa. ¿Como te puedes acordar de tantas cosas?
¿Como es que no has incluido una foto de este 'Quinto Pino'? Seguro que por ahí tienes alguna antigua o de alguna celebración reciente. De esos bancos que tan bien has descrito y dibujado, será difícil tener testimonio en imágenes, pero al menos nos quedan tus recuerdos.
Un abrazo, y que siga la comunicación!!!