lunes, 12 de noviembre de 2018

Historia familiar del Instituto de Cogollos-Vega, Granada.


Una historia “de familia” para la conmemoración de inauguración del I.E.S. “Emilio Muñoz”

Desde que con 7 u 8 años comencé a observar mi entorno con toda la atención que pude, recuerdo a mi padre D. Nicolás Flores Micheo, en muchísimas de las cosas que hacía.
Me resultaba, siempre, interesante. Era mi padre, primero, y tenido como un gran hombre en el seno de la enorme familia, pero en la calle era el Director del Instituto de Linares.  Por lo que sé, ahora, había sacado oposiciones a Profesor Adjunto de Física y, como funcionario activo que siempre iba a ser, comenzó allá por los años 45 a pasar por el Institutos de Osuna, como primer destino y, después a Linares, a formar parte tanto del Instituto de Enseñanza Media como de la Escuela de Peritos. Tanto en uno como en otro toma desde un principio cargos de responsabilidad: Vicedirector del Instituto, en el 1946, Jefe de Estudios en el 50, Encargado de Dirección en el 52, Inspector de EE.MM., en Sevilla, en el 52. Vuelta a Linares y de nuevo Director en el 57. Entretanto también había ocupado cargos de Interventor o Director temporal en la Escuela de Peritos Industriales. Y, por decirlo de alguna manera, Inspector de nuevo a partir del año 59.

El Instituto de Linares estaba situado en un caserón, creo que antiguo convento, de la calle Pontón, que tenía una magnífica portada barroca y un patio con columnas que era una preciosidad.
Yo ví cómo se le hicieron obras, se pusieron ventanales, se arreglaron aulas y recuerdo oír que “se había quedado pequeño” por lo que “habría que hacer uno nuevo”.
Pero mi padre, que era un funcionario de los de casta y tronío, velaba por el erario público con una probidad a prueba de truenos. Y, para él, no podía haber ‘desperdicios’, “era dinero de todos”, decía.
Pues, como buen director, funcionario ahorrador e inquieto por su labor profesional, púsose a buscar alternativas no dinerarias para solucionar el problema de la “escasez de espacio”.
Y lo encontró. Y yo lo vi porque habiéndome señalado como aficionado radical a los coches y a todo lo que tuviera cuatro ruedas y un volante, siempre que había posibilidad de llevarme en coche, me llevaban.
Y me llevaron, a ver los edificios que se habían hecho en Linares para los “sanatorios antituberculosos” en la zona de la “casilla de peones camineros” en la carretera de Baeza.

Aquí los tenemos en una foto aérea de 1965.
Vimos primero el que estaba más acabado. Que es el edificio que está a la derecha, el señalado como I, después de una curva. Era un buen edificio, por supuesto en hormigón armado, con relativamente grandes plantas en cada altura y que podría ser, supongo que argüirían esto, fácilmente cambiado a instituto enseñante.
Pues aquello quedó allí
Pero como nosotros –la familia- no quedó así, sino que nos vinimos a Granada, pues no cabe duda de que algo debió cambiar.
Han nombrado a mi padre Inspector Jefe de Enseñanza Media, (1959) en aquel reajuste de cargos y funciones administrativas que tuvo que ver con la modernización de la enseñanza.
En un principio el Jefe máximo de la enseñanza era el Excmo. Sr. Rector del Distrito Universitario de…cada distrito. El rectorado era de alguna manera la “Delegación” del Ministerio de Educación Nacional en cada distrito.
Pero se veía venir. Desde los años cincuenta, en los que un conjunto de funcionarios docentes del Estado querían construir una red pública de centros, se veía que era demasiada labor para que la absorbiera sólo el rectorado.
En el año 1956, o alrededor de él, empezaron sus funciones las Inspecciones de Enseñanza Media. En un principio, es fácil colegir que eran apéndices, ayudantes o como fuera, de los rectorados. Después heredarían, por decirlo de manera coloquial, la gestión de la relación entre el Ministerio y los distintos Institutos.
Pues eso, llegamos a Granada y tiene su oficina en la Gran Vía. Con la costumbre que tenía yo de verlo en edificios grandes, antiguos y con prosapia, esta oficina me parecía una empresa modernísima.
Pero tenía un papel importante. Ampliar la Red de Centros. Y partía de que en cada provincia había, de promedio, uno o dos Institutos de “Enseñanza Media”. Y se daba por hecho de que ninguno de esos Institutos tenían forma de acoger a alumnos que estuvieran más lejos de una veintena de kilómetros.
Había, no obstante, un “Colegio Menor” que cumplía la labor de acogimiento a alumnos de más distancia, pero tenía plazas limitadas y, que yo recuerde, no era de la red pública, realmente hablando.
Hacía falta una “residencia-internado” para el alumnado. Y, además, venía bien que atendiera a la zona norte de la provincia y, además, era necesario que tuviera gran aforo y/o posibilidades de ampliación.
Y había un sanatorio antituberculoso que estaba desaprovechado.

Luego, necesidad clara, existencia de algo y voluntad de hacerlo, eran componentes magníficos para empezar.
Visitas al rectorado, supongo, y visitas a Cogollos-Vega, que así se llamaba el término. La idea va tomando forma y vemos cómo el padre presta la atención con que suele tomar las cosas importantes. Papeles
A partir de ahí mi padre adoptó el edificio. Pero adoptado adoptado, es decir, era uno más de la ‘casa familiar’.
 Si había que esperar que llegaran las camas, allí estaban mis padres –porque se iban los dos, claro- a aguardar los camiones y observar cómo eran introducidas a sus respectivos dormitorios.
Si otro día lo que llegaba era el material de cocina, ya se sabía, el seítas familiar subía las empinadas cuestas desde La Vega hasta Cogollos y, allí mi madre sacaba el punto y nos hacía unos chalecos preciosísimos.
Más de un viaje, más de una tarde, estuvimos alguno de los hermanos acompañando a los padres. Era un lugar precioso, en las faldas de una monaña de la que también presumíamos los granadinos. Un poco más arriba del Arroyo de las Casillas y por debajo de la Umbría de las Tazas, muy bien orientado y con las terrazas que caracterizaban a estas instalaciones.
Y, al final, se inauguró. Y, lógicamente, ya no había que subir a esperar las camas o las cocinas, pero sí a nuevos aprovechamientos. Algunos de los hermanos tuvimos la suerte de participar en las “Escuelas de Verano” que se organizaban en los tan interesantes años de reformulación de distintos aspectos educativos.
Ha quedado como algo familiar, como un elemento importante en el mundo de los recuerdos que componen la herencia docente de mi padre.
Pero eso, eso es otra historia.

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