miércoles, 1 de julio de 2015

El "taladro"


Selecciones Del Readers Digest Mayo De 1967

Como uno ha hablado mucho, quizás demasiado, ha errado mucho y habrá acertado cuando le haya tocado....
O sea, que esta pequeña historia es, de alguna manera, una petición de perdón. Perdón por una metedura de pata de hace muchos años. Hecha, como tantas otras, con toda la buena intención, pero, al fin y al cabo, metedura de pata... Además, tuve más culpa porque, a pesar de los avisos circunstanciales, seguí y seguí...


Resulta claro, después del artículo sobre los "tacos" para poner interruptores y aparatos eléctricos, que aquello era un soberano latazo. Insufrible aún en el caso de salir bien....

Pues bien, en aquella época le regalaban a los medicos una suscripción a "Selecciones del Reader's Digest". En ellas, aparte de articulillos la mar de interesantes, había propaganda de multitud de lo que después llamaríamos "multinacionales".

El relato de cómo vivían los "americanos" nos resultaba a algunos sencillamente envidiables. Sus coches, sus casas, los talleres en sus casas, y, en el caso que nos ocupa, este último, sobre todas las cosas.

Todos los americanos tenían un taller en sus casas en donde hacían, desde poner estanterías, hasta botes a motor. Y, entre todas esas cosas, tenían -o parecían tener- algo impensable entre nosotros: "taladros eléctricos".

Ya se veía que eran una especie de pistolas, algo más grandes que la mano y que, con ellos, hacían agujeros... en donde quiera que fuera.... O sea, lo que le hacía falta al tío Félix.

Éstas máquinas, con la compañía de unos 'taquitos de plástico', relegaban al olvido al cincel, al martillo, al yeso, al cuchillo-espátula, al taco, a la espera, al tornillo que rajaba la madera.... O sea, ¡había llegado la felicidad!.

Pues, hecho el descubrimiento... se lo dije a tío Félix..... "mira, los americanos tienen en sus casas unos....".

¡Imposible!, los taladros son para los talleres. Y, ante mi insistencia en que sí, que sí los tenían, un día apareció en el portal de casa de la abuelita un extraño objeto, con forma de taladro, que era pesado, grande, grasiento, inmanejable y, ¿para qué o quién era eso?.

Para mí, para que me callara. Llegado al lado del tío, me dice "¿eso se puede tener en una casa?".

Evidentemente no.

Pero yo seguí con las mías. No sé cómo, pero conseguí comprar, con la ayuda de alguien, un taladrito que, recuerdo como "Black & Decker", metálico, pequeño, manejero, ideal para poner taquitos, poner interruptores....

Cuando se lo di al tío, con toda la ilusión -y, en parte, razón- del mundo, éste pareció irritado, gruñó algo más fuerte de lo normal. Lo dejé encima de la mesa y.... me dí cuenta de que lo había humillado o algo parecido.

Acababa de aprender lo que es "meter la pata"... hasta el corvejón.

Me quedé sorprendido, consciente de haber hecho algo que tenía que haberlo pensado mejor, que no se puede -ni podían- hacer las cosas por encima d elo que éstas daban de sí. O sea, que tendría que haber esperado, haberlo enseñado, haber hecho, en suma, una estrategia menos 'chula' por mi parte.

Mi padre, que había observado el suceso, me acompañó en mi descoloque.... "Ya lo sabes, tienes que ser más prudente"....

Y ahí me quedé. Después, me dijeron que el taladro le iba gustando al tío.... pero yo ya estaba en otro tema. Aquello no había salido lo bien que yo había esperado. En fin.

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