Como buen "urbanita", que diríamos ahora, tenia una aprehensión por la cantidad de bichos que había en la Sierra. Era capaz de combatir la leyenda -que no urbana- "serrana" de que en la "fuente de las tablas" un invierno se habían visto lobos, los terribles lobos. Él decía que, suponía, que los lobos bajarían a zonas habitadas en tanto en cuanto tuvieran hambre y, si nos rodeaban conejos y ratones de campo de forma frecuente, los lobos no tendrían hambre y, por tanto, no vendrían a comernos ni a asustarnos.
O sea, que se le podía tratar de asustar, pero con poco éxito. ¿Quién no recuerda la apología que hacía de que las "cucarachas" eran un "bicho muy limpio", porque no transmitía enfermedades y un bicho muy interesante porque, junto con las ratas, era el que sobreviviría a una guerra atómica con más facilidad que cualquiera de nosotros.
Pero había un insecto feo, con un abdomen rayado enorme, y tanto más era así cuanto que el resto del cuerpo estaba desproporcionado, era pequeño.
Con la broma y broma, los tíos (Martínez), le pusieron "los nicolases".... y con eso se quedó. O sea, que, aparecía uno en el suelo del "quinto pinto".... "Mirad, ahí viene un nicolás".....
Pues bien, Esa broma pasó a mayores, en el mejor sentido del término porque había un pastor que veíamos de cuando en cuando, quien con una punta de cabras y ovejas, pasaba de vez en cuando por las cercanías de la casa.
Algo le tuvo que llegar al buen señor porque un día, estando con la familia, apareció por allí el bichillo familiar. Y, el pastor, con una educación notoria señaló: "Miren ustedes, ahí hay un D.Nicolás".
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