domingo, 25 de octubre de 2015

A la sombra de los pinos en flor

Las edificaciones existentes en las Anchuricas tenían tanta historia, casi, como cualquier castillo medieval.
Al parecer, en anteriores generaciones, -no sé cuántas-, había instalado un Balneario. ¿Sería esto posible?. Pues sí, así era, o así lo parecía, porque así lo contaban.
En lo que siempre llamamos "Cortijo de Arriba" había una capilla. Cosa un tanto peculiar. También había una "tira" de casitas de una o dos habitaciones más una casa algo más grande que las anteriores. Todo ello formaba una especie de "lateral" de una calle, abierta a una plaza, por un extremo y, por el otro al campo que subía hacia "El Puntal".

En aquellas "casitas" se comenzó la colonización del paraíso. Allí, íbamos, ¡qué se yo!, cuatro o cinco familias. Es decir, padre, madre y, en cada una, una caterva de críos.
Así tuvo que ser durante un par o tres de años... hasta que ¡no se pudo más!.
Hacía falta una nueva casa. ¿Y a quién se le encargó el proyecto?
Habéis acertado. A mi padre, quien, por cierto, no creo que tuviera experiencia al respecto, pero, presto a echar una mano siempre que hubiera un papel y un lápiz de por medio, trató de solucionar el desafío.
¿Qué proporciones?¿Qué distribución?.
Muy propio de un físico... atómico, trató de establecer un patrón que, fuera tan funcional como agradable y, ¿dónde tomar 'proporciones', de algo agradable, de algo agradable... pues ¡una caja de cerillas!.
Y así, lo hizo. Yo creo que cogió una caja de cerillas, la multiplicó por el Número de Avogadro y, salió un mol de casa.
Bueno, se pensó en quién hacerlo y, la solución cayó en "La Chispa", a quien ya conocéis por otros relatos de este ambiente.
Supongo que discutirían la distribución, número de dormitorios, salón principal, dos chimeneas, dos puertas... etc...
Pero también recayó sobre él la tarea de escoger el eje principal. La casa iba a ser a dos aguas y hacía falta un 'madero' que sirviera para la cumbrera. Es decir, el tronco en el que se apoyan un conjunto de vigas que, a su vez, soportarán las tejas.
Hacía falta un pino recto y, de determinada longitud -y grosor- para que satisficiera todas las propiedades.
Nada, sin problema, papá llamó a Pitágoras y, con un metro -cinta métrica-, que no era demasiado largo, ayudado por el sol a determinada hora del día, salió a buscar el pino. Había que cortarlo -encargar que lo cortaran, era demasiado para un teórico- , quitar las ramas, y disponerlo para la cumbre.
Parece que escogió una hora de media tarde, cuando el sol hace sombras marcadas y ni muy largas ni muy cortas. Me lo imagino con el tío Luis Martínez andando entre los pinos de la finca. Llegan a uno que tiene buena pinta; papá mide a tio Luis o a alguno de los acompañantes, le mide la sombra y, apunta cada uno de esos datos en un papel. Mide, después, la sombra del pino escogido, calcula, según proporciones matemáticas, discute con tío Luis si a la altura que van a necesitar, el grosor será el adecuado y, eligen por fin el pino.
O sea, que las dos grandes 'fuentes' que dirigieron la casa son las sombras, las buenas sombras, evidentemente.... y una caja de cerillas
Me contaron, bastante años más tarde, que la sombra persiguió a los pinos. Pero no a uno ni a unos pocos. Que, con el mismo procedimiento, tío Luis -ya no sé si acompañado por papá- eligió los pinos que se iban a cortar el año siguiente para su explotación maderera.
Al parecer papá había hecho una tabla, para que no hicieran falta los cálculos repetitivos.  Se mide la sombra y, si la sombra mide tanto, el pino mide tanto..... Es decir, un autómata, no programable, en el que se explota la faceta más solar de los pinos.... su sombra.



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