viernes, 31 de julio de 2015

Piscinas en la familia

Un morbo que tenía yo de pequeño, pero me parece que me acompañaban algunos familiares más, era algo así como echar carreras a ver dónde era donde más calor hacía, dentro de Andalucía.

Ya había empezado la Tele y, con ella, D.Mario Medina, "el hombre del tiempo".  "Daban" la máxima de España que, por entonces, era normal que fuera Écija, en Sevilla. Y decía este hombre: "En Écija, los termómetros han marcado 44º a la sombra".... Yo decía, "qué va, en Linares, hace más". Creo que el Abuelo Pablo también pensaba lo mismo, porque veíamos los dos la tele a la vez y poníamos, los dos, la misma mala cara.

No había piscinas, y había que, o quedarse en casa, en el portal, en la penumbra, con una tela cubriendo el patio del tragaluz, sudando, sin hablar,... o inventarse algo. La tinaja sirvió de piscina, luego -o antes- las pilas inmensas de piedra que había en el "patio grande".. lo que fuera, agua, agua, agua contra el 45º... a la sombra.

El tío Rafa era un buscador de piscinas. Salía de casa y decía "voy a bañarme". Nunca decía si lo conseguía o no, pero él, "iba a bañarse".

La piscina más cercana que teníamos -en el ámbito familiar- era la de "La Bullidera". En Begíjar, donde también el amigo Lorenzo le daba bastante caña. Pero, ir allí, era difícil. Sólo en las ocasiones en que hubiera alguna fiesta, normalmente bautizos, se justificaba que apareciéramos "el ciento, y la madre", por esos lares.

En principio, no había piscina, sino que el manantial, que "bullía" desde debajo de un montoncillo de arena, corría pegado a una pared de tierra y, en el otro lado, se le había puesto un murete de ladrillo.

El agua estaba fría, para cortar, pero, con unos 40 cm de hondo, por ¡qué se yo!, ¿20 metros?, de largo y, en sitio más ancho un par de ellos, servía para que oleadas de primos nos sumergiéramos por unos instantes y soñáramos con que, algún día, aprenderíamos a nadar.

De, entre las cosas más raras de La Bullidera, destacaba una especie de galería vegetal que había al fondo del primer bancal. Es decir, si dejas la casita a tu espalda, bajas una ligera pendiente hasta estar debajo de un -creo- nogal magnifico, sigues bajando y había un haza cuadrada, de unos 30 x 30 metros que se plantaba de alfalfa y, al fondo de ella pasaba el arroyuelo que provenía de la bullidera. Pues bien, en ese arroyo hubo alguna vez una serie de plantas que lo convertían en una galería.

Pero, me estoy enrrollando porque lo interesante es que, siguiendo ese arroyo y yendo a la izquierda,, según la indicación que venía diciendo, se llegaba a una alberca que, para mí era tan grande como el embalse del Tranco de Beas.

Allí se iba Rafa, y creo que, alguna vez, Pepe Martínez a bañarse. Yo ví al tío Rafa marcharse de la multitud familiar, y, le seguí hasta dar con él. ¡Buena me montó!. No nos dejaba entrar en el agua de la alberca... "porque era muy peligrosa" y, ¡vaya que sí!. Tenía un fondo de un légamo, que, como lo tocaras, salían todos los gases del mundo,

Yo convencí a tío Rafa para que me dejara bañar. Había que hacerlo sin sumergirse, sin hacer pie, habiendo entrado en el agua desde una piedra o el muro de la alberca, nadar sin alborotar el agua porque, se podía rozar el fondo. Si se rozaba el fondo, había que salir de allí, por pies.

O sea, que, la experiencia  de lucha contra la temperatura a través del baño, también tiene su curriculum. Y, digamos, por ahora, , que los gases nauseabundos son los vencedores claros




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