Una de primos
apañaos, ¡ea!
Para no ser demasiado complicados, ya que hablamos de la
familia, podemos contar con que todos los Martínez sabemos que
a.- El tío Jose Mari (Diez del Corral y
Sáenz de Santamaría), estuvo en el Sáhara haciendo prospecciones, cartografía,
fotos, recuerdos, juguetes eléctricos de lata como el oso que bebía, de
verdad, incansablemente (¡qué ejemplo
para la juventud!), una cámara fotográfica –Voitgländer- que hacía unas
diapositivas preciosas y que se exponían en el salón de “casa de la abuelita”
mientras los mayores tomaban café hecho en unas “cafeteras expreso” traídas,
como todas las cosas anteriores, de unas islas extrañas que estaban muy lejos….
O sea, etc.,etc.,
b.- otro tío, digamos, más peculiar, al que “ordenaban” de
vez en cuando. Por lo visto esas “órdenes” eran cada vez más importantes y uno,
en su extrema infancia, iba viendo cómo los abuelos, así como “las tías”, cada
vez tenían más interés en acudir a sus “órdenes”, que, al parecer se dictaban
en el Seminario de Jaén: “capital del Santo Reino”.
Y la unión entre estas dos cosas parte de un hecho fortuito.
El tío Jose, que era como apodábamos al primero de los citados, nos sacaba a
pasear con bastante frecuencia, unas veces al “Hoy (de San Bartolomé, por
favor), a la “Bullidera” (de Begíjar, faltaría todavía más) y, a donde quiera
que se encartara.
El caso es que a su hijo mayor, Jose Mari, y a mí, “Rafalín”
(¡maldita sea!, pero así era), nos llevaba casi a todos lados. La “furgo” era
bastante especial y la gasolina de aquellos tiempos tenía algunas, digamos,
imperfecciones. Jose Mari, primo, y yo, íbamos aprendiendo de las vicisitudes
que tenían los viajes con su padre, y tío.
No, pero iba a hablar de la unión entre las dos cosas
citadas arriba. De un lado las “órdenes”, de tio Carlos, de otro, la furgo y,
de problema… que el tío Jose Mari, no estaba para la ocasión. Es decir, estaba
en el Sáhara.
La familia tenía que ir, tenía que ir, teníamos que
ir….Solución, el chófer de Arrayanes, un señor, mayor, hosco y, para mí, de mal
carácter, llevaría la familia en la furgo del tío Jose.
No hay problema, salimos de la calle del Marqués, 40, casi
tantos ocupantes como número de la casa, y, tiramos para Jaén.
Creo recordar que en la subida hacia Bailén, desde el arroyo
donde, años después, el tío Carlos salió con el coche a buscar juncos, la
“furgo” empieza a ratear, tose, anda un poco más, y, se para, definitivamente.
Un silencio sepulcral entre los mayores. Los sobrinos,
sentados encima de los guardabarros, en un lugar que llamábamos…. (no me
acuerdo, a ver si alguno lo recuerda), metiendo el jaleo normal.
Pero, hay un problema: aquello se ha parado y no vamos a
llegar a las “òrdenes”.
El chófer abre el capó. El abuelo, al lado, y algún mayor
más, supongo. Miran al motor sin saber qué hacer.
Un ratito después, aparecemos Jose Mari, primo, y yo, al
lado de los mayores; “¿Qué pasa?”.
El chófer, el gran protagonista –teórico, como después se verá-,
está callado, preocupado y sin saber qué hacer.
De pronto, a Jose y a mí, se nos ocurre copiar,
literalmente, lo que el tío Jose hacía en esos casos. Nos dirigimos al sitio
donde están las herramientas, cogemos una llave (plana, por favor), aflojamos
la tuerca del filtro de gasolina, lo sacamos, lo miramos al trasluz, le
soplamos, miramos otra vez, lo soplamos de nuevo, lo ponemos en su sitio,
apretamos, ponemos la llave en su sitio y le decimos al chófer que “arranque”.
El hombre no está precisamente feliz y, si las miradas
mataran, habría dos primos menos en la familia. Acciona el arranque, el motor
se pone en marcha. Sube todo el mundo, y… llegamos a las órdenes.
A mí me “daba en la nariz” que había pasado ‘algo’. Y ‘algo’
peculiar. Es decir, dos niñitos –ahora se diría “niñatos”- corrigen a un mayor,
arreglan un entuerto y… ¿no pasa nada?.
En los momentos en que tuve que pasar delante del chófer puse
un cuidado exquisito. No mirarlo, no pensar, no sonreir, no decir nada…
desaparecer, en suma.
Pero no estaba tranquilo.
Tuvo que ser papá, que, al advertir mi turbación, ni menos
ni más, me puso la mano en el hombro y dijo algo así como “lo habéis hecho
bien, no le des más vueltas”.
…. Y volvimos a Linares.
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