Una historia “de familia” para la conmemoración de inauguración del
I.E.S. “Emilio Muñoz”
Desde que con 7 u 8 años comencé
a observar mi entorno con toda la atención que pude, recuerdo a mi padre D.
Nicolás Flores Micheo, en muchísimas de las cosas que hacía.
El Instituto de Linares estaba
situado en un caserón, creo que antiguo convento, de la calle Pontón, que tenía
una magnífica portada barroca y un patio con columnas que era una preciosidad.
Yo ví cómo se le hicieron obras,
se pusieron ventanales, se arreglaron aulas y recuerdo oír que “se había
quedado pequeño” por lo que “habría que hacer uno nuevo”.
Pero mi padre, que era un
funcionario de los de casta y tronío, velaba por el erario público con una
probidad a prueba de truenos. Y, para él, no podía haber ‘desperdicios’, “era
dinero de todos”, decía.
Pues, como buen director,
funcionario ahorrador e inquieto por su labor profesional, púsose a buscar
alternativas no dinerarias para solucionar el problema de la “escasez de
espacio”.
Y lo encontró. Y yo lo vi porque
habiéndome señalado como aficionado radical a los coches y a todo lo que
tuviera cuatro ruedas y un volante, siempre que había posibilidad de llevarme
en coche, me llevaban.
Y me llevaron, a ver los
edificios que se habían hecho en Linares para los “sanatorios antituberculosos”
en la zona de la “casilla de peones camineros” en la carretera de Baeza.
Aquí
los tenemos en una foto aérea de 1965.
Vimos primero el que estaba más
acabado. Que es el edificio que está a la derecha, el señalado como I, después
de una curva. Era un buen edificio, por supuesto en hormigón armado, con
relativamente grandes plantas en cada altura y que podría ser, supongo que
argüirían esto, fácilmente cambiado a instituto enseñante.
Pues aquello quedó allí
Pero como nosotros –la familia-
no quedó así, sino que nos vinimos a Granada, pues no cabe duda de que algo
debió cambiar.
Han nombrado a mi padre Inspector
Jefe de Enseñanza Media, (1959) en aquel reajuste de cargos y funciones
administrativas que tuvo que ver con la modernización de la enseñanza.
En un principio el Jefe máximo de
la enseñanza era el Excmo. Sr. Rector del Distrito Universitario de…cada
distrito. El rectorado era de alguna manera la “Delegación” del Ministerio de
Educación Nacional en cada distrito.
Pero se veía venir. Desde los
años cincuenta, en los que un conjunto de funcionarios docentes del Estado
querían construir una red pública de centros, se veía que era demasiada labor
para que la absorbiera sólo el rectorado.
En el año 1956, o alrededor de
él, empezaron sus funciones las Inspecciones de Enseñanza Media. En un
principio, es fácil colegir que eran apéndices, ayudantes o como fuera, de los
rectorados. Después heredarían, por decirlo de manera coloquial, la gestión de
la relación entre el Ministerio y los distintos Institutos.
Pues eso, llegamos a Granada y
tiene su oficina en la Gran Vía. Con la costumbre que tenía yo de verlo en
edificios grandes, antiguos y con prosapia, esta oficina me parecía una empresa
modernísima.
Pero tenía un papel importante.
Ampliar la Red de Centros. Y partía de que en cada provincia había, de
promedio, uno o dos Institutos de “Enseñanza Media”. Y se daba por hecho de que
ninguno de esos Institutos tenían forma de acoger a alumnos que estuvieran más
lejos de una veintena de kilómetros.
Había, no obstante, un “Colegio
Menor” que cumplía la labor de acogimiento a alumnos de más distancia, pero
tenía plazas limitadas y, que yo recuerde, no era de la red pública, realmente
hablando.
Hacía falta una
“residencia-internado” para el alumnado. Y, además, venía bien que atendiera a
la zona norte de la provincia y, además, era necesario que tuviera gran aforo
y/o posibilidades de ampliación.
Y había un sanatorio
antituberculoso que estaba desaprovechado.
Luego, necesidad clara,
existencia de algo y voluntad de hacerlo, eran componentes magníficos para
empezar.
Visitas al rectorado, supongo, y
visitas a Cogollos-Vega, que así se llamaba el término. La idea va tomando
forma y vemos cómo el padre presta la atención con que suele tomar las cosas
importantes. Papeles
A partir de ahí mi padre adoptó
el edificio. Pero adoptado adoptado, es decir, era uno más de la ‘casa
familiar’.
Si había que esperar que llegaran las camas,
allí estaban mis padres –porque se iban los dos, claro- a aguardar los camiones
y observar cómo eran introducidas a sus respectivos dormitorios.
Si otro día lo que llegaba era el
material de cocina, ya se sabía, el seítas familiar subía las empinadas cuestas
desde La Vega hasta Cogollos y, allí mi madre sacaba el punto y nos hacía unos
chalecos preciosísimos.
Más de un viaje, más de una
tarde, estuvimos alguno de los hermanos acompañando a los padres. Era un lugar
precioso, en las faldas de una monaña de la que también presumíamos los
granadinos. Un poco más arriba del Arroyo de las Casillas y por debajo de la
Umbría de las Tazas, muy bien orientado y con las terrazas que caracterizaban a
estas instalaciones.
Y, al final, se inauguró. Y,
lógicamente, ya no había que subir a esperar las camas o las cocinas, pero sí a
nuevos aprovechamientos. Algunos de los hermanos tuvimos la suerte de
participar en las “Escuelas de Verano” que se organizaban en los tan
interesantes años de reformulación de distintos aspectos educativos.
Ha quedado como algo familiar,
como un elemento importante en el mundo de los recuerdos que componen la
herencia docente de mi padre.
Pero eso, eso es otra historia.
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