sábado, 31 de octubre de 2015

los chicles de la abuela Isabel

A la abuela Isabel no le gustaban los chicles. A la abuela Isabel no le gustaba que nos gustaran los chicles. La abuela Isabel hacía campañas propagandísticas sobre los chicles. Y hacía las campañas con tal profusión de anuncios....guarros, que a mí me dejaban impresionado.
      "Los chicles son mocos verdes de burra". "Los chicles se te pegan en las tripas, no le dejan sitio a la comida". "Como tendrás la barriga pegada no vas a crecer". "Son una guarrería".
       Pero, los chicos sabíamos que los chicles....estaban buenísimos. Sobre todos unos que salieron, sabor fresa, o, al menos color fresa, que tenían forma de un cilindro en el que, cada dos centímetros había un estrangulamiento. Se cortaban fácilmente por ahí y, se repartían. Como eran de color fresa, no eran mocos verdes de burra, lo cual los salvaba a priori, de la maldición de la abuela. Es verdad que eran un poco más caros que los baratos, pero los baratos sí podrían ser de mocos de burra.
        El caso es que los chicles tenían, aparte de los sabores, una función didáctica. A través de ellos nos enseñaban a masticar en público. Por ejemplo, tia Mariana. Te veía con un chicle y decía: "se mastica con la boca cerrada, sin hacer ruido".... y uno, trataba de cumplir el encargo dentro de lo posible porque, si estaba el chicle nuevo, era muy difícil darle la vuelta con la lengua.... sin abrir la boca.
         De otra parte estaban unas golosinas mucho más finas que los chicles: los caramelos de "la viuda de solano", que eran los que compraban las tías. Tenían un sabor especial, se ablandaban al empezar a comerlos y no eran chicles exactamente, pero casi lo parecían. Un inconveniente fundamental, se pegaban al cielo de la boca y ahí, ahí,... De ahí era difícil sacarlos como no metieras un dedo. Por ello, volvía la función didáctica: "Niño no se toca la comida en la boca".
        Segunda función didáctica: El manejo de la lengua. ¡Hay que ver qué músculo!. Lo ponías en punta, empujabas al caramelo pegado al paladar desde atrás hacia adelante, de delante hacia atrás, cuando notabas que había un lado suelto, incidías exactamente ahí y, como una perforadora, metías la lengua entre el caramelo y el paladar....¡ya está!¡despegado! y, ahora, atención a no repetirlo.
        En el paraíso también aprendimos a entretener la boca. ¡Los juncos!. ¿había cosa más rica y refrescante?. No, ¡qué va!. Ibas por el campo, si pasabas por una zona húmeda, una mata de verdes variados anunciaba la posibilidad de que los hubiera.
         Altos, Verdes intensos, con punta  sola o con punta y una especie de flor y, cercanos al suelo una especie de funda color madera clara, así como un grosor determinado, Anunciaban un rato de mastiqueo placentero
         Se sacaba el junco con cuidado. A veces, la funda, que era como de papel cebolla, se quedaba en el agujero. Salía un cilindro blanco al que observabas por si había que quitarle una capa más o había salido "operativo".
           En el primer bocado se cortaba el trozo, color endivia y, más o menos, del mismo sabor, quizás menos amargo, Nada, un caramelo sin azucar. Segundo bocado o tercero, igualmente válidos. Cuando pasabas de esos ya te acercabas al chicleteo. Ya no se desprendía la materia, pero tenía la misma constante recuperadora que podía tener un chicle.. así que mordisqueabas durante un rato y, al final quedaba un tallo largo verde y, en tu lado una especie de paja mordisqueada.
           Funcionaban, parecían chicles, no eran moco de burra y tenían una ventaja sensacional. ¡Eran baratísimos!.
         
         

      Con los juncos se hacían, también, manualidades. Mi madre hacía balsas que ¡flotaban!. Porras que servían para luchar entre nosotros, cual espadas triunfadoras. y algunas cosas más que ahora no recuerdo.
        Yo creo que, del uso de los juncos, nació una habilidad serrana tremendamente eficaz. En la sierra no había muchas fuentes y sí bastante calor. En las excursiones pasábamos sed y alguno de los tíos observó que si te metías en la boca una pajilla -sería esparto o primo hermano-, ésta te hacía insalivar y, por ello, marchabas con la boca húmeda aunque respiraras a través de ella.
       Pues ya está. Vamos de excursión a la fresnadilla. Última parada de agua: la fuente "fresca". De ahí hasta la almoteja pasábamos por un erial calenturiento como eran "las asperillas". No hay problema, al salir del bosque, te agachas, cojes una pajilla, la cortas, te la pones en la boca y ¡ala! a subir o bajar cuestas.
        Tal costumbre la trasladé a todas mis excursiones camperas. Sierra Nevada, La Almijara o cualquier otro lugar. También a la mili, a mi mili en Montejaque.
          Un día les dio a los capitanes y comandantes por jugar con la tropa. Bajamos con la instrucción a la 'plaza de armas'. Todas las unidades de todas las armas. Total, aproximadamente, 2500 'cadetes'.... nos ponen derechos, izquierdos, al frente, de tres en fondo, de nueve en fondo y, me toca ver cómo discuten sobre si era posible ponernos de tres en fondo... a todos. O sea, setecientas y pico filas de a tres.
          Hay una avenida que parece recta y que puede cumplir el cometido. Nos hacen meternos por ahí. "izquierda,¡ar!, ¡alinearse!, ar"... y quedo de tal manera que estoy en primera línea, que da al exterior. Se ponen los mandos a ver si estamos rectos, como si de una regla se tratara.
          Es el capitán de mi batería el que está al mando y las órdenes las está dando a través de los altavoces del campamento.
           Se agacha a comprobar la linealidad, coge el micrófono y, con un sonido estruendoso dice "¡Flores!¡la pajilla!".
            De ahí, hasta que acabó el período del campamento, podréis figuraros el cachondeo que tuvieron mis compañeros conmigo.....¡Hay que ver hasta donde me habían llevado o los chicles de la abuela, o los juncos de la sierra!.


jueves, 29 de octubre de 2015

Los cazadores de la pradera

El cazador de la familia, el gran cazador, era el tío Josemari Díez del Corral. Era conocido su afán cinegético en Linares y yo recuerdo verlo rellenar cartuchos en la cocherita -de motos- que había en el portal de Marqués 20.

Estábamos en la sierra y, un día, apareció el tío Jose con su moto. Una magnífica Derbi 250, grande, ruidosa y muy moderna. Recuerdo detalles de ella tales como que tenía lucecitas para indicar en qué marcha estaba la caja de cambios, que tenía un asiento encima del guardabarros trasero, para el acompañante y que, con ella, me llevó alguna vez de una casa a otra.

Pues bien, apareció en la sierra, lo cual me asombró. ¡Estábamos lejisísimos de Linares!.¿Se podía venir en moto?....

Y trajo una sorpresa extraordinaria. Una escopeta, de dos cañones, pero de calibre pequeño.... para los niños. La sacó de su estuche, en medio de la caterva de primos que conformábamos aquella avanzadilla de la civilización en los bosques serranos.

Poco menos que tenía que haber dicho ¡Tachán!....y hete aquí que se vio rodeado de un montón de caras, caritas, de asombro. ¡No importa!. Él siguió con su discurso. ¡Os voy a enseñar a cazar!.... Caras casi iguales. 

Yo creo que era un objeto absolutamente inesperado. Lejísimos, al menos en lo que a mí respecta, de cualquier ilusión formada o esperanza. Era, eso, una escopeta.

Nada, no hay problema, al cabo de un rato -o al día siguiente, no recuerdo bien-, salimos andando los Flores Martínez y los DidelCo Martinez, por medio del campo de fútbol hacia el carril que lleva a la fuente fresca. De pronto, ¡un pájaro!, ¿dónde?, !ahí, en ese pino!. ¡Todos detrás de mí!, ¡Silencio!....

El tío Jose carga la escopeta y viendo la pandilla acompañante se dirige a mí. "Bueno, como eres el mayor, supongo que te corresponde empezar".

Me da la escopeta, me la pone bien encarada y dice "apunta".

Yo, "¿a donde?".

- "¿no lo ves?, el pájaro está lo alto del pino que tienes delante..."

No veo nada, pero como aquello parece que hay que hacerlo, pues se hace. Tiro de la cola del gatillo y sale un ruido ensordecedor.

Una sombra pequeñita cae a través del árbol hasta el suelo. ¡Tocado!.

El tio Jose, coge el pájaro y con una cara entusiasmante nos lo enseña. "¡Ya habéis empezado a cazar!.

Tuvo que ver a su alrededor las caras que aparecen en la foto, porque creo recordar que no hubo ni un sólo tiro más.



domingo, 25 de octubre de 2015

A la sombra de los pinos en flor

Las edificaciones existentes en las Anchuricas tenían tanta historia, casi, como cualquier castillo medieval.
Al parecer, en anteriores generaciones, -no sé cuántas-, había instalado un Balneario. ¿Sería esto posible?. Pues sí, así era, o así lo parecía, porque así lo contaban.
En lo que siempre llamamos "Cortijo de Arriba" había una capilla. Cosa un tanto peculiar. También había una "tira" de casitas de una o dos habitaciones más una casa algo más grande que las anteriores. Todo ello formaba una especie de "lateral" de una calle, abierta a una plaza, por un extremo y, por el otro al campo que subía hacia "El Puntal".

En aquellas "casitas" se comenzó la colonización del paraíso. Allí, íbamos, ¡qué se yo!, cuatro o cinco familias. Es decir, padre, madre y, en cada una, una caterva de críos.
Así tuvo que ser durante un par o tres de años... hasta que ¡no se pudo más!.
Hacía falta una nueva casa. ¿Y a quién se le encargó el proyecto?
Habéis acertado. A mi padre, quien, por cierto, no creo que tuviera experiencia al respecto, pero, presto a echar una mano siempre que hubiera un papel y un lápiz de por medio, trató de solucionar el desafío.
¿Qué proporciones?¿Qué distribución?.
Muy propio de un físico... atómico, trató de establecer un patrón que, fuera tan funcional como agradable y, ¿dónde tomar 'proporciones', de algo agradable, de algo agradable... pues ¡una caja de cerillas!.
Y así, lo hizo. Yo creo que cogió una caja de cerillas, la multiplicó por el Número de Avogadro y, salió un mol de casa.
Bueno, se pensó en quién hacerlo y, la solución cayó en "La Chispa", a quien ya conocéis por otros relatos de este ambiente.
Supongo que discutirían la distribución, número de dormitorios, salón principal, dos chimeneas, dos puertas... etc...
Pero también recayó sobre él la tarea de escoger el eje principal. La casa iba a ser a dos aguas y hacía falta un 'madero' que sirviera para la cumbrera. Es decir, el tronco en el que se apoyan un conjunto de vigas que, a su vez, soportarán las tejas.
Hacía falta un pino recto y, de determinada longitud -y grosor- para que satisficiera todas las propiedades.
Nada, sin problema, papá llamó a Pitágoras y, con un metro -cinta métrica-, que no era demasiado largo, ayudado por el sol a determinada hora del día, salió a buscar el pino. Había que cortarlo -encargar que lo cortaran, era demasiado para un teórico- , quitar las ramas, y disponerlo para la cumbre.
Parece que escogió una hora de media tarde, cuando el sol hace sombras marcadas y ni muy largas ni muy cortas. Me lo imagino con el tío Luis Martínez andando entre los pinos de la finca. Llegan a uno que tiene buena pinta; papá mide a tio Luis o a alguno de los acompañantes, le mide la sombra y, apunta cada uno de esos datos en un papel. Mide, después, la sombra del pino escogido, calcula, según proporciones matemáticas, discute con tío Luis si a la altura que van a necesitar, el grosor será el adecuado y, eligen por fin el pino.
O sea, que las dos grandes 'fuentes' que dirigieron la casa son las sombras, las buenas sombras, evidentemente.... y una caja de cerillas
Me contaron, bastante años más tarde, que la sombra persiguió a los pinos. Pero no a uno ni a unos pocos. Que, con el mismo procedimiento, tío Luis -ya no sé si acompañado por papá- eligió los pinos que se iban a cortar el año siguiente para su explotación maderera.
Al parecer papá había hecho una tabla, para que no hicieran falta los cálculos repetitivos.  Se mide la sombra y, si la sombra mide tanto, el pino mide tanto..... Es decir, un autómata, no programable, en el que se explota la faceta más solar de los pinos.... su sombra.



sábado, 24 de octubre de 2015

el "hatero"

Pues resulta que no era "hatero", sino "hatera" ya que, puntualizando con el tío Carlos, me indicó que, en un principio era  "La Chispa" quien se iba a hacer cargo de nuestras haterías. El problema que tenía esta mujer -de la que me hubiera gustado tener alguna foto-, era que no sabía leer ni escribir y, entonces, se hacía acompañar por su hijo, quien, al parecer, si dominaba estas 'destrezas'...
El "hatero" es el que maneja la "hateria" de los pastores y, cuando buscas este término en el DRAE, sale es que la provisión de víveres que se escogen, para unos días, a los pastores que están en el campo.
Yo sé que el "hatero", nunca me fijé en que fuera una mujer, era un señor, joven, que venía hasta la "Fuente de las Tablas", con uno o dos mulos y, en ellos, unos serones grandes.
Llegaba a la casa y, en el "Quinto Pino", debajo de uno de los árboles, comenzaba a descargar lo que los llenaba.
Allí, mi padre, sentado en una mesa, que creo recordar era de las "de tijera", comprobaba, lista en mano, si lo que descargaba se correspondía con lo encargado. A su alrededor, familia o familia y media, recibiendo los hatos.
Una vez acabada la tarea de descarga se apuntaba el nuevo dossier alimenticio: 3 kg de garbanzos,... para nuestra casa, 2 kg para casa del Tío Carlos Mattínez Piña. 1 botella de alcohol, para el botiquín general, 15 hogazas de pan "de agua" para la casa de arriba, etc.etc.
Era entretenido, papá acababa la lista, la entregaba al "hatero" y éste partía en dirección al "Cortijo de Arriba", por el que pasaba, iba por el sendero hacia el "peñón de la despedida" y, bajando por un sendero que llevaba al "Cortijo de Abajo", tiraba hacia Siles por su camino correspondiente.
A los dos o tres días se volvía a repetir el proceso. Y, claro, este era más que importante. De éste supermercado ambulante nos proveíamos de lo más perecedero.
Unos años más tarde, estando con mi familia pasando unos días con una caravana, en un rincón de "La Navilla". bajábamos a Siles, a la plaza, a comprar carne o cosas de primera necesidad. Nos habíamos juntado una buena pandilla: cuatro matrimonios y un puñado de chiquillos. No teníamos ninguna fuente, con lo que el agua, era un problema.
No había tal, sino una incomodidad propia de una aventurilla. Cogíamos el Simca 1200 que teníamos entonces, Lleno de bidones de plástico, era llevado hasta las cercanías de la "Fuente Fresca". Cargábamos y, de vuelta.
Mirando el coche, al que tratábamos como una mula, me acordaba del "hatero". ¿Cómo hubiéramos podido estar allí esos días sin coches?. ¿Con una recua de mulos?. ¿Con un personal 'de servicio' que se encargaran de la manutención?. ¡Cómo habían avanzado las cosas!.

miércoles, 21 de octubre de 2015

La "chispa"

Al lado de la casa, algo más lejos del "5º pino", había una "Calera".
En un principio, para mí, era un topónimo. La calera era el sitio en donde se echaban las basuras de la casa. Supongo que nada de plástico, pero sí mondas de patatas, huesos de los cocidos y demás desechos que, en otro caso hubieran pasado a "compost", pero eso era impensable entonces.
A ver, comíamos y, casi indefectiblemente, a media tarde había un paseo de Irene hasta el "sitio". Un cubo y un vertido.
Un día me asomé al "agujero". ¡Qué decepción!. ¡No había agujero!. Es decir, lo que se llama así, es decir, profundo y oscuro, no lo era. Había unas ruinas de algún tipo de muro y, en medio, un montón de jaramagos, piedras, tierra y... restos de patatas.
Pero ya me había llamado la atención el nombre: "calera".... Recurso para seguir, lógico, papá.... y los paseos serranos. A veces, al subir a "La navilla", tirábamos por una especie de atajo. Allí, había, no sólo una, sino dos... "caleras".
En fin, sitio donde se hacía la cal, 'cociendo' piedras en un lecho de leña.
De ahí salían unas piedras reblandecidas que, sin mucho esfuerzo, se volvían polvo. Un polvo que, si se tocaba, irritaba la piel. Era la "cal viva" y, apagándola, "cal muerta.". Eso decía papá.
Bueno, no paraba ahí, la cal servía para la construcción y resulta que, la casa, estaba hecha con arena y cal.... O sea, que importaba saber el qué era.
No acaba aquí el rollo. En una ocasión, el tío Rafa -desde luego era un alma mater del paraíso, no me cabe duda-, dijo de ir a trabajar. Asalariado, claro. Que quería pasar por esa experiencia y, ¿dónde buscar trabajo en medio de aquel paisaje?.
Pues está claro, haciendo cal.
Había por aquellos andurriales un personaje insigne. "La chispa", quien, como indica su artículo era una mujer. Señora, digo yo, porque para andarse en lo que andaba, no tenían que ser una chica de tres al cuarto.
Regentaba, al parecer, una cuadrilla, que trabajaba en el bosque. Supongo que cortando leña, cogiendo piñas, piñones y lo que fuere. Y, además, haciendo caleras y, por tanto, cal.
Pues bien, fuése el tío Rafa a trabajar con ella y sus montaraces compañeros.
Se levantaba temprano, y, volvía por la tarde, cansado, Pero ya tenía su experiencia satisfecha que, por cierto, nunca me contó.
La "chispa", tenía una habilidad especial para la que fue requerida en la familia. Pintaba. Es decir "encalaba" casas, que era, obviamente, lo que había que hacer en un país.... calero. Y, es más, pintaba de una manera asombrosa: ¡a sartenazos!.
Yo recuerdo que se comentó y, creo recordar, se vivió una cierta expectación al respecto. ¿Cómo se pinta... a "sartenazos".
Pues, obvio, con una sartén....
Y así lo vimos
Un día llegó "La Chispa". Creo que con alguien más, supongo que algún mulero y, en el mulo, los aparatos correspondientes.
Al fín sacó el objeto a observar. Una sartén pequeña, con un mango larguísimo, del que salían unos refuerzos como en los mangos de las sartenes para las migas.
La señora cogía una pequeña cantidad de cal (muerta, supongo) y, con un movimiento bastante airoso lo lanzaba contra la pared. Allí, se esparcía en la cantidad justa como para quedarse, y más en ella que lo que salpicara al suelo. Una vez y otra vez... hasta que la casa quedaba pintada.... a sartenazos.
"La chispa" era pequeñita, rápida, y valiente, y me formó en un principio de admiración hacia las personas inesperadas.


miércoles, 7 de octubre de 2015

La "peguera"

Justo al lado de la subida del "Cortijo de arriba" había una extraña construcción hecha de troncos, de la que quedaban sólo sus ruinas.
Cuando visitamos nuestro paraíso en años posteriores, el resto era sólo un escalón suave en la tierra.
Tiene interés por lo mágico que parecía y, por supuesto, porque recuerdo la ilusión que me hizo rozar el "ser mayor", al menos por un momento, en tiempos pretéritísimos.
La construcción era una "peguera", es decir un horno en el que se fabricaba "pez", tal y como mi padre explicó y explicaría a quien quisiera oirlo.
He buscado en internet si hay alguna foto de tal horno, que lo hay, pero en nuestro caso, construido con troncos de pino. Parecía una pequeña cabaña de la que vemos en las películas canadienses.
Mi padre decía que ahí se hacía arder madera, de tal manera, que los trozos de la misma dispuestos de en forma adecuada, destilaran su resina y, haciéndola líquida, saliera al exterior por un agujero hasta acumularse en algún tipo de caldera.
Imaginémonos cómo era. ¿Nadie recuerda haberse impregnado de resina?. Pues eso, un caldero lleno de la misma.
Después, al parecer, se llevaba a algún lugar donde se procedería a sacarle las utilidades que fueren menester.
El uso que hacíamos de los restos que quedaban esparcidos por el lugar, era tratar de proteger las suelas de las zapatillas de esparto.
No hemos hablado nunca del problema que teníamos con nuestros equipos de camperos. La ropa podía ser la misma que usáramos en Linares durante el verano, es decir, fresca y cómoda. Normal. Pero, los zapatos eran, al ser propios de la época y de la solvencia inherente, no eran los más adecuados para estar todo el día triscando en el monte.
Aún eran incipientes aquellas sandalias de goma blancas, casi transparentes, en las que te sudaba el pie como un descosido, resbalabas con ellas, se llenaban de polvo y, al final del día, las pelotillas normales de entre los dedos eran de un negro apelmazado.
También nos serviria referirnos a alpargatas de cuerpo de lona y goma en la suela. Tenían que ser más caras que las de esparto y se tenían las que hubieren.
Las sandalias para los chiquillos, por supuesto, las del año anterior o bien heredadas de algún mayor, eran muy socorridas.
Pero las que vienen a cuento, las que tienen que ver con la pez, eran las que tenían las suelas de esparto. Cómodas, no calurosas, se adaptaban al pie y, al andar por los caminos, la suela se volvía por algunos lugares cada vez más fina hasta que, finalmente, acababas sacando un dedo por algún agujero.
Pues eso, yo seguía al tío Rafa, como siempre y éste llegaba a la peguera, cogía una rama, por supuesto de pino, se sentaba en el suelo y "pintaba" la suela de sus zapatillas con un grumo de aquella "pez" viscosa y pegotosa.
Empezaba a andar. Al cabo de un rato, se le habían unido todos los chinos que había pisado.
Se constituía así una segunda suela, bastante más inestable que la anterior y que, lógicamente separaba al esparto del suelo.... hasta que se gastaba.
Pero, al menos, podía decir que las zapatillas de esparto "duraban más".
Pues eso, fui mayor durante el rato que lo imité. Lo seguí, esperé que untara sus suelas y, después, hice lo mismo con las mias. Por un rato fuí "como el tío Rafa".

domingo, 4 de octubre de 2015

Los tornajos

En el paraíso se aprenden palabras extrañas. Además, tienen la ventaja de que, como son usuales, nos dan un cierto carácter de iniciados.
Si en el colegio de las esclavas de Linares, contemporáneo con nuestras vivencias paradisíacas, decías "tornajos".... la gente te miraba con una cara extraña....¡no sabían lo que era!.
Los tornajos eran unas extrañas "tuberías", hechas, cada una de ellas, de un tronco de pino asombrosamente recto en el que -nos decían- bebían las ovejas cuando iban a beber a la fuente.

De un pino derecho se labraba un "canal", a base de azuelas, hachas y formones, supongo, mucha paciencia y buen hacer. Se lograba tal cosa como esto:

Un semicilindro, bastante regular,con zonas más macizas en los extremos y, alli, un pequeño canalillo para conducir el agua al tornajo siguiente.

Tamaño: los había de todos tipos. Los más cercanos a la casa, en la "fuente de la teja", tendrían unos 4 metros de largo por 25-30 cm de ancho. y, 15 a 20 cm de profundidad.

Supongo que las proporciones se ajustaban al hocico de las ovejas.

Se encadenaban, como en una escalera, de tal forma que el primero estaba cerca de la artesa de la fuente, de la cual cogería el agua. El segundo, al pie del primero recogiendo el agua del canalillo y, así, hasta un número de 5 a 7, dependiendo, supongo del ganado que tuviera que abrevar.

En el caso de los que estaban cerca de la casa, nosotros usabamos, uno o dos, y tratando de no echar jabón nunca a ellos. O sea, que era cuestión de meter las manos y aclararse el polvo que tuviéramos,.... la cara, yo no recuerdo haberme lavado la cara, pero no era por lo limpia o sucia que estuviera el agua.... es que, la cara, la cara... eso no se lava... hasta que no estás casado, creo.

Los últimos tornajos estaban rodeados de matas de juncos y zarzas, hierbas variadas aparte de barro, ya que el último vertía hacia lo que se suponía un arroyo que tenía poca pendiente. O sea, barro.

La gran ventaja de los tornajos es que nos permitían jugar con las especies de barquitos que pudiéramos hacer con conchas de pino. Ahí botó papá su acorazado de chopo, cuatro torretas en montajes dobles y quilla supercomplicada.

Esas artesas, sorprendentemente eficaces -no se le escapaba el agua por debajo casi a ninguno-, también servían para refrescar las botellas de bebida que usaban los mayores. No digamos en la fuente "fresca". Allí sí que era como una nevera
.
Un año, el tío Carlos, montó -hizo montar- un tornajo enorme en una terraza del camino, muy cerca ya de la fuente fresca. Era anchísimo y pensamos que serviría para bañarse. Creo recordar que el tío Pepe se atrevió a meterse alguna vez. Casi, por supuesto, el tío Rafa, por favor....Pero el agua era del arroyo que, de una forma u otra, también nutría a la "fresca" de la fuente. O sea, que los baños allí no servían para aprender a nadar....10 segundos y ¡fuera!.

En los Calarejos, al lado de la "casa forestal" había unos tornajos de obra, con muy poca agua, si es que alguna vez la tuvieron, pero eran mucho mucho más feos que los nuestros. Y es que los nuestros, eran nuestros, que era lo mejor que tenían.....