viernes, 11 de noviembre de 2016

Los "braseros"

Dice la abuela, Isabel, claro.
Irene, haga usted el favor de poner el brasero.
Y vemos como aquella extraña y entrañable mujer se iba al patio, cogía un "brasero" y lo cargaba de picón. Ponía encima unos palitos de "carbón vegetal" y les prendía fuego con la ayuda de unos trozos de periódico.
Después, con un "soplillo" aventaba la montaña. El carbón prendía y, después, con una "badila", movía las pequeñísimas ascuas que tenía el picón para que se repartiera por toda la montaña del mismo.
Luego, con un gran cuidado se llevaba hasta debajo de la mesa "de camilla" del comedor.
¡Ya no hacía frío!. Ya estaba consolidado el crudo invierno linarense.




Llegábamos de la calle, a cualquiera de nuestras casas y, de las primeras cosas que hacíamos, después de la merienda, era mirar debajo de la mesa del salón. Si había brasero, a sentarse u calentarse los pies.

La mesa camilla es un objeto, creo, típicamente andaluz. Ese cilindro vestido de "faldillas" es acogedor y fabricante de coloquios -hasta que llegó la tele y el cilindro se convirtió en "semi"-. Lo hemos tenido en todas las casas. En los últimos años, bastantes, me las he arreglado para enviar a conocidos de Marruecos un buen puñado de ellas, tratando de hacer más soportable el frío que pasan sentados a pelo en sus metarbas. No ha funcionado.
Es más, las mesas camillas han tenido su grado de sofisticación porque, por ejemplo, mi padre inventó -o copió, que tanto da- un diseño en el que, por poner tres patas en forma de arco de circunferencia, nadie tenía "pata" y nos podíamos sentar mucho más juntos..y. más gente.

En casa de mis padres, como teníamos "corriente industrial", pasamos pronto a los braseros eléctricos y, con ellos a aprender a arreglar las conexiones que, casi siempre, eran horribles.

El problema de los braseros eléctricos es que podían prender las faldillas, salvo si eran de lana, en cuyo caso no ardían, como se predicaba por parte de sus fabricantes y mi padre probó ante toda la familia (echó un trozo de tela de lana a la lumbre).
Y así, así, hemos aumentado en calidad de vida, a medida que se han ido perdiendo las mesas camillas. Quedan en el recuerdo.

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