viernes, 4 de noviembre de 2016

Cuentos de Rafa Martínez

Este es uno de los cuentos que recopiló el tío Rafa Martínez para "los 80" de tía Isa. Es propio de noche oscura de brujas y otoño....
"Hay cuentos y cuentos; pero éste que voy a narrar se trata de los más terribles y horrorosos que me han contado.
En verdad no sé si el cuento es tan desagradable y terrorífico como yo lo recuerdo, pero el caso es que aún persiste en mi ánimo una intención de olvidarlo porque me ha producido siempre un desagradable malestar: quizás es que me lo contaban en ocasiones en que estaba muy deprimido o que me había portado mal. La realidad es que toda mi agitación y nerviosismo se reducían en el preciso instante en que se atacaba el tal cuento. Llegaba a ser tan enormemente tétrico que nunca llegaba a contarse el final, ya que pedíamos, por favor, que no se llegara a tal límite:
Lloraba, pataleaba, me comía lo que me pidieran, me tragaba todas las medicinas, incluso las más amargas y desagradables con tal de que no me contaran aquellas cosas.
Ocurrió en una vivienda una noche oscura, llena de extraños ruidos, que hacían temblar al más valiente. Se puso a llover y a tronar y se cerraron las puertas de esta casa preocupados por si entrara agua o algún bicho fiera.
Se oyeron unos golpes fortísimos en la puerta.
- ¡Ay, madrecita mía!,¿quién será?
- ¡Cállate so retontona, que ya se irá!...
Una voz escalofriante invadió todos los espacios:
. ¡¡¡que no me voy, que detrás de la puerta estoy...!!!.
El terror se apoderó de los habitantes. Temían que empujaran a las puertas y entraran violentamente sin saber quién llamabaa esas horas tan terroríficas y oscuras...
Otra vez golpes, ¿qué digo golpes?, Tremendos trompazos a la puerta....Aquello se salía de lo humano: horroroso...."


Otro cuento, con idéntico origen del anterior...
"YO UNO Y TÚ, DOS".
Era un matrimonio que tenía por costumbre cenar, siempre, tres huevos: él, dos y, la mujer, el restante. Hasta que un día, la mujer se incomodó y le dijo violentamente:
.- Ya sabes que nos hemos casado en una misa y no está bien que, todas las noches, te comas tú dos huevos y yo, uno. Desde ahora vamos a hacer turno; una noche te tocan dos y otra, a mí.
- ¡No!,¡no!...¡No te lo consiento!, dijo el marido autoritario.
- ¡Pues no te lo dejo pasar a partir de hoy!, dijo la mujer....
- ¡Pues entonces, me muero!....- dijo el marido.
Al otro día, el marido se hizo el muerto, y la mujer decía:
- ¡Mi marido!,¡que se ha muerto!,¡mi marido se ha muerto!.
En el entierro iba la mujer acompañando al difunto y, de vez en cuando, se acercaba a la caja y decía:
- ¡Hijo mío!¡Hijo mío!,¡Déjamelo ver por última vez!...
Y, haciendo como que le iba a besar, le decía al oído, despacio:
.- ¿Cuántos te comes, que vamos ya a la mirad del camino?.
El marido insistía que dos y, la mujer, que uno.
- ¡Pues adelante con el entierro!, decía la mujer.
Al llegar a las puertas del cementerio volvió la mujer:
- ¡Hijo mío!,¡Hijo mío!,¡Déjamelo ver ya por última vez y darle el último abrazo antes de meterlo en la fosa!.
Y, arrimándose al oído del marido le volvió a decir:
- ¿cuántos te comes?,¡que estamos en el cementerio!.
Y el marido insistía obcecado: -¡Dos!,¡te dije que dos!.
- ¡Uno!, le decía la mujer sin parar de llorar.
- ¡Pues adelante con el entierro!.
Al llegar ya con el ataúd al agujero donde iba a ser depositado, la mujer volvió a repetir lo que las veces anteriores...
- ¡Hijo mío!.¡Déjamelo que le de el último abrazo!.
Y arrimándose al oído del marido, le volvió a decir:
- ¿Cuántos te comes?. Él respondía: ¡Dos!.
Y viendo la mujer que consentía en dejarse enterrar antes que ceder a su propósito, le dijo.
- ¡Bueno!... pues ¡cómete los dos!.
Entonces, el marido se levantó del ataúd con la sábana envuelta y salió por el cementerio gritando:
- ¡Dos me como!¡dos me como!¡Dos me como!...
Y la gente, al ver que resucitaba y decía eso, echó a correr. El sacristán, que era cojo, corría todo lo que podía, gritando.
- ¡A mí, no!,¡A mi, no!, ¡A mí, nooooooo!.....

1 comentario:

Pilar Flores dijo...

Lo de contar cuentos de miedo se solía hacer cuando se iba la luz y nos sentaban a los pequeños y medianos en las escaleras de la casa de la abuela a esperar que viniera la luz. Entonces alguien contaba el cuento a la luz de unas velas o de un candil de petroleo.
¡¡Aquello era miedo de verdad y no los disfraces y fiestas de Halloween de ahora!!