domingo, 19 de octubre de 2025

¡ Baúles !

 

Yo sabía que tío Rafa 'jugaba al fútbol' pero, de verdad, es decir que no era cosa del patio de la abuela, sino en un equipo de "verdad". O sea, en alguno de Linares, de verdad... Creo que se llamaba el "Juventud" y, claro, le atribuí inmediatamente que llegaría lejos.

Lo que no esperaba es que un buen día me encontré con el tío Félix esperándome. Me iba a "llevar al fútbol", pero de verdad... Y todo eso era porque, decían que ¡por fin!, Linares tenía un "Estadio". O sea, todo novedoso, grande e importante.

El Estadio estaba en la carretera de Vadollano, justo enfrente de lo que, por entonces o inmediatamente después, era la Fábrica de Santana y eso era importante. Ya entonces, jugábamos a que Jaén era el pueblo más importante de la provincia de Linares como orgullo patrio y, claro, Santana, el Estadio, tío Rafa jugando en un equipo importante era.... demasiado.

Empezó el partido -primero que veía en mi vida- y me asombró la cantidad de gente -espectadores-que chillaban como posesos, pero auténticamente poseídos de una energía que, creí entender, era para "animar" a los "suyos".... O sea, estaba metido en una vorágine de cosas nuevas, importantes y "de futuro", que también lo decían.

Nada, un puñado de minutos de juego y, más o menos, lo del patio de la abuela, pero a lo grande... con un montón de chillones.

Me sorprendió un epíteto: les decían "¡maletas!, ¡maletas!"... y no supe entender que eso tenía que ver con el bien o el mal hacer. Era sólo eso, "¡maleta!"....

Pues me contagié y, cuando delante de nosotros los jugadores hicieron algo rematadamente mal porque la pelota salió del campo y ninguno de los contendientes pareció satisfecho con el tema... yo grité a todo pulmón "¡baúles!". Tanto que, a pesar de tener sólo seis o siete años, me oyeron un montón de gente.

Vi a los espectadores reírse y... mirarme, que era lo peor. Me agarré psicológicamente a tío Félix y él, también, se reía a mandíbula batiente.

Desconcierto, arreglado prontamente porque el tío me acogió y dijo que no se decía eso, que lo de "maletas" era por lo malos que eran y, por tanto, no tenía que ver con baúles.

Acabó el partido, nos fuimos a casa y aquello se contó en el comedor de casa de la abuela. Todos rieron a más no poder y, me apapacharon con cariñicos y mohines. Me reconocían mi originalidad.

No volví al futbol nunca más, ¿para qué? ¿para ver baúles?.

 


viernes, 14 de febrero de 2025

La azuela

 En otro lugar, hace muchísimo tiempo, conté el episodio de la corta de los chopos para los listones del año siguiente.

Decía que nos llevaba el tío Félix a quienes hubiéramos por allí y dispuestos a trabajar

Tío Pepe, que lo tengo marcado con esto, delante de mi, con un hacha pequeña en la mano. 

Llegábamos a "la Chopera", cercana a la casa y el tío mayor iba señalando qué árboles -arbolillos realmente, les eran interesantes.

Empezaba tío Pepe. El hacha, de corte romo -creo que para que no fuera peligrosa a los jóvenes- hacia más rotos que cortes en la corteza del chopillo, pero, vamos iba avanzando.

Al rato, Pepe me daba el hacha a mi -siete años- y acometía con furor la labor. 

Aquello no avanzaba nada, ya fuera por el corte o por ¡descubrimiento maligno!, el "corazón" del chopo era bastante más duro que la corteza.

Pero, bien que mal, el chopo caía. E íbamos a por otro. 

Al final, un haz de chopillos, 6 u 8 cm de diámetro, eran llevados a la casa. Se dejaban en el salón -para que se secasen- y sirvieran a nuestra vuelta al año siguiente.

Y, al año siguiente, aquello empezaba a convertirse en sillas, cunas-literas, maravillosas obras en la smanos de nuestro tío hacedor de magia maderera.

Y, ¿cómo se pasa un más o menos cilindro a un prisma paralelepipédico?.

 Con la azuela.

Herramienta maravillosa donde las hubiera y que estuviera trabajada por un sabedor del tema. 

A ver. Se cogían los chopillos, ya descortezados y limpios de ramitas colaterales. Es decir, casi cilindros casi perfectos.

Se llevaban a la serrería del quinto pino y allí, en el banco del final, se acostaban hasta la hora de su ejecución.

El tío cortaba el tronco a lo largo en la proporción que deseaba, pero seguía siendo casi cilíndrico.

Y, poniéndolo vertical, le acometía la labor de paralelepidizarlo. 

La azuela caía en el extremo cercano al banco. Cortaba una especie de lengüeta y dejaba -ya- una superficie plana. 

Se giraba 90º y se hacía lo mismo. Así, hasta completar la vuelta y ya se tenía un principio 'cuadrado'.

Se iba haciendo lo mismo en el otro extremo. Y así, en todas las maderas que tenía preparada.

Venía después la labor con la "garlopa". Otra herramienta madre y maestra de cunas y sillas. 

Otra labor grandiosa. A saber, un madero, medianamente largo, con dos extremos "prismatizados en cuadro", separados por un cilindro.

Pues estaba claro. Se ponía sobre el banco. El tío se sentaba encima de él y con la garlopa, cepillo maderero por antonomasia, se pasaba por encima del cilindro llevándose virutas y acercándose a prismatizar todo el material.

Las vueltas que hiciera falta y las veces que se necesitaran hasta formar algún múltiplo de cuatro -las sillas tienen cuatro patas.

Imaginad el número de operaciones que hicieron falta para hacer dos -2- cunas como las que se ven abajo....

Magnífico. ¿alguien lo sabe hacer mejor?.

No, pues aprended, como hice yo.