domingo, 13 de diciembre de 2015

Los leñadores

Tuvo que ser en los primeros años de la casa de la "Fuente de las Tablas". O sea, la casa que había diseñado mi padre, desde una caja de cerillas y que el tío Juan cuidó que se llevara a cabo.
En cuanto llegamos al paraíso se notó que algo había cambiado.
Estaban allí los "leñadores".... pero, no, no era ese el nombre que recibieron. Quizás algún otro más adecuado a su función... mas no lo recuerdo.
El caso es que, muy cerca de la fuente, al lado del camino que llevaba a la "Fuente Fresca", había unas cabañas hechas con materiales muy del país. Unos troncos puestos de pie actuaban como pilares y uno transversal como cumbrera. A fin de cuentas, una "tienda de campaña", pero hecha con helechos, hojas de pino, o algo así, cubrían los laterales. Lo dicho, una 'tienda' donde moraban los trabajadores.
La verdad es que los veíamos poco, pero me intrigaron sobremanera: "Están cortando pinos".... y, la verdad, era que no era verdad.... ya los tenían cortados.
Por lo visto lo habían hecho en una época anterior. Ahora se dedicaban a quitarles las ramas, descortezarlos y acopiarlos en algunos lugares donde pudieran acceder camiones que los llevaran al "aserradero".
No sé quién me llevó a verlos y, sobre todo, a ver una de las labores más curiosas que pudiera nunca imaginar: "El ajorre".
Con una yunta de mulos, un yugo (o ubio, así, como suena y escribe) tiraban de unas cadenas unidas a troncos de pino.
Estas yuntas andaban por una especie de canales secos hechos en el monte. Los mulos por los bordes y, en el canal, el tronco o los troncos que ajorraban.
Era sorprendente, parecía un tobogán en el que echaran los troncos a ver si se resbalaban y caían pendiente abajo. El tema era peligroso porque, una vez empezados a arrastrar, si había una pendiente fuerte, el tronco llegaba a adelantar a la vertical del ubio y el mulero que dirigía el tiro se las veía y deseaba para que los mulos no cayeran pendiente abajo. El canal que, en principio, habrían comenzado y que, con el uso se agrandara, se llamaba "jorro".
Antes, de hacer eso había una labor importante. El desramado.
El leñador andaba, bien por encima, bien al lado del pino caído. A hachazos en los nudos, cortaba ramas con las que iba formando un montón informe.
Más tarde, en algún momento, tenían que descortezar. Nótese que entre los pinos del paraíso habían algunos de la especie... que sea, porque no me acuerdo cómo se llaman -ni los encuentro suficientemente bien descritos en la wikipedia- que tenían una corteza expresamente generada para disfrutar de ella. Luego, en otro relato veremos cómo se utilizaba. Los montones de cortezas rojas, escamadas, en láminas que parecían de jamón, eran impresionantes y, a veces, había algunas grandes que nos llevábamos para la casa. Ahora está muy de moda ponerlas en los jardines, pero son muy pequeñas, sólo sirven para eso, para los jardines.
El corte del pino tenía que haber sido interesante. En principio creí, siempre, que era a hachazos, pero alguien me hizo notar la existencia de unas sierras largas, una especie de lámina con dientes que llevaban en sus extremos unos mangos donde agarrarlas con las dos manos. Dos hombres enfrentados, tirando alternativamente, cortarían el pino con cierta facilidad.
Aparte de eso, me hicieron ver cómo se podía orientar la caída del pino. Una especie de cuña cortada de una manera especial hacia que, quitando el trozo de tronco oportuno, apareciera una debilidad en el equilibrio hasta llevarlo a caer por ahí. Al final, se cortaba desde el lado contrario y... al suelo.
El hacha tenía que tener una habilidad especial. Muchos años después, en un programa de la tele, salieron los "aizcolaris" cortando troncos en las ferias del País Vasco. Ahí fue donde identifiqué algunos de los movimientos que había visto de chico. Era duro, pero bonito. Aún hoy me precio de tratar de imitarlos.
Unos años más tarde de lo que cuento, creo que al siguiente, el tío Félix utilizó las cabañas de los leñadores para hacer un magnífico gallinero.... pero eso lo veremos en otro lugar.


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