domingo, 17 de mayo de 2015

...o más de la familia

Ayer, estando con mamá por el Paseo de las Angustias, hablábamos de que me había encontrado a la prima Lourdes en la calle Mesones.
Como es lógico, dada la cantidad de recuerdos que tenemos en común, disfrutábamos de la historia que hemos recorrido juntos.

Hablábamos de los cambios que hubieron de 'sufrir' las dos casas de referencia. De una parte la de las "tías" con la asunción de la maternidad tiil de las chiquillas de tía Carmina, más JoseMari, y de otro lado, la llegada a "casa de la abuelita", de los dos enanillos, Nacho y Jesús Pablo, éste, recién hecho.
Me contaba cosas más concretas que mis recuerdos. De cómo tía Isa puso, en la habitación del tío Félix, es decir, subiendo la escalera, a la derecha,  una verdadera "nursery", entendiendo que esa habitación era más adecuada para atender a los chicos.
Por cierto, me pierdo en el recuerdo sobre si Isina estuvo en casa de la abuelita o en casa de las tías. Creo que no, que estaba en casa de las tías. Pero, si Isina me hace el favor de recordar un poco, igual me lo corrije.
Pues bien, empecemos por casa de las tías.

Habitantes: dos mayores, Tía Mariana y tía Cayetana. Una señora -que creo recordar que se llamaba Manuela-, que atendía la cocina, ¡ah! y también otra más joven para servicio general de la casa. Estas dos vivían en el piso alto de la casa de la calle Pontón, 34, por más señas.
Habitantes "infantes", Amalia Marín Rubiales, Juan Francisco (¿o estaba interno en Úbeda?), Lourdes, Amparo, Jose Maria Didelco, Carmen, e Isina.
Total 10. ¿es posible?. ¡A lo mejor me he pasado!. Bueno, luego corregiré, en una próxima entrega.

Hicieron una obra en el patio para faclitar un comedor de batalla, sin suelo de madera, ¡por favor!. Una mesa de tablero macicísimo y varias sillas. Un ventanal magnífico que daba al patio donde, al fondo, había una yedra que para mi casa la quisiera y, en el mismo patio, un suelo de baldosas rojas y azules, más un grifo a la derecha, en la pared que daba a la cocina. Al fondo, también a la derecha, una puerta daba a un patinillo en el que había un cuarto de baño, con una bañera hecha de cemento y un trono donde se pasaba un frío tan grande que ha sido el sitio donde "he depuesto" de forma más ejecutiva.

En ese comedor nos sentábamos a comer una pandilla. Es decir, los propios más los añadidos. Por ejemplo el "ahijado jefe", que era regalado frecuentemente por chocolatinas compradas en "Felix de Amo".

Los primos (nunca tuve problema con reconocer que, de manera representativa, habría que haber dicho "las primas") jugaban -dentro de un orden- a la hora de comer. Potajes, por favor, y, al final del plato decían "la piscina de Maribel (otro personaje histórico) me llega por ...." y señalaban la barbilla el cuello o, por ahí.

Mirada furibunda de tia Mariana al interventor. Miradas cómplices de primos y primas y, si alguno acercaba la mano a la barbilla era, rapidísimamente  coartado por una mirada "ad hoc".

A raíz de esto, y observando sin entender demasiado, me quedé con la imagen de que en esa casa había no sólo una actuación de gran generosidad por parte de las tías. Me parecía que debía mirar a mi casa con un especial cuidado porque, creía, era más sencillo vivir en mi casa que lo que vivían, primos/as, tías y demás familia, en aquella casa.

Lo que nunca entendía -perdón, después sí- era que alguna veces recibía un rabotazo de parte de los primos begijarenses. Nunca supe de comparaciones indeseadas. Pero sí que admiraba la capacidad de Amalita para la contestación rápida, y, no digamos de Amparo. En una ocasión, que estuvieron en Granada, salieron con mis hermanos, Pablo y Paci, y éstos volvieron asombrados de la rapidez mental de las primas....

Begijar, la Bullidera, Posada Ricas, La Minilla, El Algarrobo, todas son imágenes de un sexto cielo, -el septimo, uds, perdonen, era Anchuricas, claro-, en el que la mínima alusión a ir a esos sitios era un acercamiento a la felicidad.

¿Y las "cámaras" de Begijar, cuando los primos nos enseñaron a meternos en los trojes de semillas sin advertir lo que picaba la piel después?. Recuerdo que al primo JoseMari Didelco, que era más rubito, le salieron una especie de ronchas que, para qué.

Es curioso, me he pasado de hablar de las tías a Begíjar y no las tengo necesariamente asociadas, pero... me ha salido así.  Sí, sin embargo, la curiosidad de ir a verlas cuando estaban allí en verano. Dormir en una cama que era estilo ....¿Luis CXV?... lo digo por lo grandísima que era (había que dar un paseo desde el fondo del colchón hasta el borde, asomarse y... dejarse caer fuera) , lo espantosamente grande que era la habitación. La inexistencia de agua en el WC. El paseo, las cuadras: Amalita y yo lamiéndonos el labio de arriba -como las vacas, y enfrente de ellas- a ver si llegábamos a meternos la lengua en la nariz (como hacían fácilmente las vacas, claro). Paco el Moro, hombre amable y educado con nosotros... (estando en Tetuán me acordaba de él y me preguntaba si habría estado por allí). los gañanes, el Corralón.

Una vez me enviaron a Begijar a estar con los primos. Pues fuí. Yo tendría 10-11 años y Juan Francisco 9, creo. Le dijimos a tío Bernardino que si podíamos irnos a arar con el tractor (Hanomag-Barreiros R-45, por favor, rojo, claro). Nos dijo que salía a las cuatro de la mañana y ¡allá que fuimos!.

Aprendimos a conducir esa misma madrugada, hasta el punto -eso se puede decir ahora-, que el tractorista nos dejaba solos -andando- mientras él se bajaba y nos seguía por la besana. Juan Francisco llegó a dormirse encima del arado y, lo más divertido era que no teníamos fuerzas para cambiar de marcha. Había que saltar del asiento, poner los dos pies encima del embrague y con los dos brazos empujar al volante hacia arriba. Cuando el embrague cedía, con el brazo dabas un manotazo a la palanca de cambios. Entraba la marcha y, tratabas de "bajarte" del pedal sin que el tractor levantara el morro -que lo levantaba- entonces, el que no iba conduciendo accionaba el mando hidraúlico del arado que metía las rejas y, ¡ala!, a arar. ¿Y cuando llegábamos al final de la besana?¡Eso sí que era un canto a la fuerza humana tratando de dominar a la máquina!. Había que frenar una sola rueda, torcer el volante a tope, (todo esto con la vertedera levantada, claro), enderezar el tractor, frenar, meter marcha atrás, llegar al final de la besana, poner marcha adelante mientras bajabas la vertedera, a la que había que darle la vuelta....Magnifico.


Como podeís imaginar hay y, por el momento, habrá más, pero prefiero dejarlo incompleto. Añadid lo que os acordéis, que lo enjareto y ¡ala! ¡a los Martínez!....

1 comentario:

Pilar Flores dijo...

Santo cielo, ¡Que memoria tienes!!