viernes, 14 de febrero de 2025

La azuela

 En otro lugar, hace muchísimo tiempo, conté el episodio de la corta de los chopos para los listones del año siguiente.

Decía que nos llevaba el tío Félix a quienes hubiéramos por allí y dispuestos a trabajar

Tío Pepe, que lo tengo marcado con esto, delante de mi, con un hacha pequeña en la mano. 

Llegábamos a "la Chopera", cercana a la casa y el tío mayor iba señalando qué árboles -arbolillos realmente, les eran interesantes.

Empezaba tío Pepe. El hacha, de corte romo -creo que para que no fuera peligrosa a los jóvenes- hacia más rotos que cortes en la corteza del chopillo, pero, vamos iba avanzando.

Al rato, Pepe me daba el hacha a mi -siete años- y acometía con furor la labor. 

Aquello no avanzaba nada, ya fuera por el corte o por ¡descubrimiento maligno!, el "corazón" del chopo era bastante más duro que la corteza.

Pero, bien que mal, el chopo caía. E íbamos a por otro. 

Al final, un haz de chopillos, 6 u 8 cm de diámetro, eran llevados a la casa. Se dejaban en el salón -para que se secasen- y sirvieran a nuestra vuelta al año siguiente.

Y, al año siguiente, aquello empezaba a convertirse en sillas, cunas-literas, maravillosas obras en la smanos de nuestro tío hacedor de magia maderera.

Y, ¿cómo se pasa un más o menos cilindro a un prisma paralelepipédico?.

 Con la azuela.

Herramienta maravillosa donde las hubiera y que estuviera trabajada por un sabedor del tema. 

A ver. Se cogían los chopillos, ya descortezados y limpios de ramitas colaterales. Es decir, casi cilindros casi perfectos.

Se llevaban a la serrería del quinto pino y allí, en el banco del final, se acostaban hasta la hora de su ejecución.

El tío cortaba el tronco a lo largo en la proporción que deseaba, pero seguía siendo casi cilíndrico.

Y, poniéndolo vertical, le acometía la labor de paralelepidizarlo. 

La azuela caía en el extremo cercano al banco. Cortaba una especie de lengüeta y dejaba -ya- una superficie plana. 

Se giraba 90º y se hacía lo mismo. Así, hasta completar la vuelta y ya se tenía un principio 'cuadrado'.

Se iba haciendo lo mismo en el otro extremo. Y así, en todas las maderas que tenía preparada.

Venía después la labor con la "garlopa". Otra herramienta madre y maestra de cunas y sillas. 

Otra labor grandiosa. A saber, un madero, medianamente largo, con dos extremos "prismatizados en cuadro", separados por un cilindro.

Pues estaba claro. Se ponía sobre el banco. El tío se sentaba encima de él y con la garlopa, cepillo maderero por antonomasia, se pasaba por encima del cilindro llevándose virutas y acercándose a prismatizar todo el material.

Las vueltas que hiciera falta y las veces que se necesitaran hasta formar algún múltiplo de cuatro -las sillas tienen cuatro patas.

Imaginad el número de operaciones que hicieron falta para hacer dos -2- cunas como las que se ven abajo....

Magnífico. ¿alguien lo sabe hacer mejor?.

No, pues aprended, como hice yo. 

 



 

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