sábado, 4 de marzo de 2023

Dos reales, de carro

 El mundo de Linares es inmenso. Hace un rato me he encontrado con un dibujo que hice hace tiempo para comentar las ingeniosidades del tío Félix.

A saber, en principio, el origen de este cuento tiene que ver con los Reyes, Magos, claro y, con ellos, su principal virtud, los juguetes.
En cierta ocasión me encontré en el salón de casa, muy temprano, en un 6 de Enero de no sé qué año, un objeto maravilloso, pero con uno defecto fundamental.
Era un carro, de varas, con un mulo -o caballo, dependía de cómo quisieras verlo- delante.
El carro en sí era precioso. Rojo, verde y negro, con una multitud de accesorios que hacían que la caja fuera estanca -para llevar arena, por ejemplo-, que tenía cómo colgar cuerdas por debajo para barcinar, que se podía desenganchar del rocín y que se podía jugar sólo con él... O sea, el carro, maravilloso, de verdad. Me gustaría haberlo guardado.
Pero empezaban los defectos. Era un animal o un simil de animal, no era un vehículo automotor como los que yo admiraba por todos lados en los que los hubiera. Además, me quejé de que no se podía dar marcha atrás porque el culo del mulo chocaba contra el carro. Además, si tirabas de él hacia adelante, se salía del atalaje que unía la silla del bicho a los varales. O sea, defectos. Defectos que no eran más que mi fastidio porque.... no me gustaban los animales.
Creo que fue el tío Pepe el que me hizo todos los atalajes (no se llaman así, luego lo buscaré) que uncían -o como se llamara- el carro y el mulo. Ya se podía ir hacia atrás y hacia adelante. Aquello estaba bien sujeto.
Pero, ¡con lo bonito que era el carro!... y ¡no tenía motor!....Un fastidio, pero ¡era tan bonito!.
En fin, jugando con el tío Pepe, que tenía un carro igual, me fui aficionando a esa reducción del transporte de mercancías. Él hizo un amago de fabricar un arado y formar una yunta entre los dos mulos. En fin, aquello empezaba a marchar.
¡Hasta que se jodió el invento!.
El mulo estaba soportado por una plataforma con ¡ruedas!. Ello permitía tirar de él y, en el proceloso cambio de no gustar a que me gustara, ¡fallaron las ruedas!.
Eran de chapa, embutida y, tan floja, que la puntilla que les hacía de eje, horadó un agujero de tal tamaño que se salían.
No había forma de arreglar aquello. Ya no se podía jugar.
Tenía frustraciones acumuladas así que tenía que acudir al arreglador oficial de la familia. El tío Félix.
Él trataba de satisfacer ese encargo y, nada, no había forma de hacer ruedas equivalentes, sujetarlas, que giraran....En fin, un suplicio también para él.
Hasta que, creo que fue tia Mariana la que promovió la solución.
"Félix, ¿por qué no utilizas las monedas de 'dos reales' como ruedas?".
Aquello fue dicho, y hecho. Cuatro monedas de dos reales, con sus correspondientes tornillos funcionaron maravillosamente bien.
Tenía un carro, con un mulo soportable, y con unas ruedas que giraban estupendamente.



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