sábado, 8 de diciembre de 2018

"Empoyetaos"

No lo busquéis en el diccionario. Esta palabra no existe. Quiero decir que no está recogida ni en el diccionario de la Lengua, ni en Internet.

Sin embargo los que estuvimos en El Paraíso la conocemos.

La palabra quería describir la situación de aquél caminante que se encuentra en algún lugar del campo en el que no puede hacer nada. Es decir, no puede avanzar, retroceder, subir, bajar, nada. Está "empoyetado".


Tal situación la vivieron los abuelos Pablo e Isabel. Pero vamos a contarlo con detalle

Día normal, chicos en "la arena", algún 'mayor' con tareas de la casa, por ejemplo, tío Félix haciendo sillas, el tío Rafa explorando alrededores, las tías Teresa, Isa, Pacita, etc., ordenado ropa, o previendo comida de medio día. 

Pues ese día, ese día horrible, a media mañana, en la situación dicha arriba alguien da la voz de alarma: "¿Sabéis donde están papá y mamá?"

Y alguien responde que 'salieron a dar un paseo', sí, pero no suelen tardar tanto. ¿Hacia donde fueron?.

Todos miran hacia todos lados y alguien quiere recordar que le pareció verlos en medio de la 'chopera', dirección Cortijo de 'Arriba'.

Bueno, pues estarán por ahí, ya vendrán.

Pero no vienen, y llega la hora de comer y no vienen. Y nos dan de comer a los chicos porque...llegarán de un momento a otro, pero no vienen. Y pasa un rato, no saben los mayores si comer o no y, no vienen.

Y no saben dónde buscar. Creo recordar que Félix, Rafa y alguno más, salen hacia la zona prevista, Fuente Fresca, vamos, en dirección al barranco del arroyo de las anchuricas.

Alguno de los exploradores vuelve, desencajado, y con la ligera esperanza de encontrarlos en la casa porque estuvieran por otro lugar. Pero no están.

A las cinco de la tarde -o por ahí, nadie tenía reloj-, la situación es angustiosa. ¿Dónde están?¿dóóóónde están?.

Al cabo de un largo rato, con todos los exploradores incansables buscando por todos lados, casi en el comienzo del decaer de la tarde, oímos una voz lejana. Suena como si viniera desde el Cortijo de Arriba. "¡Ya vamos!¡los hemos encontrado!".

Recuerdo ver a los abuelos con un aspecto de tremendamente fatigados, la abuela sonreía entre lágrimas y abrazos. El sentimiento general es de alivio y alegría. ¡Han llegado!.

E, inmediatamente, el torrente de preguntas, todas del mismo talante, claro, "¿Dónde estábais?¿Dónde os habíais metido?".

No saben explicarlo, no saben donde han ido, pero sí que se encontraron en una situación difícil. Imposible de retroceder o avanzar y con miedo de caer por una pendiente. Dan algunas indicaciones, algo de la peña de la despedida, hacia la izquierda, o por ahí, o por ahí....

La alegría generalizada promueve un ambiente de distensión y tranquilidad. Este problema ha acabado y lo ha hecho bien.

Pero no quedó ahí. Si no fue al día siguiente sería al otro, oigo desde la litera donde duermo, cómo el tío Rafa va a salir por la ventana. Apenas ha amanecido y, antes de que se me escape, ya estoy yo saliendo con él. 

¿Dónde vas?. A ver por dónde se perdieron mis padres.

Vamos corriendo, pero corriendo, no sea que alguno de los mayores nos detengan. Pasamos como una exhalación por la parte de abajo del Cortijo de los primos y seguimos hacia la peña de la despedida y empezamos a mirar con atención la parte izquierda del camino que va hacia el Cortijo de abajo.
El "Cortijo de Arriba" está en la esquina de la derecha.
Se ve el "arroyo de las Anchuricas".

En un momento determinado le parece a Rafa que hay una senda o, al menos, un lugar por donde no es difícil pasar. Nos parece que lleva hacia el arroyo, pero por un sitio por el que nunca habíamos ido.

Teníamos que andar con cuidado aquello estaba resbaladizo, pero llegamos al arroyo. Estábamos por debajo del lugar donde estaba el huerto que tenían los Martínez Frías y que algún año puso en marcha Raimundo. 

Sorpresa, en un determinado lugar ¡hay una cascada!, bueno, algo que se parece a una cascada porque hay una pared de roca algo degradada y, desde una cierta altura -nada, un par de metros, como mucho-, cae un hilillo de agua.

Rafa se puso contentísimo. ¡Ya tenía ducha!. 


 

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