Esto podrá ser historia, incompleta, bien es cierto, pero es historia.
Resulta que, cuando se empezó a deshacer la casa de la calle del Marqués, estuve por Linares, con tÃa Isa, tÃa Teresa y, creo recordar, tÃa mami.
Estuvimos en la casa y como era normal en ellas me invitaron a que me llevara algo, lo que quisiera. En este caso, la mesa grande del comedor.
No recuerdo -de ahà la incompletez de la historia-, en absoluto, cómo estaba realmente. Creo que se habÃa desarmado o descuajaringado, para ser más ambiguo porque, recuerdo -eso sÃ- que cupo en la trasera de mi coche grande, el Nissan.
Sà recuerdo, obviamente, el tamaño que tenÃa -o tuvo-, enorme, porque allà cabÃamos todos y también recuerdo su estructura general, un rectángulo central rodeado de dos semicÃrculos.
El cómo se habÃa arreglado el tÃo Félix, siempre se lo supongo a él, para meter allà braseros -de picón, claro- para calentar al clan no lo tengo tampoco claro. TenÃa que haber uno en el medio del rectángulo central, pero, ¿y en los lados?. ¿Llegaba a haber dos medias tarimas en cada lado?.
No lo sé, pero si alguien lo recuerda le agradeceré me lo indique ya que estoy tratando de hacer un dibujo-retrato lo más preciso posible.
En cualquier caso 'aquello' entró en la parte de atráss del coche, ya supongo que bastante desguazado.
El problema surgió cuando llegó a mi casa.
Se habÃa deshecho, entero, pero a trozos pequeños. Tanto y tantos que las pequeñas duelas que formaban los semicÃrculos estaban desparramados por el suelo.
La recogida se convino al dÃa siguiente. Se lleva el coche a un aparte y poquito a poquito se van poniendo en el suelo los trozos que servirán para su reconstrucción.
Pero, claro, su enormidad la hacÃa casi inusable y, sin embargo habÃa que recuperarla por el cariño que esa mesa habÃa soportado, por el homenaje a todos los "nanos" que se habÃan arrastrado por encima buscando posos azucarados de café y... por tantas cosas.
Pues bien, llegamos a juntar los dos semicÃrculos obvios que eran identificables. El rectángulo central y su tarima se desestimó. Era un añadido a lo que suponÃamos la mesa primigenia.
Y... se llevó a nuestro carpintero en el pueblo del Instituto de Alicia. A Illora.
Cuando volvió pudo recibir un sitio de honor. A la entrada del salón. Rehecha entera, pero, por decirlo asÃ, en los 2/3 del tamaño de nuestra historia con ella.
Al cabo de unos pocos meses tuve la suerte de traer a tÃa Isa a casa. No le dije nada para que fuera más grande su sorpresa.
Y ocurrió un suceso entrañable. Entró en el salón, vio la mesa y se echó a llorar "como una madalena".
Sólo decÃa, "...era asÃ, era asÃ..."
Con lo que quedó consagrada su forma y... su sitio.
Era asÃ:
1 comentario:
Bien bonita que os quedó esa mesa en vuestro comedor, como tantas otras cosas, por cierto.
Buena historia, Rafa
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