Este es uno de los cuentos que recopiló el tío Rafa Martínez para "los 80" de tía Isa. Es propio de noche oscura de brujas y otoño....
"Hay cuentos y cuentos; pero éste que voy a narrar se trata de los más terribles y horrorosos que me han contado.
En verdad no sé si el cuento es tan desagradable y terrorífico como yo lo recuerdo, pero el caso es que aún persiste en mi ánimo una intención de olvidarlo porque me ha producido siempre un desagradable malestar: quizás es que me lo contaban en ocasiones en que estaba muy deprimido o que me había portado mal. La realidad es que toda mi agitación y nerviosismo se reducían en el preciso instante en que se atacaba el tal cuento. Llegaba a ser tan enormemente tétrico que nunca llegaba a contarse el final, ya que pedíamos, por favor, que no se llegara a tal límite:
Lloraba, pataleaba, me comía lo que me pidieran, me tragaba todas las medicinas, incluso las más amargas y desagradables con tal de que no me contaran aquellas cosas.
Ocurrió en una vivienda una noche oscura, llena de extraños ruidos, que hacían temblar al más valiente. Se puso a llover y a tronar y se cerraron las puertas de esta casa preocupados por si entrara agua o algún bicho fiera.
Se oyeron unos golpes fortísimos en la puerta.
- ¡Ay, madrecita mía!,¿quién será?
- ¡Cállate so retontona, que ya se irá!...
Una voz escalofriante invadió todos los espacios:
. ¡¡¡que no me voy, que detrás de la puerta estoy...!!!.
El terror se apoderó de los habitantes. Temían que empujaran a las puertas y entraran violentamente sin saber quién llamabaa esas horas tan terroríficas y oscuras...
Otra vez golpes, ¿qué digo golpes?, Tremendos trompazos a la puerta....Aquello se salía de lo humano: horroroso...."
Otro cuento, con idéntico origen del anterior...
"YO UNO Y TÚ, DOS".
Era un matrimonio que tenía por costumbre cenar, siempre, tres huevos: él, dos y, la mujer, el restante. Hasta que un día, la mujer se incomodó y le dijo violentamente:
.- Ya sabes que nos hemos casado en una misa y no está bien que, todas las noches, te comas tú dos huevos y yo, uno. Desde ahora vamos a hacer turno; una noche te tocan dos y otra, a mí.
- ¡No!,¡no!...¡No te lo consiento!, dijo el marido autoritario.
- ¡Pues no te lo dejo pasar a partir de hoy!, dijo la mujer....
- ¡Pues entonces, me muero!....- dijo el marido.
Al otro día, el marido se hizo el muerto, y la mujer decía:
- ¡Mi marido!,¡que se ha muerto!,¡mi marido se ha muerto!.
En el entierro iba la mujer acompañando al difunto y, de vez en cuando, se acercaba a la caja y decía:
- ¡Hijo mío!¡Hijo mío!,¡Déjamelo ver por última vez!...
Y, haciendo como que le iba a besar, le decía al oído, despacio:
.- ¿Cuántos te comes, que vamos ya a la mirad del camino?.
El marido insistía que dos y, la mujer, que uno.
- ¡Pues adelante con el entierro!, decía la mujer.
Al llegar a las puertas del cementerio volvió la mujer:
- ¡Hijo mío!,¡Hijo mío!,¡Déjamelo ver ya por última vez y darle el último abrazo antes de meterlo en la fosa!.
Y, arrimándose al oído del marido le volvió a decir:
- ¿cuántos te comes?,¡que estamos en el cementerio!.
Y el marido insistía obcecado: -¡Dos!,¡te dije que dos!.
- ¡Uno!, le decía la mujer sin parar de llorar.
- ¡Pues adelante con el entierro!.
Al llegar ya con el ataúd al agujero donde iba a ser depositado, la mujer volvió a repetir lo que las veces anteriores...
- ¡Hijo mío!.¡Déjamelo que le de el último abrazo!.
Y arrimándose al oído del marido, le volvió a decir:
- ¿Cuántos te comes?. Él respondía: ¡Dos!.
Y viendo la mujer que consentía en dejarse enterrar antes que ceder a su propósito, le dijo.
- ¡Bueno!... pues ¡cómete los dos!.
Entonces, el marido se levantó del ataúd con la sábana envuelta y salió por el cementerio gritando:
- ¡Dos me como!¡dos me como!¡Dos me como!...
Y la gente, al ver que resucitaba y decía eso, echó a correr. El sacristán, que era cojo, corría todo lo que podía, gritando.
- ¡A mí, no!,¡A mi, no!, ¡A mí, nooooooo!.....
viernes, 4 de noviembre de 2016
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1 comentario:
Lo de contar cuentos de miedo se solía hacer cuando se iba la luz y nos sentaban a los pequeños y medianos en las escaleras de la casa de la abuela a esperar que viniera la luz. Entonces alguien contaba el cuento a la luz de unas velas o de un candil de petroleo.
¡¡Aquello era miedo de verdad y no los disfraces y fiestas de Halloween de ahora!!
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