domingo, 10 de diciembre de 2017

Tía Teresa, un poco, nada más...

De todos los hermanos de la madre, considero a tía Teresa como la más difícil de retratar, de dibujar, de hacer, siquiera, un ligero apunte sobre ella.
Era una persona, aparentemente, adusta, aparentemente, seria, pero en el fondo, quienes tuvimos la suerte de tener algún contacto continuado, tenemos algo más de abanico para poder relatar aspectos entrañables.
Cuando hemos hablado de ella con sus hermanos, ha salido algo así como que, de los 12, la que más








sufrió una serie de circunstancias no precisamente favorables.
Una imagen: Vivió rodeada. En medio de un grupazo de hermanos que, en un principio, la pudieron ocultar de su alrededor. No he visto nunca ninguna foto de ella, ni en Beas ni en Begíjar pero, claro, mi impresión es forzosamente limitada.
Ya asentados en Linares también le persiguieron las circunstancias, me parece. Las "gemelas" eran un referente normal. Independientemente de sus voluntades, la "gemelez" era, de por sí suficiente como para marcar algunos aspectos de la vida de una chica. Los tiempos en que se movían, también.
Pero estoy marcándome un farol. Cualquier cosa que pudiera decir de esos tiempos está marcada por las opiniones que hubiera podido oir a lo largo de mi vida.
Sí, sin embargo, decir que la recuerdo, de pequeño, como una tía emsombrecida por grandeza de tía Isa.
Rafa Martínez habla de ella, y en la parte que recuerdo me sumo a él, como servicial y meticulosa (la que hacía los picatostes en su punto, por ejemplo) y añado que tenía la enorme ventaja de ser muy nítida. Si era ella la que nos atendía, había que hacer las cosas de manera más correcta que con tía Isa. Y así, así, pasaba la vida.
En el año _____ desapareció por los alrededores de Jaén. Ayudó a Carlos a montar su vida ecleial. Le acompañó a Lopera, en donde aparecimos un día multitud de primos y tíos a través de la folloneta de tío Jose.
Después, a Martos, creo y, en Linares, de vez en cuando. Es verdad que venía a casa de la abuelita con más frecuencia que el tío Carlos y, allí, siempre atenta a la mano que hubiera que echar.
Pero, donde más contacto tuve -tuvimos, Alicia y yo- con ella, fue en Úbeda.
Algo antes, cuando destinaron a Carlos al Barrio de San Pedro vi cómo ayudaba a montar una parroquia en un garage, con unas escaleritas que subían al primer piso que era su casa.
El Barrio de San Pedro era muy interesante. Era, en cierta forma, moderno, calles tiradas a cordel, con una población variopinta de la que formaban parte algunos de mis compañeros de la Safa. Tenía yo, por tanto, contacto directo e indirecto con Teresa y Carlos. Estábamos en tiempos de lo que luego se vieron como finales del franquismo y en medio de una crisis tremenda de la iglesia a causa de la aplicación de lo surgido del Vaticano II. Además, Úbeda era un follón de padre y muy señor mío en el ámbito eclesial.
Vamos que los curas y todos los que vivieran alrededor no tenían situaciones sencillas. Nada era como antes ni, como después se sabría, iba a ser el futuro.
Lo que recordamos de Úbeda, tanto Alicia como yo, era el gustazo de tener una tía que nos cuidaba a cuerpo de rey. Pero, ojo, no sólo a nosotros porque, si se le pudiera pedir recuerdos a Juan Manuel Sánchez Gordillo, también diría que más de una noche, dos y más, le pidió cena a Teresa de manera improvisada.
El arroz con leche era la mejor maravilla del mundo. Muchomás que las pirámides y la Alhambra y ese era el final de la cena de los miércoles. Antes, había habido delicatessen Martinez.

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